A propósito del fracaso de la inversión extranjera en Cuba en 2018

Elías Amor Bravo, economista

Las autoridades comunistas de Cuba, entre ellas el propio ministro del ramo Malmierca, han reconocido el papel clave de la inversión extranjera para el desarrollo de la economía. Y como las cifras no acaban de ir bien, al final siempre se acaba culpando de todo al “bloqueo de EEUU”. Eso siempre, por supuesto, no puede faltar en cualquier diagnóstico.

Sin embargo, en las últimas comparecencias informativas, el ministro ha señalado, entre otros factores que limitan la llegada de capital extranjero a Cuba, “la presencia de la dualidad monetaria y cambiaria, y la liquidez financiera, la falta de preparación del personal y las deficiencias en los estudios de factibilidad”. Casi nada. Ya podemos empezar a hablar.

La dualidad monetaria, el absurdo tributario creado por Fidel Castro en pleno período especial, cuando los cubanos perdieron toda la credibilidad en su moneda nacional y se dedicaron a atesorar y utilizar el dólar de EEUU en todas las transacciones sigue en vigor y nadie sabe qué hacer. Fue Fidel Castro quién creó ese engendro para recaudar con el cambio de divisas a la nueva moneda, y su hermano Raúl aseguró, al comienzo de su mandato, que la dualidad monetaria sería eliminada, pero se marchó a su retiro dorado, dejando a Díaz-Canel y sigue extiendo la circulación de las dos monedas, CUP y CUC, además a un cambio estable que apenas ha sido modificado desde hace 25 años. Asombroso.

Coincido con Marrero que mientras exista dualidad monetaria muchos inversores extranjeros no van a tener confianza en la economía cubana, básicamente porque el CUC sirve para muy poco fuera de las fronteras de la isla, y el CUP peor aún, para nada, ya que carece de cotización en los mercados forex de divisas. Poner en orden esta situación es algo en lo que las autoridades llevan casi una década, sin acabar de corregir el desastre, al que ahora Marrero reconoce daños sobre la inversión extranjera.
Solo con una moneda firme y estable, creíble, que responda a los fundamentales de la economía y que refleje de manera adecuada las relaciones económicas entre las variables micro y macro económicas, se podrá alcanzar una solución para este problema, que amenaza con eternizarse, perjudicando a todo el mundo. Revertir la dualidad no es factible, porque ha llovido mucho en estos 25 años.

Encontrar una tasa de conversión que provoque los menores daños posibles sobre el nivel de renta y los precios, no es tarea fácil, pero urgente, sobre todo para reconducir procesos relacionados con el capital extranjero, entre otras cosas. No lo digo yo, lo afirma Marrero, y algo tendrá que decir en los consejos de ministros de Díaz-Canel. Vamos a ver en qué acaba todo. La urgencia es prioridad.

En cuanto a la liquidez financiera, el otro factor que limita la inversión extranjera, de acuerdo con Marrero, la situación puede ser incluso peor. Cabe pensar cómo se puede soportar un nivel de liquidez interna, cuando todos los recursos están concentrados en manos del estado, que ejerce un control absoluto sobre la actividad bancaria y financiera, llegando a obligar a los bancos a comprar los títulos de la deuda con los que se financia un déficit abultado, cuyas dimensiones empiezan a ser desconocidas y alarmantes. Los cubanos no confían en los bancos, la tasa de utilización bancaria para pagos y depósitos es de las más bajas del mundo, y como consecuencia de ello, el coeficiente de reserva no actúa como mecanismo de creación monetaria en la economía.

En Cuba, la liquidez interna se la devora el aparato estatal improductivo e ineficiente, para atender las necesidades del sector presupuestado, como de las empresas estatales de su propiedad. El espacio que ocupan en la economía los trabajadores por cuenta propia y otros agentes privados es tan reducido que, pese a generar una mayor productividad, apenas tienen peso en el conjunto de la liquidez. Si la economía no crece, y lleva registrando ritmos muy bajos durante demasiados años, la generación de recursos se limita y se concentra, cada vez más, en las manos improductivas del estado.

