La reforma económica y la necesidad de superar la planificación socialista
El diario Granma se hace eco de la Asamblea Provincial del Partido comunista en la provincia del mismo nombre, en la que se abordó la implementación de los “Lineamientos” con “la necesidad urgente de concretar una economía sólida sobre la base de una agricultura realmente eficaz, capaz de ofrecer suficiencia y variedad a la mesa familiar y a la industria”.
Sin duda un problema realmente importante, si se tiene en cuenta la concurrida asistencia de dirigentes del partido a este cónclave que contó, entre otros, con la presencia de José Ramón Machado Ventura, Segundo Secretario del Comité Central del Partido y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros; Olga Lidia Tapia Iglesias, miembro del Secretariado del Comité Central, y Homero Acosta Álvarez, secretario del Consejo de Estado.
Hasta aquí nada que observar, salvo la cuestión relativa a lo que tienen que decir cargos del partido comunista en la revitalización de una economía. Si en medio siglo han mostrado su absoluta incapacidad para transformar de manera competitiva la economía cubana, qué les podemos pedir a corto plazo. Lo cierto es que nada.
Y a esta conclusión se puede llegar fácilmente cuando se atiende a las intervenciones de los delegados que respondieron a preguntas de este calado: “¿por qué no sabemos producir frijoles y no comercializamos con el Estado todo el producido?, ¿qué nos impide crecer mucho más rápido en el arroz?, ¿por qué todavía tan lejos de los números históricos del café, en latas y rendimiento agrícola?, ¿cuándo será suficiente la leche generada en Granma para bodegas e industria?, ¿es la solución esperar la importación de pienso para alimentar el ganado?”
Por supuesto que se puede dar respuesta a cada uno de estos interrogantes. Y no hace falta reunir a dos centenares de representantes del partido único para saber, por ejemplo, que no se sabe producir frijoles ni comercializar la producción dentro del Estado primero, porque no existen incentivos para hacerlo, y segundo, porque no existen redes de distribución orientadas por el criterio del beneficio.
Mientras los comunistas cubanos, sigan culpando a “las irregularidades organizativas y los incumplimientos de planes en la producción de arroz, café y frijol”, continuarán perdiendo oportunidades para enderezar el rumbo de la nave. No es con más planificación como se resuelven las carestías e ineficiencias de la economía cubana. No es cierto que un burócrata posea mejor conocimiento de cómo funciona una economía que los miles de agricultores que toman decisiones todos los días basadas en los precios, de forma libre y sin coerción alguna. Decisiones que deben venir orientadas por el principio del beneficio, la acumulación, el interés. Pongan en marcha este tipo de reformas y verán como aumenta la producción.
Los comunistas creen que el problema viene motivado por “el descontrol sobre la contratación, la poca exigencia en el cumplimiento de los compromisos de los productores, los bajos rendimientos provocados por la mala aplicación de la ciencia y la técnica, así como las deficiencias en la explotación de las áreas bajo riego disponibles”, y esa es la consecuencia y no el origen de todo el problema. Todas esas desgracias ocurren porque la base de funcionamiento de la economía ya se encuentra mal diseñada desde el principio. El socialismo, la planificación central y el control de la propiedad por el Estado no dan solución a problema alguno, y no hacen más que entorpecer el desarrollo de la iniciativa privada, auténtico motor del crecimiento.
Y con la “producción de leche”, más o menos lo mismo. Hablan de “fantasmas de la ganadería, apuntando a lo que denominan los "brazos cruzados" a la hora de asegurar el alimento animal, “que si se trabaja poco, que si proliferan demasiado los hurtos, que si se espera demasiado del pienso importado cuando se debería producir internamente, que si los trabajadores están poco cualificados”. Vuelven a las consecuencias, y no al verdadero origen del problema. Una vez más, el fracaso se encuentra en ese concepto de empresa estatal socialista que es ineficiente e incapaz de conseguir sus objetivos, porque su concepto está viciado en origen.
