De usureros medievales al castrismo del siglo XXI
La reunión ampliada del Consejo de Ministros del pasado 25 dio mucho juego en materia de asuntos económicos. Al margen del absoluto desconocimiento de los principios básicos de funcionamiento de una economía que desea crecer y hacerlo de forma adecuada, los dirigentes del régimen anunciaron medidas que van, justamente, en la dirección contraria. Me explico una vez más.
Leo con sorpresa en el artículo publicado en Granma y titulado “Aboga Raúl por continuar rescatando la disciplina” que el Consejo de Ministros “aprobó la política bancaria y de créditos para las personas naturales, la cual respalda la actualización del modelo económico cubano”.
Conviene recordar que el sistema financiero actual cubano es muy primitivo e ineficiente. No fue siempre así. Cuba tuvo en los orígenes de la República un potente sistema bancario que, por desgracia, entró en crisis tras la depresión provocada por la finalización de la primera guerra mundial. Fue entonces cuando tuvo lugar una notable entrada de capital extranjero en la banca que supuso una notable modernización del sector, con la aplicación de técnicas avanzadas en la valoración del riesgo y las oportunidades. Fue en aquellos tiempos cuando se empezó a gestar la creación de un Banco nacional que finalmente vio la luz en 1950. Un Banco que se desempeñó en funciones realmente complejas y de envergadura, relacionadas con el control monetario, la política de inversiones o los mercados de futuros. Técnicas que, incluso en la actualidad, nos parecen avanzadas.
Por eso, cuando en 1959 Fidel Castro empezó a destruir la riqueza física de la economía cubana, con las confiscaciones y expropiaciones masivas, el marco de funcionamiento del sistema financiero se vio trastocado, y más aún, cuando el fatal decreto de cambio de moneda dejó a miles de ciudadanos sin sus ahorros de toda la vida. Los bancos, en su mayoría privados, pasaron a manos del Estado, y su existencia y funcionamiento dejó de ser la normal de un sistema económico para convertirse con el paso del tiempo en entidades ineficientes, burocráticas, primitivas y de escasa capacidad de gestión.
Una economía, como la marxista instalada en Cuba desde los años 60, que penaliza la acumulación de capital, la creación de riqueza, la propiedad privada o los valores del emprededurismo, no puede tener una valoración favorable de la actividad bancaria y financiera. Y de hecho así ha sido durante décadas.
Por eso, ahora, al despertar a una realidad incómoda, el régimen anuncia una serie de medidas financieras, entre las que se incluye: “otorgar créditos a los productores agropecuarios para la compra de medios de trabajo e insumos en las unidades de comercio minorista, con el objetivo de elevar la producción de alimentos del país; conceder préstamos a las personas autorizadas a ejercer el trabajo por cuenta propia para financiar el capital de trabajo y las inversiones mediante la compra de bienes, insumos y equipos; y permitir que los cuentapropistas vendan productos y servicios a las entidades estatales, previo contrato entre las partes”.
Si no he leído mal, el régimen quiere conceder préstamos a productores agropecuarios y cuentapropistas para que puedan desplegar sus actividades básicamente para la compra de insumos y bienes de equipo, es decir, medios de producción. La partitura no es mala. Pero como sucede con otras tantas iniciativas, la música suena muy desafinada. Me explico.
Cualquier persona sabe que la actividad bancaria, regular y ordinaria, se basa en el cálculo exacto de los riesgos y las oportunidades que se derivan de la anticipación de un capital a un individuo que desea hacer algo en lo que cree y que le motiva. Para poder anticipar ese capital, el banco, si no es irresponsable, debe estudiar con mucho detalle la solvencia financiera del que pide el préstamo y la naturaleza de la actividad que desea emprender. En todo caso, una vez estudiados los elementos de solvencia, le solicitará los correspondientes avales que cubran, como mínimo, una parte del capital requerido.
