La Asamblea Nacional, las cifras económicas y los “lineamientos” de Raúl Castro
Como casi siempre que las cuentas no salen, los malos pagadores recurren a cualquier argumento para esconder su fracaso. Esto es lo que ha hecho el ministro de Economía y Planificación de Cuba, Marino Murillo, al afirmar que “la economía cubana creció en 2010 un 2,1%, ligeramente superior al 1,9% que le atribuye el organismo de previsiones económicas en América Latina, CEPAL, en su último “Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe” que acaba de ser publicado.
La cifra en sí misma no es grave. ¿Qué más da que la economía aumente un 1,9% o un 2,1% cuando el problema es de grandes dimensiones? El hecho es que la economía de América Latina este año ha crecido alrededor del 6% y Cuba ha registrado menos de tres veces, lo que indica que no se ha beneficiado del clima expansivo que se observa en el continente. Lamentable.
No deja de ser curioso que, al igual que en los años 2005 y 2006 el régimen castrista vuelva a abrir un debate sobre el cálculo estadístico de las macromagnitudes económicas, y entre en enfrentamiento directo con CEPAL. Ya lo hizo, cuando apuntó crecimientos del 11% y superiores para la economía cubana, aduciendo determinadas imputaciones de ingresos que no se corresponden con sus valores reales de mercado. Con este tipo de actuaciones, Murillo lo que hace es reducir la escasa credibilidad que le queda a la economía cubana a nivel internacional, forzando a los analistas a interpretar, más que analizar de forma objetiva las cifras disponibles.
El ministro Murillo presentó estos resultados ante la Asamblea Nacional de Cuba, que comenzó este miércoles su segunda y última sesión del año para analizar los planes económicos para 2011 y el proyecto de reformas impulsado por el presidente Raúl Castro, presente hoy en la reunión parlamentaria.
En contra del mensaje triunfalista que cada año realizaban los antecesores en el cargo, esta vez el titular de Economía castrista utilizó un discurso lleno de mensajes contundentes y muy críticos para informar a los diputados de la Asamblea, sobre la evolución económica del país, insistiendo en que no se han cumplido los planes de inversión ni tampoco las previsiones de producción en varios capítulos, principalmente en el sector primario.
Saltándose el guión oficialista y la retórica de ejercicio anteriores, Murillo atribuyó la grave situación de la economía a la “improvisación”, “la falta de disciplina”, el “poco rigor”, “el “desorden en el manejo de los presupuestos” y en la falta de “análisis” para aprovechar coyunturas internacionales. En suma, una relectura precipitada de los “lineamientos” de Raúl Castro, y la actualización del mensaje económico que desde hace algún tiempo, ha pasado a cuestionar sin piedad las prácticas del pasado, como si realmente se hubiera producido cambio real en la política de la Isla.
Esa capacidad del castrismo para adaptarse a las condiciones de cada momento resulta envidiable, ya que los mismos que han llevado a la economía cubana al desastre, y Murillo es responsable principal de ello, no nos debe caber la menor duda, se jactan de decir públicamente que “hay que decir aquí con toda la franqueza que si no enderezamos la eficiencia del proceso inversionista y no enderezamos la eficiencia de los sectores primarios de la economía, no cumpliremos las metas de la proyección de la economía para el 2015”, como si fueran otros los que deben enderezar el rumbo de la nave.
Y también el mea culpa, pero con una suavidad que raya en la más repugnante hipocresía, al afirman que “también a nuestro departamento, como órgano rector de la economía, le ha faltado “exigencia” en el cumplimiento de las previsiones”.
Sin aportar nada nuevo, Murillo dijo ante los diputados de la Asamblea que “la economía no va a funcionar bien si no hay eficiencia en los sectores, agrícola, azucarero, alimentario y en el proceso inversionista”, y concretamente, refiriéndose a la industria alimentaria señaló que si no se cumplen las “previsiones el país tendrá que volver a destinar el año que viene 1.600 millones de dólares en importar productos para satisfacer la demanda interna del país”.
