El paseo de los chinos por La Habana

De ese modo, se puede calificar la visita del vicepresidente Xi Jinping y su comitiva al régimen castrista. Una visita que ha traído más sombras que luces y que, situada en términos de perspectiva histórica, pone de manifiesto que, hasta los chinos, los grandes aliados de la denominada “revolución”, los han dado como casos perdidos. Cuentan que el mandatario chino anduvo preguntando todo el rato por el hermano enfermo. Ni siquiera esos cánticos en chino, que de vez en cuando entona Raúl Castro, sirvieron para apaciguar sus aspiraciones de obtener una foto con el viejo líder cada vez más alejado de la vida real. Y por eso, Xi Jinping se ha tenido que conformar con la presencia del general Raúl Castro, con el que ha firmado 13 acuerdos, incluyendo tres sobre petróleo, que según los analistas, tienen menos importancia de la que el régimen esperaba.

La cuestión fundamental es que el castrismo, dotado de una notable incapacidad para organizar una economía eficiente y productiva, siempre ha necesitado de socios dispuestos a proporcionar financiación, a ser posible a corto plazo y sin coste. Los chinos, inmersos en un crecimiento económico sin precedentes, que ya empieza a mostrar signos de agotamiento, andan buscando oportunidades de negocio por el mundo, sobre todo en América Latina, para dar salida a sus notables excedentes de liquidez. Pero, si bien en el pasado los viejos socios ideológicos disfrutaban de acuerdos comerciales diseñados con absurdos criterios estalinistas basados en la compensación política, las cosas en pleno siglo XXI han cambiado mucho. Los chinos ya no regalan el dinero así como así, y mucho menos a quien no lo sabe usar de forma productiva; por lo que han cambiado su estrategia y ahora firman compromisos, acuerdos, convenios, y lo que se quiera, pero siempre condicionado a derechos reales, a cosas concretas. Y de esto, el castrismo, sigue sin mucho que ofrecer.

En estos términos, de imagen y propaganda internacional, es como se debe interpretar la firma entre el monopolio estatal castrista, la Unión de Petróleo de Cuba (CUPET) y la empresa China National Petroleum Corporation (CNPC) del acuerdo para la ampliación de la cooperación en el sector del petróleo. Mucho bombo y platillo en el Palacio de la Revolución para pocos resultados concretos, porque este acuerdo no se sabe muy bien a qué aspira, cuando la mayor parte de la actividad petrolera ya la vienen desarrollando empresas españolas, como Repsol. Tal vez, se vaya a producir un relevo en la dirección de las actividades, después de todo el apoyo ofrecido por Zapatero al régimen castrista. No lo creo.

Otro de los acuerdos a los que se ha dado más relevancia, tal vez porque la tenga, ya que es el primero de carácter triangular que se firma en la Isla, es el relativo a la empresa cubano-venezolana Cuven Petrol SA, junto a la corporación de contratación e ingeniería china (CHQCEC) y la Technip Itali SA, que establecieron la construcción del proyecto de expansión de la refinería de Cienfuegos, así como otro acuerdo para la ejecución del proyecto de gas licuado también en Cienfuegos. La realidad es que esta refinería ha sido objeto de tantos acuerdos y convenios en el pasado que sigue siendo un pesado lastre sobre las cuentas de la economía cubana, cada día más escasas de fondos y con menor capacidad para concretar inversiones en infraestructuras.

El resto del viaje de XI ha sido un “paseo por La Habana”, y poco más. Colocando una ofrenda floral al apóstol José Martí. Ahora parece que no se rinde culto ni a Lenin ni a Marx, porque el paso de los años no deja a nadie inalterable. La visita continuó con otro paseo por una policlínica del centro de la capital, y una agradable estancia en Varadero, desde la que viajará después a China.

La pregunta que surge inmediatamente es ¿a qué ha venido el mandatario chino a La Habana? Es cierto que el volumen de comercio de China con Cuba la sitúa en los primeros puestos del ranking tanto en importaciones como exportaciones, pero desde hace años los intereses económicos y políticos de ambos países son tan dispares que cada vez, en mi modesta opinión, resulta más difícil "ampliar las coincidencias, incrementar la amistad y profundizar la cooperación en procura conjunta del desarrollo", de acuerdo con el comunicado oficial de la delegación china a La Habana.

La sensación que se tiene después de todo esto es que el mandatario chino, acompañado de otros altos oficiales de su gobierno, han decidido pasar unos días de descanso en Cuba, para continuar el viaje luego a otros países, y de paso, regalar a Raúl Castro una fotografía que le permita ganar oxígeno en los mercados financieros internacionales. ¿A quién quieren engañar? Cada día el crédito del régimen se agota, y cuando el nivel de endeudamiento alcanza cifras espectaculares, y no se tiene clara la orientación hacia la que se debe conducir una economía, el caos llama a las puertas, pasa y se instala en la misma.

La realidad cierta es que el volumen de negocio entre el régimen castrista y China se encuentra estancado, con una ligera tendencia a la baja. Y que a diferencia de otros países de América Latina, ideológicamente distantes del gigante asiático, el castrismo es incapaz de atraer la atención de los inversores asiáticos, por el mero hecho de que no tiene nada que ofrecer, su economía se encuentra inmersa en una grave y profunda crisis y su sistema político puede estallar en cualquier momento. Los chinos supieron hacer los deberes, y manteniendo la hegemonía del partido comunista, cuyo soporte ideológico ya no existe, abrieron las puertas de la economía al mercado, la libre empresa, los derechos de propiedad y la inversión internacional. Las recetas del éxito económico. Me imagino que la comitiva china habrá concluido la visita celebrando que los viejos camaradas sigan abrazados a unas consignas ideológicas que son un fracaso en el mundo económico. Tal vez lo único que sientan por Cuba y los cubanos sea lástima.

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