Los comunistas hablando de cadena de valor: ¿pero saben de qué va?

Elías Amor Bravo, economista
El “santo grial” de la economía en tiempos de Díaz-Canel se llama “encadenamiento”. Una palabra complicada, que tiene poco o nulo recorrido en los manuales de economía al uso, pero que los comunistas cubanos quieren popularizar y que se conozca como ellos la entienden. Al fin y al cabo, abrigan no pocas esperanzas en que, al lograr esos encadenamientos, la economía mejore. Por ello, el diario oficial comunista ha dedicado dos artículos a este término, a los que en esta entrada del Blog vamos a hacer referencia.
Pues bien, la primera sorpresa que nos llevamos es que el encadenamiento se asocia a la cadena de valor, un concepto esencial en el funcionamiento de las economías capitalistas. La cadena de valor es un modelo teórico propuesto por primera vez por Michael Porter en 1985 en su manual ya clásico “Competitive Advantage: Creating and Sustaining Superior Performance” (que ha sido el principal referente para el desarrollo de las actividades de una organización empresarial generando valor al producto final.
No deja de ser interesante que el régimen comunista de La Habana apueste por este instrumento en la economía de la isla, en los tiempos que corren. Porter observaba la cadena de valor, que muy pronto se popularizó dentro de las técnicas de gestión de empresa, como una poderosa herramienta de análisis para la planificación estratégica, cuyo principal objetivo sería maximizar la creación de valor mientras se minimizan los costes. En suma, por medio de la cadena de valor, el encadenamiento, lo que se trata es de crear valor para el cliente, ya que ello se traduce en un margen mayor entre lo que se acepta pagar y los costos incurridos por adquirir la oferta. Es decir, más beneficios, más rentabilidad, más acumulación.
Extraña apuesta castrista por elementos que están proscritos en el nuevo texto constitucional aprobado hace unos meses, donde la riqueza aparece como objeto de delito en la economía socialista en la que el pueblo es propietario de los medios de producción.
Hay que advertir a los propagandistas del régimen, que no es compatible la cadena de valor, como instrumento de gestión, con una economía en la que no existe la titularidad privada de los medios de producción y en la que está prohibido acumular riqueza. En el ejemplo citado en Granma de la producción de muebles, si no existen móviles de rentabilidad, todo lo demás, relacionado con la fabricación de camas para las instalaciones turísticas, y las necesidades “de madera, herramientas para cortarla y darle forma, tornillos, pegamento, lijas, barniz o pintura, nasobucos, overoles, y muchos otros insumos más”, se quedan en solo eso, una descripción de procesos, y poco más.
Para que la cadena de valor funcione, es necesario que los “eslabones” sean rentables, obtengan beneficios y contraten personal especializado, agilizando los pedidos y eliminando los cuellos de botella que puedan aparecen en la logística de aprovisionamiento o la comercial. En definitiva, evitar paradas en la producción y conseguir que el producto llegue al mercado, en condiciones de calidad y precio aceptables para los clientes.
Y esto es así porque la cadena de valor ayuda precisamente a determinar aquellas actividades que reciben el nombre de core business o competencia distintiva de la empresa, precisamente las que le permiten generar una ventaja competitiva frente a otras. Conseguir una ventaja de mercado es lograr una rentabilidad relativa superior a los rivales en el sector industrial en el cual se compite, la cual debe ser sostenible en el tiempo. Es decir, el objetivo de rentabilidad es prioritario, y supone lograr de forma continua una diferencia entre los ingresos y los costos. Por ello, si la cadena de valor funciona correctamente, cada actividad realizada por la empresa debe generar el mayor ingreso posible, la mayor acumulación. En caso contrario, se tiene que reducir su coste, con el fin de obtener un margen superior al de los rivales.
El encadenamiento productivo que se busca en la economía castrista se basa en este modelo de gestión, que llevado a la práctica permite a los países desarrollarse y lo que es más importante, situar a los clientes en el centro de los procesos de elección. Son las empresas, principalmente las privadas que se mueven por el ánimo de lucro, las que logran identificar y promover la creación de nuevos sectores o ramas de producción sobre la base de una combinación eficiente entre las fortalezas del país y la evolución de la economía mundial. El estado no debe dedicarse a estas actividades, porque sus funciones están en otro ámbito distinto.
Además, surgen una serie de dudas relativas a la aplicación simple de esta técnica en la economía castrista. Por ejemplo, no es posible sustituir importaciones de forma general, ya que determinados eslabones de la cadena de valor se pueden encontrar en los mercados internacionales, y si se frena la importación, el encadenamiento fracasa. Situar una política económica que es propia de las decisiones empresariales individuales, en el marco de un Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030 es otro grave error, porque los encadenamientos en la economía de mercado libre surgen de forma espontánea entre las empresas, precisamente para aumentar los ingresos o reducir los costes, que son los móviles de la actuación empresarial.
La cadena de valor no tiene nada que ver ni con objetivos autárquicos trasnochados, como eso que denominan “la conquista de la total soberanía en producciones de ramas claves para el desarrollo de la Isla”, y tampoco va a ser la panacea para resolver el grave problema de los cobros y pagos entre empresas que existe en la economía castrista como consecuencia de la permanente escasez de liquidez provocada por la absorción masiva de recursos por el estado.
Tengo la sensación que con la cadena de valor y los encadenamientos, el régimen quiere construir la casa empezando por el techo, pero sin los cimientos adecuados para su sostén. Y este es un mal principio, porque actuando de este modo se pueden comprometer las ventajas de la cadena de valor, que las tiene, y acabar generando una insatisfacción entre los gestores empresariales al no conseguirse los resultados buscados.
Cadena de valor: bienvenida, pero en el marco de una economía de mercado libre en la que las empresas de titularidad privada se encarguen de la producción y atención de las necesidades de los consumidores. Este es el único camino posible que debe servir para construir unos cimientos sólidos, y no admite dilación. Lo demás vendrá después.

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