La burocracia castrista contra los "Lineamientos" de Raúl Castro: un ejemplo de Granma
En las economías estalinistas, donde la planificación burocrática asume el rango de ser superior al resto de los mortales y trata de ordenar el proceso de desenvolvimiento de los agentes económicos y sociales con mecanismos ajenos al funcionamiento libre de los precios, la ineficacia suele ser la norma. Los ejemplos no nos faltan.
Día sí día no, en el diario oficial del régimen castrista, Granma, nos obsequian con reportajes que nos muestran cuál es el origen del actual desastre de la economía castrista, y su incapacidad para dar de comer a la población.
En esencia, ya no sólo han dedicado esfuerzos y energías a diseñar instrumentos de planificación económica que no van a ningún sitio, sino que además, los organismos que han creado bajo ese modelo enloquecido, no sólo son ineficientes, sino que tampoco han servido para nada y pueden llegar a convertirse en auténticos obstáculos para el éxito de los “Lineamientos” de Raúl Castro.
Granma publica un artículo titulado “Servir y lucir, ambos a la vez”, escrito por Livia Rodríguez y Anneris Ivette Leyva. El artículo presenta al denominado Instituto de Planificación Física, IPF, como el “organismo rector” encargado de conseguir que los espacios públicos “dejen de ser ferias del caos”, según descripción textual de las autoras. En esencia, este Instituto es algo así como el responsable de conseguir una armonía entre los espacios urbanos, comerciales, calles y espacios naturales en las ciudades.
Según las autoras, el IPF está plenamente justificado en el momento actual, “por la fuerza y celeridad, procesos de actualizaciones y reacomodos como el que lleva a cabo nuestro país (…) lo que pudiera quebrantar esa imagen común y balanceada que caracteriza a los territorios, si en medio de tantas batallas no se incluye, como una más, el respeto al entorno que nos rodea, preciso en colores, tamaños y geometría”.
Así que trabas y más trabas, obstáculos y más frenos al desarrollo de la actividad económica. Ojo los extranjeros se someten igualmente a este IPF, cuya preocupación es que, al parecer, son muy pocos los nuevos cuentapropistas que se dirigen a sus oficinas a obtener los correspondientes permisos y autorizaciones, así que este artículo viene a ser como una “advertencia” a los que no cumplen con la norma.
Incluso se denuncian “violaciones de este tipo” por empresas estatales. Increíble, no les parece. Los que tienen que dar ejemplo, se lo pasan por el forro.
La verdad es que cuando uno presta atención a este tipo de artículos, se tiene la sensación de que están hablando de otro mundo. Las articulistas hablan de que “la propiedad de un inmueble no da derecho sobre la imagen colectiva de la ciudad”. ¿De qué propiedad? De la estatal, evidentemente. El único que puede tener activos en Cuba bajo el castrismo, el primer incumplidor de la normativa.
Es asombroso que este IPF tenga que decir obviedades que en cualquier economía de mercado libre son práctica cotidiana, porque el respeto de lo ajeno es fundamental para la actuación de los agentes. En una economía privada de mercado no hace falta advertir contra el uso de “materiales constructivos obtenidos de forma lícita”, o del “uso de mesetas y mostradores móviles, no permanentes para cafeterías e jardines”, tampoco se pueden “ocupar libremente terrenos ociosos, porque siempre hay alguien que responde del derecho de propiedad”, los carteles se sitúan donde se deben ubicar y con la actividad que se realiza.
En cualquier ciudad europea o de América Latina, los centros comerciales son muy bellos, se encuentran perfectamente ordenados, ofrecen servicios a los clientes y nadie tiene que planificar, ni regular, ni ordenar nada. No pierdan el tiempo. Se dedican a perderse por las ramas sin advertir que el bosque es mucho más sencillo. Lo único que les preocupa a estos burócratas es como impedir, frenar, controlar y limitar la libre iniciativa, poniendo en todo caso multas, sanciones y todo tipo de medidas represivas.
