Mercabal, ¿Otra experiencia que acabará mal?

Elías Amor Bravo, economista 
Nadie puede cuestionar la oportunidad histórica de la inauguración del primer mercado mayorista de alimentos, denominado Mercabal, que se abre en Cuba desde hace décadas. Una iniciativa en la dirección correcta que, sin embargo, una vez más, se escribe con guion torcido. Porque si con este mercado el régimen comunista pretende reordenar el comercio, mucho me temo que no lo van a conseguir. Como tampoco podrán atender las demandas de lo que llaman, nuevas formas estatales de gestión en el país.
Y por qué decimos que se escribe con guion torcido. La respuesta es sencilla.
La economía no se puede dirigir como un carrete de caña de pescar: hoy se afloja, mañana se aprieta. En la economía es necesario adoptar decisiones valientes para que los agentes económicos puedan actuar de forma eficiente conociendo las reglas del juego que, además, deben permanecer estables para que las decisiones se puedan tomar con la mayor certidumbre. Y para ello, salvo que alguien descubra otra cosa, están los mercados, instituciones en las que oferta y demanda, con absoluta libertad, información y transparencia, deciden a qué precios se deben realizar las transacciones que, finalmente, vacían el mercado. Se podrá decir que este mecanismo tiene fallos, claro que sí, como todos, pero es el que mejor asigna recursos en una sociedad que aspira a progresar.
Para empezar, Mercabal arranca con trazo torcido porque las autoridades comunistas han decidido, en un claro ejercicio de intervención, que el mercado mayorista solo tenga como cliente a las cooperativas no agropecuarias. En la norma informativa que se ha divulgado se insiste en que, en la medida que las condiciones lo permitan, esta experiencia se extenderá a los trabajadores por cuenta propia de unidades en arrendamiento que trabajan en la actividad de gastronomía estatal. No obstante, en el inicio de actividades, el mercado los excluye sin más. Mala forma de comenzar, porque seccionando la demanda no es cómo se logra estimular la oferta, que en esencia es lo que consiguen los mercados cuando funcionan libremente. Ya veremos en qué acaba todo esto.
Otro renglón que se tuerce es el relativo a los productos cuya comercialización se autoriza en Mercabal por los dirigentes comunistas. Es decir, en contra de lo que un mercado mayorista debe hacer, que es atender todo tipo de demandas de sus clientes, en este de La Habana, el régimen ha decidido, una vez más con absoluta discreción, que solo se vendan algunas variedades de frijoles, cigarros, refrescos, cervezas, además de azúcar, sal, confituras, pollo, hamburguesas y salchichas. Una pequeña parte de las necesidades que tienen los clientes que acuden a este tipo de mercados.
Y el renglón que más se retuerce es cuando en Mercabal, las autoridades del régimen deciden, por cuenta y riesgo, que a los clientes se les aplique un descuento del 20% del precio de venta minorista, a excepción del pollo, en que es del 30%. ¿Por qué estos descuentos y no otros? ¿Creen que con eso van a condicionar el nivel de rentabilidad de los clientes en la imputación del precio final? ¡Qué poco conocimiento de cómo funciona una economía! Según lo anterior, cualquier forma estatal de gestión, de las que están autorizadas a operar en este mercado, tendría un incentivo para negociar con productores suministros a precios más bajos de los ofertados en el mercado. Si lo consigue, y yo espero que así sea, porque esto tiene recompensas en la economía libre, dejará de operar con Mercabal, y entonces veremos que hacen los dirigentes al anteponer sus ideas y criterios a los del libre juego de oferta y demanda.
Abundando en la cuestión. ¿Piensan realmente los dirigentes comunistas que esas 35 cooperativas que van a suministrar productos a Mercabal van a estar quietas, esperando todos los meses las ventas concertadas por contrato fijo y a unos precios que seguro podrán negociar en mejores condiciones con otros. Si realmente esas cooperativas quieren crecer, y en principio no parece que haya inconveniente alguno, lo razonable es identificar otros compradores. Lo dicho, no tardaremos ver a Mercabal desabastecido. Sobre todo con precios topados. Más de lo mismo de siempre.
No voy a entrar en los requisitos de control que se establecen a los clientes. La exigencia de cuenta corriente para realizar las operaciones a través de Banco, me parecen correctas, si se pretende modernizar el sistema bancario, y reducir la actual expansión monetaria en manos del público, pero dudo que algunos de los clientes que acudan a este mercado mayorista estén en condiciones de operar de este modo, con tarjetas magnéticas. ¿Alguien se ha detenido a pensar en el volumen del importe medio que realizan, y si eso justifica la tarjeta bancaria? Más aún, los temores e incertidumbres pueden ser mayores con la eventual unificación monetaria, que está creando no pocas distorsiones en el comportamiento de los agentes.
Expuesto lo anterior, yo no creo que Mercabal ofrezca muchos motivos de alegrías. No me extraña que en pocos meses empiece a dar problemas que, al final, como ocurre siempre en estos casos, los culpables serán la parte más débil del proceso. La economía cubana tiene que recorrer un largo camino para volver a la distribución mayorista anterior a 1959, que funcionaba de forma eficiente en todo el país. Esta solución de abrir una tienda en La Habana sin saber que va a ocurrir en el resto de Cuba, parece una desconsideración que tiene poco que ver con las decisiones económicas. Tiempo al tiempo.

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