Ya resulta positivo ver a los comunistas entonar un continuo mea culpa sobre los problemas que tiene el país. Hace algunos años, este tipo de autoinculpaciones de bajo perfil no serían imaginables. Algunos ya consideran que esta es una auténtica “actitud revolucionaria”, los que no se conforman con lo que tienen y luchan por algo mejor. ¡Qué equivocados están! El problema es que lo están haciendo mal, sin superar las cadenas que lastran las posibilidades reales de desarrollo de la economía cubana: su modelo es ineficiente por definición, y tal y como se plantea en los “Lineamientos” el socialismo no es el futuro de la economía.
Y no lo digo yo. Lo dicen los comunistas de Granma, al señalar que “indisciplinas administrativas, incumplimientos de planes, pérdidas económicas, falta de liquidez de las entidades, e insuficiente rigor de los Consejos de la Administración provincial y municipales en la búsqueda de soluciones a estos problemas, mantienen la tendencia deficitaria”, la insolvencia productiva que impide generar ingresos a las actividades por encima de los gastos. Pero, ¿cómo se puede aspirar a ello si el sistema penaliza y criminaliza la obtención de ese diferencial positivo que, en cualquier economía, se llama beneficio y es la clave del crecimiento económico y la transformación productiva?
Contemplando a la economía cubana como una caja cerrada en la que ingresos y gastos tienen que coincidir, los comunistas convierten el sistema productivo en una caja oscura, en la que es imposible cualquier mejora de eficiencia, cualquier incremento de productividad, cualquier posibilidad de transformación económica.
Es imposible salir de ese círculo vicioso si toda la responsabilidad del fracaso se sigue adjudicando al incumplimiento de planes, directrices y órdenes. Más libertad económica, más mercado, más comportamiento de precios libres, demanda y oferta, y menos burocracia, son la receta necesaria para que los problemas de la economía cubana se superen dentro de un marco de ausencia de libertades políticas que actúa como un freno institucional al desarrollo de una economía de emprendedores, de hombres y mujeres libres que generen riqueza y empleo. No burócratas entretenidos en explicar lo que no tiene solución.
Tomado de:(www.miscelaneasdecuba.net).-
Sin duda un problema realmente importante, si se tiene en cuenta la concurrida asistencia de dirigentes del partido a este cónclave que contó, entre otros, con la presencia de José Ramón Machado Ventura, Segundo Secretario del Comité Central del Partido y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros; Olga Lidia Tapia Iglesias, miembro del Secretariado del Comité Central, y Homero Acosta Álvarez, secretario del Consejo de Estado.
Hasta aquí nada que observar, salvo la cuestión relativa a lo que tienen que decir cargos del partido comunista en la revitalización de una economía. Si en medio siglo han mostrado su absoluta incapacidad para transformar de manera competitiva la economía cubana, qué les podemos pedir a corto plazo. Lo cierto es que nada.
Y a esta conclusión se puede llegar fácilmente cuando se atiende a las intervenciones de los delegados que respondieron a preguntas de este calado: “¿por qué no sabemos producir frijoles y no comercializamos con el Estado todo el producido?, ¿qué nos impide crecer mucho más rápido en el arroz?, ¿por qué todavía tan lejos de los números históricos del café, en latas y rendimiento agrícola?, ¿cuándo será suficiente la leche generada en Granma para bodegas e industria?, ¿es la solución esperar la importación de pienso para alimentar el ganado?”
Por supuesto que se puede dar respuesta a cada uno de estos interrogantes. Y no hace falta reunir a dos centenares de representantes del partido único para saber, por ejemplo, que no se sabe producir frijoles ni comercializar la producción dentro del Estado primero, porque no existen incentivos para hacerlo, y segundo, porque no existen redes de distribución orientadas por el criterio del beneficio.
