Un balance de la economía cubana en 2010
Nos estamos acercando al final del año y la economía cubana, no cabe duda, se ha convertido en uno de los asuntos principales de la agenda política del régimen. Seguramente, se podrá recordar de dónde viene toda esta historia. Poco después del relevo de Fidel Castro, tras su agónica enfermedad, Raúl Castro al asumir las funciones directivas, encargó la realización de un amplio número de encuestas en las que participó un gran número de ciudadanos en los distintos mecanismos que el régimen dispone para este tipo de consultas. No me cabe la menor duda que aquella información, una vez procesada y analizada, debió causar una gran preocupación al nuevo dirigente del comunismo castrista, que si bien hasta entonces había liderado parcelas importantes del Estado, no debía tener un conocimiento tan directo, como su enfermo hermano, de lo que estaba sucediendo realmente en el país. O al menos, no lo demostró.
El caso es que en poco tiempo, para lo que cuesta poner en marcha alguna iniciativa en la pesada estructura del régimen castrista, se empezaron a tomar medidas de "refresco" de una economía obsoleta, agresiva con los ciudadanos e ineficiente. Esta idea de improductividad, de escasez, de pésima gestión de la planificación ha estado gravitando sobre todo el conjunto de medidas que se han ido implementando rumbo a lo desconocido. Porque lo cierto es que, de aplicarse en su totalidad, el plan anunciado días atrás con el título de "Lineamientos" la economía cubana se adentrará en una senda desconocida, de la que los economistas no poseemos información de contraste, por lo que cabe suponer que, al final, todo va a quedar más o menos como está, igual de mal.
Durante todo 2010, la economía cubana se ha encontrado en una fase de estancamiento y crisis, con un ritmo de crecimiento según CEPAL del 1,9%, que las autoridades elevan discretamente al 2,1% mientras que América Latina lo hace a un 6% en promedio regional. Disparidades de esta magnitud apuntan al fin de un modelo económico que se pretende "reformar" para que siga siendo socialista, pero no igualitario, y en el que propiedad privada y acumulación sigan siendo actividades objeto de contestación social, sin espacio ni legitimidad para su desarrollo.
Las necesidades financieras de una economía incapaz de producir con sus recursos lo que necesita adquirir del exterior, se han visto suavizadas por la mejoría de la actividad turística y un mayor dinamismo de las remesas de las familias. Pero las empresas extranjeras que operan en la Isla siguen teniendo dificultades para repatriar sus beneficios a las casas centrales, haciendo muy injustificada la apuesta por la economía cubana.
Y al final, los cubanos de a pie, los que viven al margen del área privilegiada donde circulan las monedas fuertes, han visto como su nivel de vida, ya de por si muy bajo, vuelve a reducirse, con la supresión de subsidios a los alimentos y a determinados productos y servicios, consecuencia de la agonía financiera del régimen. La destrucción continúa avanzando, el capital físico del país sin posibilidades de recuperación a medio plazo, con las tasas más bajas de formación bruta de capital fijo sobre el PIB de toda la economía de América Latina. Sin confianza en los fincieros internacionales, con cada vez menor apoyo del petrodólar de Venezuela, también en crisis, el castrismo raulista da un salto en el vacío y anuncia unos "lineamientos" que solo sirven para trasladar al exterior una imagen de renovación que es falsa, y que no van a permitir desplegar las extraordinarias potencialidades de la economía cubana, que son muchas, pero que el sistema de planificación central sin propiedad privada, limita y elimina.
Además, los "lineamientos" revelan un conflicto a nivel político en su redacción, entre quienes adoptan una clara posición conservadora de los principios ideológicos de una revolución a la deriva, y los que creen que hace falta modernizar la economía con medidas de contenido liberalizador y avanzado. Raúl Castro, que asume el papel de funambulista líder de un circo de trapecistas sin conocimientos básicos de las reglas de funcionamiento de la economía, se mostró en la Asamblea Nacional más reformista que nadie, al declarar que "nos encontramos al borde del precipicio" y que "hace falta cambiar", cuando la realidad es que desde hace décadas la economía cubana ya cayó al abismo y es incapaz de salir de él con sus dirigentes.
Así que termina 2010 peor que como empezó. Con los cubanos que van a ser despedidos sometidos a un estress e incertidumbre muy notables sobre su futuro, mientras que los más de 100.000 que según fuentes oficiales han solicitado licencias para establecerse por cuenta propia, siguen sufriendo los retrasos y la ineptitud de una burocracia asfixiante y que ha vivido históricamente a la sombra de una ideología que ya no sirve para seguir adelante.
