Díaz-Canel y el poder local cubano: ni democracia ni economía

Elías Amor Bravo, economista

Díaz-Canel se ha lanzado a intentar convencer a las provincias y municipios de Cuba que tienen que desempeñar un papel fundamental en “el desarrollo de la economía”, así como a facilitar “una mayor participación ciudadana en las decisiones” de los responsables políticos, se entiende. Así se recoge en una información publicada en Granma.

Gran confusión la de Díaz-Canel. Le recomiendo una cierta preparación de contenidos básicos en su agenda.

Vamos por el segundo punto. En Cuba, es difícil que los presidentes de las Asambleas del Poder Popular, los antiguos alcaldes, se vayan a poner al servicio de los ciudadanos, porque estos no los eligen de manera democrática. Y no hay nada peor, para alguien que está al frente de los destinos de la administración, que saber que su poder está bloqueado, y que cumpliendo con una serie de órdenes jerárquicas, no tiene que dar explicaciones a nadie. Esa es la diferencia entre las dictaduras y las democracias. Casi nada.

Lograr una administración pública más eficiente es un objetivo fundamental. Para eso, hay que desprenderse de comportamientos burocráticos envilecidos por décadas de obediencia ideológica comunista, mejorar los sistemas de gestión y, sobre todo, lo más importante, establecer una clara distinción entre lo que debe ser el papel de la administración, como garante de servicios a los ciudadanos, y la empresa privada, cuya misión es producir para satisfacer necesidades de los consumidores.

No es difícil. A nivel local es donde se percibe con mayor detalle esa diferencia que en Cuba, por culpa de su régimen, es imposible. La mejora de la gestión pública local no debe ir acompañada de más estado, intervención, planificación y control público, sino de todo lo contrario. Como dijo la ministra Bolaños, la administración debe pagar y hacerlo a tiempo, para no trasladar efectos negativos a otras actividades. Gestionar bien el dinero. Los comunistas deberían saber que a nivel local, las fuerzas productivas de la empresa privada están mejor preparadas para atender las demandas de los consumidores y lo hacen de forma más eficiente. Las pautas comunistas citadas por Díaz-Canel relativas a "espíritu de colectividad, vinculación con la base y respeto a las consignas del partido", no sirven para llenar la cesta de la compra. Y eso ya deberían saberlo después de 60 años de fracasos.

Los gestores públicos democráticos escuchan a los ciudadanos, atienden sus demandas y lo hacen de forma eficiente, con los menores recursos posibles y dando en la diana. La transparencia es fundamental, y sobre todo, se debería explicar bien a los cubanos en qué se gasta el dinero que el estado detrae de los salarios miserables que perciben, porque nada es gratis, y al final el pago por medio de tasas y exacciones fiscales puede ser mucho más elevado que cuando los productos o servicios se prestan por empresas privadas.

Solo desde esta perspectiva, se podrá ganar esa “batalla económica” a la que tanto se refieren los comunistas en todos los discursos.

No me extraña que fracasen una y otra vez, con los planteamientos absurdos heredados de Fidel, como el de las “plantas proteicas”. Cómo si no interpretar ese "programa de autoabastecimiento municipal", que pretende un objetivo tan hilarante como “incrementar los rendimientos, además de la diversificación de los cultivos, en la meta de lograr 30 libras de viandas por habitante y cinco kilogramos de proteína animal”. Pero vamos a ver, ¿a quién en su sano juicio se le ocurre que haya que lograr esas cantidades de viandas y de proteína por persona? La gente, por suerte, es muy distinta en sus gustos y preferencias, y sus necesidades también son diferentes. Hay quienes, por ejemplo, no comen viandas, y prefieren pescado, y están los que tratan de adelgazar y se ponen a dieta. Todos tienen su derecho a elegir lo que crean más conveniente. ¿En qué cabeza de un planificador comunista caben los parámetros de este programa local que pretenden potenciar?

Lo mejor que pueden hacer es ir suprimiendo esta iniciativa, porque es absurda. Por culpa de programas absurdos como este, seguirán teniendo que importar los 2.000 millones anuales de dólares en alimentos que no produce la agricultura cubana. La batalla se gana poniendo la producción agropecuaria en manos privadas, en su totalidad. Permitan que la tierra productiva se pueda vender y comprar libremente para que los empresarios agrícolas tengan libertad para decidir la escala de sus producciones. Que puedan asociarse libremente con los inversores extranjeros. Y liberalicen los mercados de suministro de insumos, materias primas y productos fitosanitarios, y de comercialización, y verán. Díaz-Canel llama a estas reformas, neoliberales, pero tienen mucho de sentido común, y en el caso cubano, de necesidad.

Otro proyecto, el relativo al "comercio electrónico", con el “objetivo central de agilizar el servicio y reducir el manejo de efectivo en las transacciones, tanto de personas jurídicas como naturales”, es como el anterior del autoabastecimiento, de los que uno no puede parar de reír. ¿Para qué sirve el comercio electrónico, si los mercados están vacíos y no hay nada que comerciar? ¿En qué cabeza comunista ideologizada cabe proponer un proyecto de estas características si el acceso al internet en Cuba sigue siendo de los más bajos del mundo? ¿Quién va a pagar en un terminal de punto de venta, cuando los salarios no llegan ni para empezar? Cuando se observa que este tipo de cosas se plantean en Cuba, además en una situación especialmente grave como la actual, se empieza a dudar de la capacidad de los dirigentes del país.

Por último, los programas de desarrollo local también recibieron la atención de Díaz-Canel. Pero nada qué ver con lo que debe ser un programa de estas características. Una vez más, la excepción castrista, se empeña en dar forma a algo que está bien desarrollado a nivel internacional y de lo que se tiene abundante experiencia sobre su funcionamiento. Los 290 proyectos a los que hacen referencia, no pertenecen al desarrollo local, sino a otra cosa. La denominación es lo menos importante. El error conceptual puede conducir la fracaso de las políticas públicas.

A modo de conclusión, en contra de lo que dice Díaz-Canel, la batalla económica que afrontan los comunistas cubanos ni es compleja, ni exige grandes sacrificios, ni tampoco refuerzo de estructuras o medios de gestión. Para ganar esa batalla, lo imprescindible es tener ideas claras (como las tuvieron chinos y vietnamitas antes) y proponer un sistema de derechos de propiedad privada respetados jurídicamente para todos los cubanos en igualdad, libre empresa y mercado como instrumento de asignación de recursos. Una buena forma de iniciar este proceso podría ser a nivel local. Prueben. Están a tiempo.

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