Mientras los comunistas cubanos, sigan culpando a “las irregularidades organizativas y los incumplimientos de planes en la producción de arroz, café y frijol”, continuarán perdiendo oportunidades para enderezar el rumbo de la nave. No es con más planificación como se resuelven las carestías e ineficiencias de la economía cubana. No es cierto que un burócrata posea mejor conocimiento de cómo funciona una economía que los miles de agricultores que toman decisiones todos los días basadas en los precios, de forma libre y sin coerción alguna. Decisiones que deben venir orientadas por el principio del beneficio, la acumulación, el interés. Pongan en marcha este tipo de reformas y verán como aumenta la producción.
Los comunistas creen que el problema viene motivado por “el descontrol sobre la contratación, la poca exigencia en el cumplimiento de los compromisos de los productores, los bajos rendimientos provocados por la mala aplicación de la ciencia y la técnica, así como las deficiencias en la explotación de las áreas bajo riego disponibles”, y esa es la consecuencia y no el origen de todo el problema. Todas esas desgracias ocurren porque la base de funcionamiento de la economía ya se encuentra mal diseñada desde el principio. El socialismo, la planificación central y el control de la propiedad por el Estado no dan solución a problema alguno, y no hacen más que entorpecer el desarrollo de la iniciativa privada, auténtico motor del crecimiento.
Y con la “producción de leche”, más o menos lo mismo. Hablan de “fantasmas de la ganadería, apuntando a lo que denominan los "brazos cruzados" a la hora de asegurar el alimento animal, “que si se trabaja poco, que si proliferan demasiado los hurtos, que si se espera demasiado del pienso importado cuando se debería producir internamente, que si los trabajadores están poco cualificados”. Vuelven a las consecuencias, y no al verdadero origen del problema. Una vez más, el fracaso se encuentra en ese concepto de empresa estatal socialista que es ineficiente e incapaz de conseguir sus objetivos, porque su concepto está viciado en origen.
Ya resulta positivo ver a los comunistas entonar un continuo mea culpa sobre los problemas que tiene el país. Hace algunos años, este tipo de autoinculpaciones de bajo perfil no serían imaginables. Algunos ya consideran que esta es una auténtica “actitud revolucionaria”, los que no se conforman con lo que tienen y luchan por algo mejor. ¡Qué equivocados están! El problema es que lo están haciendo mal, sin superar las cadenas que lastran las posibilidades reales de desarrollo de la economía cubana: su modelo es ineficiente por definición, y tal y como se plantea en los “Lineamientos” el socialismo no es el futuro de la economía.
Y no lo digo yo. Lo dicen los comunistas de Granma, al señalar que “indisciplinas administrativas, incumplimientos de planes, pérdidas económicas, falta de liquidez de las entidades, e insuficiente rigor de los Consejos de la Administración provincial y municipales en la búsqueda de soluciones a estos problemas, mantienen la tendencia deficitaria”, la insolvencia productiva que impide generar ingresos a las actividades por encima de los gastos. Pero, ¿cómo se puede aspirar a ello si el sistema penaliza y criminaliza la obtención de ese diferencial positivo que, en cualquier economía, se llama beneficio y es la clave del crecimiento económico y la transformación productiva?
Contemplando a la economía cubana como una caja cerrada en la que ingresos y gastos tienen que coincidir, los comunistas convierten el sistema productivo en una caja oscura, en la que es imposible cualquier mejora de eficiencia, cualquier incremento de productividad, cualquier posibilidad de transformación económica.
Es imposible salir de ese círculo vicioso si toda la responsabilidad del fracaso se sigue adjudicando al incumplimiento de planes, directrices y órdenes. Más libertad económica, más mercado, más comportamiento de precios libres, demanda y oferta, y menos burocracia, son la receta necesaria para que los problemas de la economía cubana se superen dentro de un marco de ausencia de libertades políticas que actúa como un freno institucional al desarrollo de una economía de emprendedores, de hombres y mujeres libres que generen riqueza y empleo. No burócratas entretenidos en explicar lo que no tiene solución.
Tomado de:(www.miscelaneasdecuba.net).-
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