Lo peor está por venir. Nada bueno hay que imaginar de todas estas medidas, muchas de las cuáles son impracticables en vida de Raúl Castro, y de difícil encaje legal y administrativo. Casi seguro 2011, en materia de gestión económica va a ser un año muy convulso para Cuba y los cubanos. Por lo pronto, la Isla seguirá estando al margen de la fuerte expansión que registra la economía de América Latina, según confirma CEPAL, y nada hace presagiar que las cosas vayan a ir mejor. Cierra 2010 y nada bueno podemos apuntar, pero nos preocupa mucho más 2011. Seguiremos atentos a lo que ha de venir.
Como esta es mi última colaboración en este 2010, mis felicitaciones para todos.
El caso es que en poco tiempo, para lo que cuesta poner en marcha alguna iniciativa en la pesada estructura del régimen castrista, se empezaron a tomar medidas de "refresco" de una economía obsoleta, agresiva con los ciudadanos e ineficiente. Esta idea de improductividad, de escasez, de pésima gestión de la planificación ha estado gravitando sobre todo el conjunto de medidas que se han ido implementando rumbo a lo desconocido. Porque lo cierto es que, de aplicarse en su totalidad, el plan anunciado días atrás con el título de "Lineamientos" la economía cubana se adentrará en una senda desconocida, de la que los economistas no poseemos información de contraste, por lo que cabe suponer que, al final, todo va a quedar más o menos como está, igual de mal.
Durante todo 2010, la economía cubana se ha encontrado en una fase de estancamiento y crisis, con un ritmo de crecimiento según CEPAL del 1,9%, que las autoridades elevan discretamente al 2,1% mientras que América Latina lo hace a un 6% en promedio regional. Disparidades de esta magnitud apuntan al fin de un modelo económico que se pretende "reformar" para que siga siendo socialista, pero no igualitario, y en el que propiedad privada y acumulación sigan siendo actividades objeto de contestación social, sin espacio ni legitimidad para su desarrollo.
Las necesidades financieras de una economía incapaz de producir con sus recursos lo que necesita adquirir del exterior, se han visto suavizadas por la mejoría de la actividad turística y un mayor dinamismo de las remesas de las familias. Pero las empresas extranjeras que operan en la Isla siguen teniendo dificultades para repatriar sus beneficios a las casas centrales, haciendo muy injustificada la apuesta por la economía cubana.
Y al final, los cubanos de a pie, los que viven al margen del área privilegiada donde circulan las monedas fuertes, han visto como su nivel de vida, ya de por si muy bajo, vuelve a reducirse, con la supresión de subsidios a los alimentos y a determinados productos y servicios, consecuencia de la agonía financiera del régimen. La destrucción continúa avanzando, el capital físico del país sin posibilidades de recuperación a medio plazo, con las tasas más bajas de formación bruta de capital fijo sobre el PIB de toda la economía de América Latina. Sin confianza en los fincieros internacionales, con cada vez menor apoyo del petrodólar de Venezuela, también en crisis, el castrismo raulista da un salto en el vacío y anuncia unos "lineamientos" que solo sirven para trasladar al exterior una imagen de renovación que es falsa, y que no van a permitir desplegar las extraordinarias potencialidades de la economía cubana, que son muchas, pero que el sistema de planificación central sin propiedad privada, limita y elimina.
Además, los "lineamientos" revelan un conflicto a nivel político en su redacción, entre quienes adoptan una clara posición conservadora de los principios ideológicos de una revolución a la deriva, y los que creen que hace falta modernizar la economía con medidas de contenido liberalizador y avanzado. Raúl Castro, que asume el papel de funambulista líder de un circo de trapecistas sin conocimientos básicos de las reglas de funcionamiento de la economía, se mostró en la Asamblea Nacional más reformista que nadie, al declarar que "nos encontramos al borde del precipicio" y que "hace falta cambiar", cuando la realidad es que desde hace décadas la economía cubana ya cayó al abismo y es incapaz de salir de él con sus dirigentes.
Así que termina 2010 peor que como empezó. Con los cubanos que van a ser despedidos sometidos a un estress e incertidumbre muy notables sobre su futuro, mientras que los más de 100.000 que según fuentes oficiales han solicitado licencias para establecerse por cuenta propia, siguen sufriendo los retrasos y la ineptitud de una burocracia asfixiante y que ha vivido históricamente a la sombra de una ideología que ya no sirve para seguir adelante.
Lo peor está por venir. Nada bueno hay que imaginar de todas estas medidas, muchas de las cuáles son impracticables en vida de Raúl Castro, y de difícil encaje legal y administrativo. Casi seguro 2011, en materia de gestión económica va a ser un año muy convulso para Cuba y los cubanos. Por lo pronto, la Isla seguirá estando al margen de la fuerte expansión que registra la economía de América Latina, según confirma CEPAL, y nada hace presagiar que las cosas vayan a ir mejor. Cierra 2010 y nada bueno podemos apuntar, pero nos preocupa mucho más 2011. Seguiremos atentos a lo que ha de venir.
Como esta es mi última colaboración en este 2010, mis felicitaciones para todos.
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