¿Quién puede presentar avales actualmente en Cuba? Como no se trate de esos préstamos ad honore que se conceden en algunas universidades para la realización de estudios de posgrado (y que en general suelen ir avalados por los padres o los ahorros), no existen muchas experiencias al respecto, ni siquiera de los conocidos microcréditos, que se regulan de forma similar allí donde se practican. En ausencia de un marco de derechos de propiedad, en el que la propiedad privada se encuentre garantizada por las Leyes, cualquier acción financiera o crediticia se convierte en una actividad de alto riesgo.
Para poder desarrollar cualquier actividad económica, las empresas requieren financiación, si no cuentan con recursos propios suficientes. Pero esa financiación debe estar avalada por derechos de propiedad, y además, las ventas esperadas del negocio una vez deducidos los costes, debe permitir generar unas ganancias suficientes para atender los pagos de intereses del préstamo y en su caso, la devolución del principal. Ganancias que, gestionadas debidamente, deben servir para aumentar la escala de la empresa, favoreciendo su competitividad y crecimiento, por lo que la obtención de financiación al siguiente período no solo le resultará más fácil, sino que podrá obtener más y en mejores condiciones.
¿Ha pensado en esto el gobierno de Raúl Castro? Mucho me temo que no. Es muy complejo de entender para burócratas estalinistas que penalizan y criminalizan la propiedad privada y su acumulación y crecimiento en pleno siglo XXI.
¿Saben que va a ocurrir si este proceso se implementa en los términos tan generales que se han expuesto por el régimen castrista? Que la “burbuja” financiera y crediticia explotará y muchos de los productores agropecuarios y cuentapropistas no podrán devolver los préstamos, viéndose obligados a poner punto y final a sus actividades.
Los usureros medievales trabajaban de este modo, y hacían un gran servicio a sus señores que les recompensaban adecuadamente por ello. Tal vez ese papel ahora le corresponda al Banco Central de Cuba, al que el régimen autoriza a “seguir fortaleciendo su papel dentro de nuestra economía”. Ni que decir tiene que el Banco no va a poder con todo, y supondrá más endeudamiento, que es un lastre para una economía que quiere despegar. Mal comienzo, y mal final, otra vía más para el fracaso de los “Lineamientos”.
Leo con sorpresa en el artículo publicado en Granma y titulado “Aboga Raúl por continuar rescatando la disciplina” que el Consejo de Ministros “aprobó la política bancaria y de créditos para las personas naturales, la cual respalda la actualización del modelo económico cubano”.
Conviene recordar que el sistema financiero actual cubano es muy primitivo e ineficiente. No fue siempre así. Cuba tuvo en los orígenes de la República un potente sistema bancario que, por desgracia, entró en crisis tras la depresión provocada por la finalización de la primera guerra mundial. Fue entonces cuando tuvo lugar una notable entrada de capital extranjero en la banca que supuso una notable modernización del sector, con la aplicación de técnicas avanzadas en la valoración del riesgo y las oportunidades. Fue en aquellos tiempos cuando se empezó a gestar la creación de un Banco nacional que finalmente vio la luz en 1950. Un Banco que se desempeñó en funciones realmente complejas y de envergadura, relacionadas con el control monetario, la política de inversiones o los mercados de futuros. Técnicas que, incluso en la actualidad, nos parecen avanzadas.
Por eso, cuando en 1959 Fidel Castro empezó a destruir la riqueza física de la economía cubana, con las confiscaciones y expropiaciones masivas, el marco de funcionamiento del sistema financiero se vio trastocado, y más aún, cuando el fatal decreto de cambio de moneda dejó a miles de ciudadanos sin sus ahorros de toda la vida. Los bancos, en su mayoría privados, pasaron a manos del Estado, y su existencia y funcionamiento dejó de ser la normal de un sistema económico para convertirse con el paso del tiempo en entidades ineficientes, burocráticas, primitivas y de escasa capacidad de gestión.
