La participación que realmente se necesita de los trabajadores cubanos

Elías Amor Bravo, economista
Que alguien tan importante en la dirección política del régimen castrista, como Ulises Guilarte de Nacimiento, que aúna el ser miembro del Buró Político del Partido y secretario general de la CTC, la única organización sindical con autorización en la isla, salga a decir en Granma que “nadie mejor que nuestros trabajadores para sacar el mayor provecho a los recursos de que disponemos, porque son ellos quienes están en los lugares donde se produce” da una idea de la compleja e incierta situación en que se encuentra la economía cubana en este momento.
Fue el ministro de economía el primero en lanzar este órdago a los trabajadores cubanos, al insistir en su participación en la elaboración del Plan 2020, que este año ha seguido nuevos procedimientos descentralizados en el ámbito de las empresas. Ahora el dirigente sindical se expresa en los mismos términos, pero insiste en que el siguiente paso, una vez que el Plan está en marcha es que “el movimiento sindical asegure el proceso de cumplimiento del Plan de la Economía de 2020”.
Nadie puede estar en contra de que los trabajadores participen en la gestión de las empresas. Los japoneses fueron los primeros al apostar por los círculos de calidad. Les siguieron los alemanes. De hecho, los directivos de recursos humanos más competentes basan su actuación en el impulso de estrategias y planes para conseguir esa participación que, en el caso de las empresas occidentales, cubre aspectos tan variados como la negociación colectiva, condiciones de trabajo, retribuciones salariales, planes de formación y recualificación, contratación, carreras profesionales, políticas de retención de talento, y un sinfín de actuaciones tendentes a beneficiar el clima laboral en la empresa y con ello, mejorar su productividad y rentabilidad a medio y largo plazo. 
Ese es el éxito de la negociación colectiva y el diálogo social en la economía de mercado que no pueden entender los castristas. Que nada es gratis, y que si quieren participación hay que dar algo a cambio. Gracias a este tipo de políticas, las condiciones de vida y prosperidad de los trabajadores occidentales han mejorado notablemente en las últimas décadas en aquellos países en que se asienta este modelo.
En Cuba ha ocurrido justo lo contrario. La situación de los trabajadores se plasma en uno de los salarios nominales más bajos del mundo, sin que la justificación de las gratuidades asociadas a los logros de la revolución, convenzan a nadie de ese bajo nivel de poder adquisitivo que profundiza las bases de la desmotivación, el desafecto y la falta de oportunidades que existen en el mundo laboral de la Isla. Conseguir como quiere Guilarte que los “colectivos participen en la discusión del plan de la economía, dejando sus aportes” me temo que exige mucho más que llamados o tomas de posición.
Yo no creo, por ejemplo, que el desinterés de los trabajadores cubanos por sus empresas se encuentre en los “informes que se presentan por determinadas entidades a las asambleas laborales porque son esencialmente tecnocráticos, y no contribuyen a ilustrar dónde están las potencialidades”. Tampoco pienso que el trabajador cubano se sienta realmente dueño de su empresa, como reza la nueva constitución que otorga la propiedad de los medios de producción al pueblo. Y mucho menos entiendo que ese desinterés en participar y aportar sea una cuestión derivada de la actividad sindical. El sindicato puede forzar y obligar a la asistencia, pero de ahí a conseguir la participación, hay un trecho.
¿ A qué es debido ese trecho que preocupa a Guilarte? Cansancio y desmotivación. El trabajador cubano lleva 60 años “resolviendo”, es decir, empleando horas de su vida (incluso la laboral) para llevar algo a la mesa algo que comer, sacrificándose en colas absurdas para comprar cualquier cosa, o perdiendo el tiempo de su vida en los transportes de servicio público atestados o de pésima calidad, para acudir a sus puestos de trabajo. Y eso llega hasta un fin.
Querer cambiar esta situación, asegurando como dice Guilarte que “el movimiento sindical cubano es un baluarte de respaldo y compromiso con la Revolución, el cual debe expresarse en resultados que tributen al bienestar de nuestro pueblo en todos los órdenes” es una proclama que no va a ningún sitio y que, por el contrario, viene a reflejar la grave situación en que se encuentra la economía. Como si a los trabajadores cubanos les importasen algo los encadenamientos productivos, o sacar provecho de las “28 medidas aprobadas en 2019, para flexibilizar el desempeño de la empresa estatal socialista”.
Lo que muestran 60 años de marxismo y colectivismo impuestos por la fuerza en Cuba es que ningún trabajador se siente dueño de su destino, y mucho menos de empresas o centros de trabajo que pertenecen al estado, y que se manejan por personas de confianza del poder político y dirigentes vinculados a la seguridad del estado o el ejército. Prebendas y desigualdades jalonan el ámbito de las relaciones laborales en Cuba, el único país cuyo gobierno vende servicios profesionales a otros países como si se tratase de mercancía FOB en los puertos. Y lo que es peor, de los sueldos que cobran esos profesionales detrae cuantiosas cantidades, dejándoles tan solo unas dietas para sobrevivir, que son algo más elevadas que los 30 dólares al mes que se cobran en Cuba.
Con mimbres como estos, Guilarte utiliza la plataforma de Granma para decir “que el bien más preciado que posee el país es el capital humano formado a lo largo de más de seis décadas”. Si realmente creyese lo que dice, lo que tendría que hacer es defender un nuevo marco de relaciones laborales, siguiendo las recomendaciones que la OIT ha propuesto en varias ocasiones al régimen castrista, en el que los trabajadores, curiosamente, tienen una de las condiciones de vida menos favorables del mundo, como reflejan sus salarios, poder adquisitivo y estructura patrimonial (inexistente).
Guilarte no va a ningún sitio con sus demandas a los trabajadores para que propongan soluciones y saquen el mayor provecho de los recursos de que se disponen. Antes hay que hacer muchas cosas que no se han acometido y que, con el bloqueo ideológico del régimen, dudo que se hagan. La participación que verdaderamente se necesita de los trabajadores cubanos es la libertad, incluyendo su derecho de asociación, sindicación, elección de carrera y profesión, al tiempo libre y descanso sin interferencias ni guardias “revolucionarias” absurdas, al ejercicio de actividad por cuenta propia, la plena libertad de empresa y de proyecto de vida. Esa participación resulta esencial para la motivación y el progreso individual y colectivo. Los cubanos deben saber que otra política económica es posible. También en el ámbito de las relaciones laborales.

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