Lamentablemente así es como funciona el régimen castrista. Y créanme, sacudirse esta herencia de encima, no va a ser fácil.
Lo mejor que podría hacer el IPF es cerrar sus puertas, al igual que otros muchos institutos burocráticos que no sirven para nada y que lo que hacen es consumir el escaso presupuesto que tiene la economía castrista. Ahí es donde se les ve el plumero. Por qué no cierran el IPF y dejan de causar molestias con sus prohibiciones y majaderías, y advertencias de demolición.
Cuando yo veo las imágenes de aquella La Habana de los años 50 y sus calles repletas de comercios y de establecimientos acreditados, no puedo menos que sentir una gran admiración por aquellos antepasados que hicieron grande la economía cubana. Los 51 años de castrismo han hecho desaparecer aquel espíritu emprendedor con instrumentos de control burocrático como este IPF que no contento con servicios centrales tiene direcciones provinciales y un montón de aparatos municipales de control. Increíble. ¿A dónde vamos a parar?
Las medidas del raulismo contenidas en los “Lineamientos” hablan de promover la actividad emprendedora de los cuenta propistas, pero luego llegan “institutos” como éste y obligan a una guarapera de una CCS a modificar su proyecto de negocio por una serie de lindezas, que si los materiales no son los adecuados o que se ocupa más espacio del permitido. Y cito textualmente porque no tiene desperdicio “porque transforma el sitio desde el punto de vista de la expresión urbana”.
Pobres cuenta propistas cubanos. Lo suyo es un vía crucis que no conduce a la salvación, sino al desastre. Lo dicho. Echando la culpa a la población y a la ciudadanía del incumplimiento y lo permisible, no hacen otra cosa que confirmar que todo el sistema se debe caer por su propio peso. Cuando la sociedad no cumple unas normas, además impuestas, alguien se debe preocupar de explicar por qué.
Colgar un cartel en un sitio o ocupar más espacio del permitido, pueden ser graves delitos para el castrismo, pero dar de comer a toda la población puede ser, qué duda cabe, menos importante. Toda una lección de economía práctica y permítanme de nuevo que me ría a carcajadas.
Tomado de: (www.miscelaneasdecuba.net).-
Día sí día no, en el diario oficial del régimen castrista, Granma, nos obsequian con reportajes que nos muestran cuál es el origen del actual desastre de la economía castrista, y su incapacidad para dar de comer a la población.
En esencia, ya no sólo han dedicado esfuerzos y energías a diseñar instrumentos de planificación económica que no van a ningún sitio, sino que además, los organismos que han creado bajo ese modelo enloquecido, no sólo son ineficientes, sino que tampoco han servido para nada y pueden llegar a convertirse en auténticos obstáculos para el éxito de los “Lineamientos” de Raúl Castro.
Granma publica un artículo titulado “Servir y lucir, ambos a la vez”, escrito por Livia Rodríguez y Anneris Ivette Leyva. El artículo presenta al denominado Instituto de Planificación Física, IPF, como el “organismo rector” encargado de conseguir que los espacios públicos “dejen de ser ferias del caos”, según descripción textual de las autoras. En esencia, este Instituto es algo así como el responsable de conseguir una armonía entre los espacios urbanos, comerciales, calles y espacios naturales en las ciudades.
Según las autoras, el IPF está plenamente justificado en el momento actual, “por la fuerza y celeridad, procesos de actualizaciones y reacomodos como el que lleva a cabo nuestro país (…) lo que pudiera quebrantar esa imagen común y balanceada que caracteriza a los territorios, si en medio de tantas batallas no se incluye, como una más, el respeto al entorno que nos rodea, preciso en colores, tamaños y geometría”.
Así que trabas y más trabas, obstáculos y más frenos al desarrollo de la actividad económica. Ojo los extranjeros se someten igualmente a este IPF, cuya preocupación es que, al parecer, son muy pocos los nuevos cuentapropistas que se dirigen a sus oficinas a obtener los correspondientes permisos y autorizaciones, así que este artículo viene a ser como una “advertencia” a los que no cumplen con la norma.