Una economía, como la marxista instalada en Cuba desde los años 60, que penaliza la acumulación de capital, la creación de riqueza, la propiedad privada o los valores del emprededurismo, no puede tener una valoración favorable de la actividad bancaria y financiera. Y de hecho así ha sido durante décadas.
Por eso, ahora, al despertar a una realidad incómoda, el régimen anuncia una serie de medidas financieras, entre las que se incluye: “otorgar créditos a los productores agropecuarios para la compra de medios de trabajo e insumos en las unidades de comercio minorista, con el objetivo de elevar la producción de alimentos del país; conceder préstamos a las personas autorizadas a ejercer el trabajo por cuenta propia para financiar el capital de trabajo y las inversiones mediante la compra de bienes, insumos y equipos; y permitir que los cuentapropistas vendan productos y servicios a las entidades estatales, previo contrato entre las partes”.
Si no he leído mal, el régimen quiere conceder préstamos a productores agropecuarios y cuentapropistas para que puedan desplegar sus actividades básicamente para la compra de insumos y bienes de equipo, es decir, medios de producción. La partitura no es mala. Pero como sucede con otras tantas iniciativas, la música suena muy desafinada. Me explico.
Cualquier persona sabe que la actividad bancaria, regular y ordinaria, se basa en el cálculo exacto de los riesgos y las oportunidades que se derivan de la anticipación de un capital a un individuo que desea hacer algo en lo que cree y que le motiva. Para poder anticipar ese capital, el banco, si no es irresponsable, debe estudiar con mucho detalle la solvencia financiera del que pide el préstamo y la naturaleza de la actividad que desea emprender. En todo caso, una vez estudiados los elementos de solvencia, le solicitará los correspondientes avales que cubran, como mínimo, una parte del capital requerido.
¿Quién puede presentar avales actualmente en Cuba? Como no se trate de esos préstamos ad honore que se conceden en algunas universidades para la realización de estudios de posgrado (y que en general suelen ir avalados por los padres o los ahorros), no existen muchas experiencias al respecto, ni siquiera de los conocidos microcréditos, que se regulan de forma similar allí donde se practican. En ausencia de un marco de derechos de propiedad, en el que la propiedad privada se encuentre garantizada por las Leyes, cualquier acción financiera o crediticia se convierte en una actividad de alto riesgo.
Para poder desarrollar cualquier actividad económica, las empresas requieren financiación, si no cuentan con recursos propios suficientes. Pero esa financiación debe estar avalada por derechos de propiedad, y además, las ventas esperadas del negocio una vez deducidos los costes, debe permitir generar unas ganancias suficientes para atender los pagos de intereses del préstamo y en su caso, la devolución del principal. Ganancias que, gestionadas debidamente, deben servir para aumentar la escala de la empresa, favoreciendo su competitividad y crecimiento, por lo que la obtención de financiación al siguiente período no solo le resultará más fácil, sino que podrá obtener más y en mejores condiciones.
¿Ha pensado en esto el gobierno de Raúl Castro? Mucho me temo que no. Es muy complejo de entender para burócratas estalinistas que penalizan y criminalizan la propiedad privada y su acumulación y crecimiento en pleno siglo XXI.
¿Saben que va a ocurrir si este proceso se implementa en los términos tan generales que se han expuesto por el régimen castrista? Que la “burbuja” financiera y crediticia explotará y muchos de los productores agropecuarios y cuentapropistas no podrán devolver los préstamos, viéndose obligados a poner punto y final a sus actividades.
Los usureros medievales trabajaban de este modo, y hacían un gran servicio a sus señores que les recompensaban adecuadamente por ello. Tal vez ese papel ahora le corresponda al Banco Central de Cuba, al que el régimen autoriza a “seguir fortaleciendo su papel dentro de nuestra economía”. Ni que decir tiene que el Banco no va a poder con todo, y supondrá más endeudamiento, que es un lastre para una economía que quiere despegar. Mal comienzo, y mal final, otra vía más para el fracaso de los “Lineamientos”.
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