Díaz Canel se esconde detrás del "trabajo voluntario"

Elías Amor Bravo economista

Y luego dicen que el gobierno de Díaz Canel no es responsable del desastre económico nacional. Pues bien, todos los días nos dan ejemplo de ello. Ahora en Granma se hacen eco de una jornada de “trabajo voluntario” del dirigente comunista en el barrio habanero de Fontanar, en la Unidad Empresarial de Base (UEB) Granja Boyeros, perteneciente a la Empresa Agropecuaria Metropolitana. 

Allí acudió Díaz Canel para celebrar su propio 26 de julio, y lanzar un mensaje a “las generaciones de cubanos que vivimos jornadas de trabajo al pie del surco esas temporadas no se nos olvidarán jamás. Están en el centro de toda nostalgia, al tiempo de recordarnos que hacer con manos propias es una necesidad y un privilegio que Cuba merece tener”.

Tremendo. Si se lo cree, está perdido. Si no se lo cree, es un gran actor. Los que tenemos la edad de Díaz Canel pensamos en el trabajo voluntario como cualquier cosa, menos nostalgia. Una pesadilla coercitiva de un régimen que obligaba a todo el mundo a pensar y actuar de la misma forma.

El trabajo voluntario fue un instrumento comunista de coerción social implantado al comienzo mismo del proceso revolucionario para dividir a los cubanos. Los que iban al trabajo voluntario, eran los preferidos, los que merecían elogios y recompensas. Los que libremente mostraban su desacuerdo, eran calificados como gusanos, enemigos de la revolución y eran castigados profesional y socialmente. El castrismo era muy simple en este tipo de mecanismos de castigo y recompensa. O se estaba con él, o contra él. No había puntos intermedios.   

El trabajo voluntario, vinculado a la tierra, no consiguió incrementar la productividad y obtener más alimentos. Todo lo contrario. La obligación a personas sin conocimientos de agricultura, a trabajar en diversas tareas, muchas de ellas especializadas, hizo que los rendimientos de la producción cayeran en picado. Cualquier político responsable habría puesto freno de manera inmediata al trabajo voluntario al observar aquellos indicadores, pero Fidel Castro, que ya tenía en aquella época los millones de dólares del subsidio soviético, pensaba de otra forma. Y el trabajo voluntario no solo se mantuvo, sino que se especializó en la escuela al campo para los jóvenes de secundaria y granjas de la UMAP para homosexuales. Fueron los años de mayor crueldad del régimen comunista, así que ignoro qué nostalgia debe dar a Díaz Canel recordar aquellos dramas salvo que sea de espíritu masoquista. 

La crónica que hace Granma no tiene desperdicio, y presenta la jornada de Díaz Canel como un paseo en góndola por los canales de Venecia. Que si “una reconfortante mañana”, que si “un cierre con un encuentro distendido, marcado por la música, las fotografías que muchos jóvenes se tomaron con el presidente, y una alegría que nace del entendimiento mutuo, de sentir que se ha celebrado, de la mejor manera, un día especial de la historia patria”. Una forma de esconderse ante la realidad de detenciones y juicios sumarísimos a los que protestaron pacíficamente en las manifestaciones.

Además, el trabajo voluntario no es lo suyo. Y enseguida el acto vino trufado de elementos corporativos del régimen que se encuentra actualmente inmerso en una grave crisis. No sorprende que por allí pasara el Coordinador Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y Héroe de la República de Cuba, el ex espía, Gerardo Hernández Nordelo. Una presencia que se debe interpretar como un refuerzo del ala más dura del régimen a Díaz Canel, el aliento que necesita para proseguir con las detenciones y juicios sumarísimos a los manifestantes. Hubo, cómo no, alusiones a Fidel “que de acusado pasó a convertirse en defensor del pueblo a través de La historia me Absolverá” en una interpretación de hechos históricos como siempre manipulada e incierta.  

Pero lo mejor del paseo en góndola llegó cuando Díaz Canel quiso hablar del futuro.

Y ahí es donde se han encendido las alarmas, por su peligroso alejamiento de la realidad. El pacto con el sector duro comunista ha funcionado. Y Díaz Canel en lugar de hablar con el pueblo cubano para resolver la crisis, se encerró en los postulados que le han llevado al desastre. Tal vez un golpe de sol en la breve jornada de trabajo voluntario. Estas cosas pasan.

Lo más sorprendente es que fue entonces cuando citó el emprendimiento de los jóvenes, así como seguir propiciando más espacios de diálogo. El diálogo de siempre, el de “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”. Cuestionó “las dificultades que han estado enfrentando en medio de la COVID-19”, sin propiciar soluciones a las mismas y planteó “acrecentar el cimiento legal a todo lo que la sociedad emprenda; y seguir adelante en perfeccionar nuestros conceptos, nuestra cultura de administración pública y administración empresarial”.

De tanto hablar de empresas y empresarios, algunos se quedaron esperando alguna alusión al trabajo voluntario, pero solo hubo alguna referencia al “trabajo comunitario que siempre se ha desarrollado en la revolución; de hacer más eficiente a la empresa estatal socialista; de renovar las maneras de participación de la población; de renovar el papel de las organizaciones de masas”, al tiempo que insistió en “eliminar las causas que provocan la marginalidad, que provocan el delito, que provocan que haya personas vulnerables, que provoca que haya familias vulnerables”.

Luego habló de evitar que los niños no deserten de la escuela; para que no se conviertan en delincuentes; para que los jóvenes desvinculados del estudio y del trabajo no se conviertan en delincuentes, para añadir que “si alguno llega a delinquir, que tengamos un programa social en prisiones que sea capaz de transformarlo, y que después que salga de prisión la sociedad sea capaz de asimilarlo y ellos se puedan sentir en la sociedad avanzando y no retrocediendo”.

Después de citar los rasgos que nos distinguen introdujo el concepto de “resistencia creativa”, no entendida como apabullamiento, sino todo lo contrario: “resistir y ver cómo avanzo, cómo le arranco un pedacito a cada problema todos los días, cómo me multiplico, cómo crezco, cómo encuentro más rápido la prosperidad para mí y para todos”. No tienen remedio.

Según Díaz Canel, la resistencia creativa y la unidad “son las dos conquistas que quieren fragmentarnos, si potencian el odio, la división, si nos quitan la capacidad de resistir creativamente, entonces nos colonizan porque perdemos la identidad”. Ideas obsesivas y trasnochadas que tienen muy poco que ver con la realidad de los tiempos y las exigencias de una sociedad que está harta de tanta palabrería, y quiere hechos, como los que pidieron los manifestantes en las calles de San Antonio de los Baños.

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