Por otra parte, la fuente de liquidez externa se encuentra muy restringida por un comercio exterior de mercancías deficitario que apenas se compensa con la venta de servicios profesionales y la llegada de remesas. El sector externo no es capaz de aportar la liquidez que necesita la economía y los estrangulamientos son continuos. Estos aspectos influyen de forma muy negativa en las decisiones de inversión extranjera, ya que el empresario no quiere tener restricciones a la hora de repatriar sus beneficios e incluso, reinvertir los fondos cuando se considere conveniente. En Cuba, todas estas prácticas que en otros países se encuentran ampliamente liberalizadas, están constreñidas por la acción discrecional del Banco Central, que actúa bajo la obediencia del gobierno, sin apenas autonomía. El cuadro no puede ser peor.

De la falta de preparación del personal y las deficiencias en los estudios de factibilidad, para qué hablar. Un país en el que prácticamente el 70% dela población está empleada en el sector estatal, parece mentira que no cuente con personal cualificado para la gestión de las inversiones extranjeras. En todo caso, si no cuenta con él, que lo forme, ¿no estamos ante uno de los sistemas educativos y formativos mejores del mundo? Pues adelante, manos a la obra.

La Zona Especial de Desarrollo del Mariel, cinco años después de su puesta en funcionamiento, es un ejemplo del fracaso de las políticas públicas castristas para atraer capital extranjero. Los proyectos que se interesan por esta Zona van a cuentagotas, responden a actividades de escasa relación con el resto de la economía cubana y no han servido para compensar los ingentes esfuerzos económicos realizados por el régimen y su socio brasilero para poner en marcha esta iniciativa. Todavía faltan viales y redes de comunicación, incluso apenas acaba de entrar en funcionamiento una terminal ferroviaria para el traslado de trabajadores que prestan servicios en las escasas actividades autorizadas en el área industrial y logística, materiales de la construcción y desarrollo del turismo. No existen datos del número de trabajadores empleados en la Zona, así como del impacto económico de la misma. Tan solo que en 2018 se captaron 474 millones de dólares, la cifra más elevada de todos los años. Actualmente operan 17 proyectos.

De igual modo, la denominada “cartera de oportunidades para la inversión extranjera” ha sido otro fracaso estrepitoso de la política de atracción de capital extranjero. Ya lo dijimos en su día, cuando el régimen lanzó a bombo y platillo el instrumento, y lo volvemos a reiterar ahora. El empresario extranjero que es dueño de su dinero no quiere que ningún gobierno le diga donde puede y debe poner su dinero. Por más proyectos que se incluyan en la cartera, y creo que ya va por unos 525 proyectos, su eficacia para atraer al inversor, será nula.

Los esfuerzos por desplegar una “ventanilla única” para todos los negocios fuera de la ZED Mariel, destinada a acortar los procesos de negociación, eliminar trabas y mecanismos que hacían engorroso el proceso de aprobación del proyecto de inversión, sin perder de vista los requisitos exigidos en la negociación, tampoco están dando los resultados esperados, porque las cifras de inversión extranjera están muy lejos de las planificadas. Todo ello debería apuntar a una revisión en profundidad de la actual política.

Sinceramente, de nada sirve que el ministro Marrero insista en que la inversión extranjera es fundamental para dinamizar la economía cubana, y pida que no existan “miedos ni prejuicios hacia la apertura con el capital foráneo”, si estas trabas no se corrigen. Y mucho me temo que ninguna de las tres expuestas anteriormente tienen solución dentro del modelo económico castrista, y que hará mucho más falta que un “cambio de mentalidad” para ordenar los procesos inversores extranjeros, de acuerdo con el espíritu de la Ley 118 que lleva ya en vigor 4 años y va para 5, y que solo ha servido para atraer 5.500 millones de dólares, más o menos lo que se esperaba conseguir por año, en 4. Un desastre, por donde quiera que se mire.

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