En torno a los debates en las asambleas del PCC

Ahora sí que no entendemos nada. Un día dicen una cosa, al siguiente, otra bien distinta. El comunismo castrista está en una fase de “desmerengamiento” que produce sonrojo. Es muy fácil, señalar lo que hace falta “libre mercado y competencia”, y santas pascuas.

Lo anterior viene a cuento de un artículo en Granma, en el que se detalla lo sucedido en la asamblea del partido único en Villa Clara, en la que se analizó con detalle las ventajas derivadas de la UBPC “Desembarco del Granma” de Santa Clara. Según Israel Aguilar, director de la misma y cito textualmente sus palabras, "a mí no me duele pagar tanto dinero a los trabajadores, porque esos que ganan mucho son los mejores productores". Ni corto ni perezoso, intervino José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Comité Central del Partido que, ante una frase de estas características, dijo “no tiene que dolernos cuando es fruto de su sudor” para añadir, “lo dañino es pagar dinero sin un respaldo productivo, un hecho inadmisible que ocurre aún en varios lugares”.

Y así, como el que no quiere la cosa, pareció enterrarse 52 años de infortunio en la gestión del modelo económico de base estalinista impuesto por Fidel Castro al inaugurar su denominada “revolución”. Mucho nos tememos que frases como éstas, públicamente referidas por los máximos dignatarios del régimen, buscan enterrar el modelo antes de que se pudra por la base, pero que tienen poco de consistencia real.

Uno de los objetivos de los “lineamientos” de Raúl Castro, ese documento que se ha convertido en una especie de “catecismo del buen revolucionario”, y que es el objeto de estas asambleas del partido por toda la Isla, es conseguir que los salarios estén en correspondencia con los resultados productivos. Se presume, en el modelo ideado por el menor de los Castro, que esa regla de producción permitirá aumentar la oferta, paliando la penuria y escasez de bienes existente en la Isla, propiciando la sustitución de importaciones y, en última instancia, llegar a exportar los excedentes si los hubiera. Y esto se pretende conseguir aproximando los salarios a la productividad, lo que implica, en definitiva, romper la absurda base igualitaria del castrismo como doctrina económica. Es sorprendente que los dirigentes comunistas defiendan un modelo de fijación de salarios con el que no parecen estar de acuerdo los sindicatos representativos en los países occidentales, pero sabido es que la realidad no depende más que del color con que se mira.

En principio, la idea, por rudimentaria, parece extraída de los apuntes de un estudiante de los primeros cursos de Economía. Porque, si bien es cierto que los salarios se deben fijar en términos de la productividad, no siempre las consecuencias de esta práctica son las que aspiran los responsables de la economía planificada e intervencionista del castrismo.

Para empezar, la productividad del trabajo no depende sólo de la aplicación de este factor, sino del estado de la tecnología, por ejemplo, y de la dotación existente de los otros factores. En suma, de la función de producción. La productividad es la medida de la demanda de trabajo de las empresas. Las empresas ajustarán primero sus plantillas de acuerdo con la productividad del trabajo. Por lo tanto, lo primero que habría que preguntarse es si las empresas castristas cumplen con este principio. Lo dudamos,

A simple vista, hay mucho que hacer antes de ponerse a fijar salarios desiguales y fijados por la productividad. Además, el aumento de producción perseguido con una aplicación más diligente de los recursos humanos en los procesos productivos depende, fundamentalmente, de las reglas del mercado competitivo en el que funcione la empresa. Por ejemplo, si los precios son muy bajos, y no compensan los costes de producción, ¿qué sentido tiene producir más y establecer salarios en función de productividades? Puede llegar incluso a ser contradictorio. Además, la elección trabajo ocio de los trabajadores influye sobre los niveles salariales, pero también de sus preferencias por el tiempo libre y su utilización, conceptos que en el régimen castrista, no está bien delimitados.

En suma ¿qué base microeconómica van a aplicar las eventuales empresas del castrismo para decidir qué producir, con cuantos recursos humanos, y qué salarios pagar? No es fácil.

La penuria económica de la Isla es tan grave, que en estas asambleas los asistentes vienen a concluir, prácticamente por unanimidad, que las necesidades agroalimentarias de la población se mantienen a niveles muy por debajo de lo que se puede alcanzar. Es una cuestión obsesiva para el régimen que lleva más de 15 años intentando dar solución a un problema originado por la estructura misma de la economía intervenida, sin propiedad privada ni estructuras de mercado libre.


Una segunda queja tiene su origen en los problemas derivados del cumplimiento de los planes, la falta de cultura de ejecución de contratos, lo que tiene igualmente su origen en la perversión del modelo que prioriza las producciones y actividades en función de los criterios de burócratas aislados de la realidad, que no tienen en cuenta las necesidades reales de los mercados, mucho mejor definidas por el mecanismo libre de fijación de precios.

También se refieren a la inexistencia de canales de comercialización adecuados, los eternos problemas de acopio y su pésimo funcionamiento estructural y el desconocimiento de las normas y la complicada trama burocrática que paraliza cualquier acción, lo que evidentemente tiene su origen en el modelo.

Es el problema del azúcar, en una provincia como Villa Clara, con una elevada especialización tradicional en este sector, y que se encuentra especialmente agravado después de la reestructuración emprendida por Fidel Castro en 2002, cerrando ingenios y abandonando campos de cultivo al marabú. La producción se encuentra deprimida, con bajos rendimientos laborales, escasos trabajos de mantenimiento de los equipos y desaprovechamiento general.

Echándose unos a otros la culpa de este desastre productivo, no van a ningún sitio. La respuesta, si quieren, la pueden encontrar leyendo los libros de Historia de Cuba, y observando cómo en la década de los años 50, la nación se encontraba a la cabeza de la producción mundial con elevados rendimientos, nivel de empleo y salarios y beneficios.

Lo que estos dirigentes comunistas llaman “chapucerías en las labores culturales”, y que algunos señalan que les provocan vergüenza, desaparecería automáticamente si la producción de azúcar vuelve a las manos experimentadas de los que convirtieron a Cuba en un principal productor mundial. Es evidente que ni granjas estatales, ni UBPC y cooperativas pueden servir para recuperar el sector, y que se requiere un cambio de 180º en la estructura productiva que permita la entrada de capital privado, nacional y extranjero, en la explotación con beneficios, del fértil suelo de la Isla.

Una vez más, como ha venido sucediendo en anteriores asambleas en Las Tunas o Granma o Camagüey, los asistentes siguen poniendo especial interés en la labor del partido comunista en la superación “de los vicios”, insistiendo en que los militantes “debemos estar dispuestos a resolver problemas todos los días y ser ejemplo, si no, de qué cosa estamos hablando". Y vuelve de nuevo el mismo mensaje de “necesidad de trabajar con orden, disciplina y exigencia, haciendo de la crítica y la autocrítica una práctica cotidiana”, para terminar todos felicitándose sin saber muy bien de qué ni de por qué.

Esta es la historia reciente del castrismo. Tratar de explicar y de justificar lo que no tiene explicación ni justificación. La economía cubana necesita un nuevo modelo, no una nueva cultura o mentalidad. Un modelo en el que propiedad privada, mercado como mecanismo de asignación de recursos y libertad sustituyan a la planificación y la burocracia, que han sido un pesado lastre durante medio siglo para el dinamismo de la economía.

Tomado de:(www.miscelaneasdecuba.net).-

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