No me extraña después de este balance lúgubre, que ni siquiera fue transmitido en su totalidad por la televisión oficial, que el máximo responsable de la planificación económica en Cuba no se atreviera a dar las proyecciones de crecimiento económico del país para el próximo año. Ya lo ha hecho CEPAL, que anticipa un moderado aumento del PIB de tan sólo un 3% en 2011, muy por debajo de la media del conjunto de países de América Latina, y que vuelve a situar a Cuba nuevamente como una de las economías que menos crecen de la región.
Si los representantes de la Asamblea Nacional tomaran en cuenta lo que significa realmente esta situación, no deberían asentir sin más a las propuestas de ajustes económicos diseñado por el Gobierno de Raúl Castro para intentar superar la crítica situación económica del país, los famosos “lineamientos” que van a ser debatidos en las sesiones de estos días.
Aun hay tiempo para que los denominados representantes del pueblo cubano, los 600 diputados que integran la Asamblea Nacional, tomen conciencia de su papel y se opongan a la propuesta de cambios que se les formulan con los lineamientos. Una propuesta que pretende, sin abandonar la demencial planificación socialista, avanzar de forma muy limitada en la ampliación de la iniciativa privada en la isla, con un alto precio en términos de reducción del empleo estatal, eliminación de subsidios sociales excesivos o la aplicación de un nuevo régimen tributario, entre otros aspectos. Que van a provocar un notable deterioro en las ya de por sí graves condiciones de vida de los cubanos.
No hay que esperar al próximo congreso del partido único en abril de 2011 para aprobar este Programa de “lineamientos”. La Asamblea Nacional tiene en su mano frenar su aplicación, cuestionarlo por la gravedad de sus propuestas y las perjudiciales consecuencias que se derivan del mismo. Los “lineamientos” suponen más de lo mismo, pero con menos. Un régimen totalitario en lo político y económico, que no puede dar más de sí, porque la base de su funcionamiento, la planificación centralizada y la ausencia de propiedad privada, durante 51 años han sido un rotundo fracaso para Cuba y los cubanos. Es hora de enmendar esta situación. Los diputados de la Asamblea deberían entender su papel como defensores del bien común de todos los cubanos. ¿Lo harán?
La cifra en sí misma no es grave. ¿Qué más da que la economía aumente un 1,9% o un 2,1% cuando el problema es de grandes dimensiones? El hecho es que la economía de América Latina este año ha crecido alrededor del 6% y Cuba ha registrado menos de tres veces, lo que indica que no se ha beneficiado del clima expansivo que se observa en el continente. Lamentable.
No deja de ser curioso que, al igual que en los años 2005 y 2006 el régimen castrista vuelva a abrir un debate sobre el cálculo estadístico de las macromagnitudes económicas, y entre en enfrentamiento directo con CEPAL. Ya lo hizo, cuando apuntó crecimientos del 11% y superiores para la economía cubana, aduciendo determinadas imputaciones de ingresos que no se corresponden con sus valores reales de mercado. Con este tipo de actuaciones, Murillo lo que hace es reducir la escasa credibilidad que le queda a la economía cubana a nivel internacional, forzando a los analistas a interpretar, más que analizar de forma objetiva las cifras disponibles.
El ministro Murillo presentó estos resultados ante la Asamblea Nacional de Cuba, que comenzó este miércoles su segunda y última sesión del año para analizar los planes económicos para 2011 y el proyecto de reformas impulsado por el presidente Raúl Castro, presente hoy en la reunión parlamentaria.
En contra del mensaje triunfalista que cada año realizaban los antecesores en el cargo, esta vez el titular de Economía castrista utilizó un discurso lleno de mensajes contundentes y muy críticos para informar a los diputados de la Asamblea, sobre la evolución económica del país, insistiendo en que no se han cumplido los planes de inversión ni tampoco las previsiones de producción en varios capítulos, principalmente en el sector primario.
