Mensaje a los comunistas cubanos ante el próximo Congreso del PCC

La ausencia de un modelo de referencia es posiblemente el aspecto más negativo del conjunto de medidas introducidas por el castrismo raulista durante los últimos años.

Y precisamente ahora, cuando faltan escasos días para que los miembros del Partido Comunista Cubano se reúnan en su Congreso para analizar el texto de los llamados “Lineamientos”, yo me permito sugerirles que reflexionen sobre estas dos cuestiones que planteo a continuación.

¿Por qué decimos que no existe un modelo de referencia en los “Lineamientos”? y ¿Por qué es importante tener este modelo?

Los economistas saben que las decisiones económicas nunca se traducen en resultados directos. Generalmente, hay que incidir sobre determinados objetivos intermedios para alcanzar otros que se podrían calificar como finales, y que son los que realmente de desean. La búsqueda de una identificación entre objetivos e instrumentos resulta necesaria para que la política, en su conjunto, tenga éxito.

Basta revisar algunas de las medidas adoptadas por el régimen castrista y leer sus enunciados, para comprobar que esa coherencia necesaria, deja mucho que desear. Se anuncian los mercados libres agropecuarios, pero la distribución está en manos de Acopio que es un organismo estatal e ineficiente. Se devalúa el CUC respecto al dólar de EEUU tras haber estado casi un lustro revaluado, sin saber muy bien por qué y para qué. Se entregan tierras abandonadas en usufructo, pero se limita el acceso a los bienes intermedios, a los abonos, a los productos fitosanitarios y no se permite aumentar la dimensión de las explotaciones. Se anuncian despidos masivos en las empresas estatales y el sector no presupuestado, y se autorizan 178 ocupaciones ni una sola más, pero luego todo se paraliza.

No existe un modelo de referencia que dé cabida y sentido a toda esta acumulación de despropósitos que combinan la planificación burocrática y centralizada propia de la economía estalinista, con el fomento de pequeños emprendedores a los que se asfixia con una elevada carga impositiva en su fase inicial. Se prohíbe de forma expresa la propiedad privada de los medios de producción, su acumulación o la obtención de beneficios, pero al mismo tiempo, y al mismo tiempo se pretende aumentar la eficacia y la productividad.

Cualquier estudiante de Economía en los primeros años de carrera sabe que esta plataforma es un despropósito que sólo cabe en la mente de estalinistas trasnochados o aventureros de la confiscación de propiedades que quieren expiar sus pecados en la vejez. La nueva generación de comunistas cubanos sabe, desde hace mucho tiempo, que este modelo no se sostiene. Y lo más grave es que, como se está observando, su implementación puede generar graves problemas económicos y sociales: inflación descontrolada, desempleo masivo, empobrecimiento, desconfianza, ausencia de control.

Mientras que el aparato estatal castrista, cada vez más alejado de cualquier planteamiento identificado con Marx y El Capital, se va reduciendo dramáticamente en sus dimensiones porque ya no puede soportar más el peso de una economía que se está engullendo a sí misma, como si se tratase de un agujero negro, en el universo, no aparece una oferta privada complementaria que tire de la economía, porque simplemente, el sistema político e institucional no reconoce los derechos de propiedad y el libre mercado. A la larga, no tendrán más remedio que hacerlo, pero en esa travesía, el tiempo vale mucho, y lo que se puede perder es ingente.
Lo expuesto creo que justifica de sobra la necesidad de contar con un modelo coherente, sensato y realista para transformar la inservible economía construida por el régimen castrista.

Por supuesto que los “Lineamientos” no representan solución alguna, y sus múltiples propuestas se presentan como soluciones parciales a problemas que están recibiendo, no me cabe la menor duda, una amplia contestación social en los debates autorizados por el régimen sobre estas medidas en las organizaciones que sirven de soporte y de estabulación social al sistema político castrista. Yo apuesto a Raúl Castro lo que quiera que los “lineamientos”, en un sistema democrático parlamentario y libre, no tendrían apoyo de ningún sector social, y recibirían una crítica tan fuerte, que no tendrían más remedio que volver al cajón, tal y como se han elaborado.

Y por eso, aunque no me lo soliciten, yo le voy a exponer al raulismo castrista qué es lo que debe hacerse para transformar con un modelo sostenible la economía cubana.