Incluso se denuncian “violaciones de este tipo” por empresas estatales. Increíble, no les parece. Los que tienen que dar ejemplo, se lo pasan por el forro.
La verdad es que cuando uno presta atención a este tipo de artículos, se tiene la sensación de que están hablando de otro mundo. Las articulistas hablan de que “la propiedad de un inmueble no da derecho sobre la imagen colectiva de la ciudad”. ¿De qué propiedad? De la estatal, evidentemente. El único que puede tener activos en Cuba bajo el castrismo, el primer incumplidor de la normativa.
Es asombroso que este IPF tenga que decir obviedades que en cualquier economía de mercado libre son práctica cotidiana, porque el respeto de lo ajeno es fundamental para la actuación de los agentes. En una economía privada de mercado no hace falta advertir contra el uso de “materiales constructivos obtenidos de forma lícita”, o del “uso de mesetas y mostradores móviles, no permanentes para cafeterías e jardines”, tampoco se pueden “ocupar libremente terrenos ociosos, porque siempre hay alguien que responde del derecho de propiedad”, los carteles se sitúan donde se deben ubicar y con la actividad que se realiza.
En cualquier ciudad europea o de América Latina, los centros comerciales son muy bellos, se encuentran perfectamente ordenados, ofrecen servicios a los clientes y nadie tiene que planificar, ni regular, ni ordenar nada. No pierdan el tiempo. Se dedican a perderse por las ramas sin advertir que el bosque es mucho más sencillo. Lo único que les preocupa a estos burócratas es como impedir, frenar, controlar y limitar la libre iniciativa, poniendo en todo caso multas, sanciones y todo tipo de medidas represivas.
Lamentablemente así es como funciona el régimen castrista. Y créanme, sacudirse esta herencia de encima, no va a ser fácil.
Lo mejor que podría hacer el IPF es cerrar sus puertas, al igual que otros muchos institutos burocráticos que no sirven para nada y que lo que hacen es consumir el escaso presupuesto que tiene la economía castrista. Ahí es donde se les ve el plumero. Por qué no cierran el IPF y dejan de causar molestias con sus prohibiciones y majaderías, y advertencias de demolición.
Cuando yo veo las imágenes de aquella La Habana de los años 50 y sus calles repletas de comercios y de establecimientos acreditados, no puedo menos que sentir una gran admiración por aquellos antepasados que hicieron grande la economía cubana. Los 51 años de castrismo han hecho desaparecer aquel espíritu emprendedor con instrumentos de control burocrático como este IPF que no contento con servicios centrales tiene direcciones provinciales y un montón de aparatos municipales de control. Increíble. ¿A dónde vamos a parar?
Las medidas del raulismo contenidas en los “Lineamientos” hablan de promover la actividad emprendedora de los cuenta propistas, pero luego llegan “institutos” como éste y obligan a una guarapera de una CCS a modificar su proyecto de negocio por una serie de lindezas, que si los materiales no son los adecuados o que se ocupa más espacio del permitido. Y cito textualmente porque no tiene desperdicio “porque transforma el sitio desde el punto de vista de la expresión urbana”.
Pobres cuenta propistas cubanos. Lo suyo es un vía crucis que no conduce a la salvación, sino al desastre. Lo dicho. Echando la culpa a la población y a la ciudadanía del incumplimiento y lo permisible, no hacen otra cosa que confirmar que todo el sistema se debe caer por su propio peso. Cuando la sociedad no cumple unas normas, además impuestas, alguien se debe preocupar de explicar por qué.
Colgar un cartel en un sitio o ocupar más espacio del permitido, pueden ser graves delitos para el castrismo, pero dar de comer a toda la población puede ser, qué duda cabe, menos importante. Toda una lección de economía práctica y permítanme de nuevo que me ría a carcajadas.
Tomado de: (www.miscelaneasdecuba.net).-
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