Saltándose el guión oficialista y la retórica de ejercicio anteriores, Murillo atribuyó la grave situación de la economía a la “improvisación”, “la falta de disciplina”, el “poco rigor”, “el “desorden en el manejo de los presupuestos” y en la falta de “análisis” para aprovechar coyunturas internacionales. En suma, una relectura precipitada de los “lineamientos” de Raúl Castro, y la actualización del mensaje económico que desde hace algún tiempo, ha pasado a cuestionar sin piedad las prácticas del pasado, como si realmente se hubiera producido cambio real en la política de la Isla.
Esa capacidad del castrismo para adaptarse a las condiciones de cada momento resulta envidiable, ya que los mismos que han llevado a la economía cubana al desastre, y Murillo es responsable principal de ello, no nos debe caber la menor duda, se jactan de decir públicamente que “hay que decir aquí con toda la franqueza que si no enderezamos la eficiencia del proceso inversionista y no enderezamos la eficiencia de los sectores primarios de la economía, no cumpliremos las metas de la proyección de la economía para el 2015”, como si fueran otros los que deben enderezar el rumbo de la nave.
Y también el mea culpa, pero con una suavidad que raya en la más repugnante hipocresía, al afirman que “también a nuestro departamento, como órgano rector de la economía, le ha faltado “exigencia” en el cumplimiento de las previsiones”.
Sin aportar nada nuevo, Murillo dijo ante los diputados de la Asamblea que “la economía no va a funcionar bien si no hay eficiencia en los sectores, agrícola, azucarero, alimentario y en el proceso inversionista”, y concretamente, refiriéndose a la industria alimentaria señaló que si no se cumplen las “previsiones el país tendrá que volver a destinar el año que viene 1.600 millones de dólares en importar productos para satisfacer la demanda interna del país”.
No me extraña después de este balance lúgubre, que ni siquiera fue transmitido en su totalidad por la televisión oficial, que el máximo responsable de la planificación económica en Cuba no se atreviera a dar las proyecciones de crecimiento económico del país para el próximo año. Ya lo ha hecho CEPAL, que anticipa un moderado aumento del PIB de tan sólo un 3% en 2011, muy por debajo de la media del conjunto de países de América Latina, y que vuelve a situar a Cuba nuevamente como una de las economías que menos crecen de la región.
Si los representantes de la Asamblea Nacional tomaran en cuenta lo que significa realmente esta situación, no deberían asentir sin más a las propuestas de ajustes económicos diseñado por el Gobierno de Raúl Castro para intentar superar la crítica situación económica del país, los famosos “lineamientos” que van a ser debatidos en las sesiones de estos días.
Aun hay tiempo para que los denominados representantes del pueblo cubano, los 600 diputados que integran la Asamblea Nacional, tomen conciencia de su papel y se opongan a la propuesta de cambios que se les formulan con los lineamientos. Una propuesta que pretende, sin abandonar la demencial planificación socialista, avanzar de forma muy limitada en la ampliación de la iniciativa privada en la isla, con un alto precio en términos de reducción del empleo estatal, eliminación de subsidios sociales excesivos o la aplicación de un nuevo régimen tributario, entre otros aspectos. Que van a provocar un notable deterioro en las ya de por sí graves condiciones de vida de los cubanos.
No hay que esperar al próximo congreso del partido único en abril de 2011 para aprobar este Programa de “lineamientos”. La Asamblea Nacional tiene en su mano frenar su aplicación, cuestionarlo por la gravedad de sus propuestas y las perjudiciales consecuencias que se derivan del mismo. Los “lineamientos” suponen más de lo mismo, pero con menos. Un régimen totalitario en lo político y económico, que no puede dar más de sí, porque la base de su funcionamiento, la planificación centralizada y la ausencia de propiedad privada, durante 51 años han sido un rotundo fracaso para Cuba y los cubanos. Es hora de enmendar esta situación. Los diputados de la Asamblea deberían entender su papel como defensores del bien común de todos los cubanos. ¿Lo harán?
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