Lo primero, y fundamental, generar confianza en la economía, tanto interna como externamente. Ello implica situar a Cuba en coordenadas similares a las del resto de países occidentales, y tratar de eliminar para siempre la experiencia jurásica del estalinismo en pleno siglo XXI. Eso implica establecer la propiedad privada, el sistema de economía de mercado y la libre empresa como principios constitucionales y desarrollar una legislación que ampare la actividad económica de todos los cubanos y extranjeros en suelo nacional.

Esa primera decisión institucional y legislativa, debe ir acompañada de reformas en la gestión pública. No se puede sostener un aparato estatal en el que rebosan organizaciones, asociaciones, institutos y organismos cuya envilecida existencia se debe únicamente al sistema opresor. Sin necesidad de reducir los gastos en educación, sanidad o servicios sociales, la eliminación de esa pléyade de organizaciones ineficientes debe permitir al Estado ahorrar una importante masa presupuestaria que destinar a otras prioridades.

De igual modo, las empresas estatales deben volver a manos privadas cuanto antes, y la venta se debe realizar bajo condiciones de máxima transparencia, solvencia y seguridad, permitiendo a los cubanos ejercer un derecho de compra por la vía de bonos a financiar a largo plazo con los réditos obtenidos de las ventas. El sector estatal cubano debe reducir sus dimensiones y ajustar su comportamiento al que existe en otros países de la Región, ni más ni menos.

Los ingresos que se vayan obteniendo con estas medidas de ajuste y privatización se deben dirigir, acompañados de la oportuna financiación internacional privada y pública, a desarrollar un plan de infraestructuras que renueve en profundidad la base estructural de la economía cubana en el plazo de una década, modernizando equipamientos urbanos, vivienda, instalaciones, sistemas de suministro y provisión de energía, telecomunicaciones, transportes, logística comercial, lo que debe ofrecer oportunidades notables de transferencia tecnológica, de know how empresarial y de conocimientos y cualificaciones inexistentes en la Isla.

El crecimiento del empleo productivo en el sector privado actuará como motor de recaudación impositiva, si bien, en estos años iniciales del despegue, los objetivos de recaudación no deberían ser una prioridad para permitir la expansión del nivel de gasto de consumo, de las inversiones privadas y de los negocios, tanto de pequeñas empresas, como medianas y grandes, y en la mayoría de sectores productivos. En este papel, el Estado debe abstenerse de cualquier acción intervencionista, pero sí que debe auspiciar en relación con los nuevos sindicatos libres de trabajadores y organizaciones empresariales, un clima de concertación social y de diálogo que siente las bases de una constitución económica en la que se recojan todas las aspiraciones de justicia social y prosperidad para todos los cubanos.

No se trata de ningún sueño, ni tampoco de un arrebato de locura. Lo que se plantea en estas líneas es algo que se puede y se tiene que realizar para superar el atraso de medio siglo de ostracismo económico, en el que la economía castrista se ha movido en un círculo vicioso de dependencia de subvenciones externas lo que ha restado capacidad a su inserción global e internacional.

Los miembros del Partido Comunista de Cuba que se van a reunir para debatir el texto de los “Lineamientos” deben saber que existen alternativas a la entelequia que el régimen les ha puesto encima de la mesa. Los partidos comunistas europeos abrazaron la economía de mercado y la propiedad privada para competir en la arena electoral democrática y se mantienen con electorados fieles, aunque reducidos. En Cuba, las cosas no tienen por qué ser distintas, por el mero hecho de que los Castro lo quieran asi.

A los comunistas, si realmente les preocupa el futuro de Cuba y de los cubanos, deberían hacer como otros partidos que sostenían regímenes políticos dictatoriales hicieron en el pasado, que es renegar de su status monopólico propiciado por el régimen, y facilitar su desaparición política. Así lo hicieron los franquistas en 1976 y los pinochetistas más tarde en Chile. Nada impide a los comunistas cubanos, aislados de referencias en el mundo, sin nada que compartir salvo con desquiciados en Corea del Norte o terroristas en Yemen, tomar el mismo camino y rechazar los “Lineamientos” apostando por medidas que sirvan para reconducir el futuro económico y el bienestar de Cuba.

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