Los turistas van a comer malanga, yuca y mango


 por Elías Amor
En numerosas ocasiones, en medios oficiales del régimen se ha formulado una pregunta que, al parecer, sigue sin tener respuesta, “¿Por qué comprar fuera lo que en ocasiones podemos adquirir en casa?”

Detrás de esta posición autárquica, trasnochada y más propia de los regímenes totalitarios que dominaron Europa en la primera mitad del siglo pasado se esconde toda una lección de incompetencia en la gestión de los asuntos económicos por parte del régimen castrista.

Porque la realidad es que hace falta saber poco de Economía, y de cómo funcionan las cosas en la sociedad del conocimiento y la globalización del siglo XXI para soñar con la posibilidad de un autoabastecimiento de cualquier tipo de producto o servicio.

Las economías más solventes y dinámicas del planeta se especializan en producir aquello en lo que son competitivas y de lo que obtienen una gran rentabilidad, y a su vez, compran a otros los bienes y servicios que resultan más difíciles de producir o más caros en el proceso. Al hacerlo así, mejoran sus perspectivas de crecimiento a medio plazo, fomentan el intercambio general y se insertan plenamente en el nuevo escenario de la globalización.

En el régimen castrista los defensores de la “autarquía” se sienten agobiados por el hecho de que las cifras de importación de alimentos que realiza Cuba, para los distintos sectores de la economía, no hacen más que crecer y crecer de forma desordenada. Los datos hablan solos. Según citan fuentes de Granma, “en el caso del turismo, el pasado año, fue necesario comprar fuera 1.360 toneladas de productos tan comunes como cebolla, zanahoria, col y limón”.

La solución es, entonces, la autárquica. Según lo estipulado en las nuevas disposiciones aprobadas hace pocos días (Gaceta Oficial Extraordinaria número 38 del 15 de noviembre del 2011) y que entran en vigor el 1 de diciembre, “tanto las formas productivas como las empresas estatales podrán vender directamente a las entidades hoteleras y gastronómicas pertenecientes al turismo, productos agrícolas no industrializados, arroz consumo y carbón vegetal”.

Y continua Granma señalando, “a partir de ahora, estos y muchos otros productos podrán llegar a las instalaciones turísticas directamente desde las propias cosechas cubanas y con ello dejar de erogar en el extranjero cuantiosas sumas que pudieran quedarse en casa”.  

Al parecer esta nueva normativa viene a dar satisfacción al acuerdo nº 14 del X Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), en el “que se aprobó instrumentar mecanismos que permitieran a las cooperativas vender directamente productos agropecuarios a instalaciones turísticas”, así como a los Lineamientos 183 y 263 aprobados por el VI Congreso del Partido, que buscan “transformar el sistema de acopio y comercialización de las producciones agropecuarias, mediante mecanismos de gestión más ágiles que propicien la reducción de las pérdidas, al simplificar los vínculos entre la producción primaria y el consumidor final, incluyendo la posibilidad de que el productor concurra al mercado con sus propios medios”.

Cualquier decisión liberalizadora es buena. Para la economía castrista, siempre será recomendable. Ahora bien, liberalizar sin mecanismos de mercado, no. Liberalizar parcialmente a favor de unos productores en detrimento de otros, puede tener consecuencias estructurales muy graves. Veamos algunos ejemplos.

Para empezar, menuda gracia que debe dar a los responsables de los establecimientos turísticos toda esta operación. Ellos que estaban acostumbrados a realizar sus aprovisionamientos a productores extranjeros que, en condiciones de calidad y servicio, les proporcionaban los bienes necesarios hasta ahora, se van a tener que entender con responsables provinciales de economía o directivos de empresas estatales, UPBCs, o cooperativas para los que este tipo de transacciones son una novedad. Ya veremos cómo acaba todo.

Entre las ventajas para los productores, qué duda cabe que atender las necesidades de una mayor demanda, más compleja y diversificada que la procedente de los mercados de consumo, hará que se vean obligados a obtener cosechas de un mayor valor y especialización que, si consiguen vender a precios rentables, entonces la acumulación, está garantizada. Por las cooperativas y las UBPCs no parece que vaya a suceder nada, dado el control que tiene el gobierno y el partido de las mismas. La cuestión es la misma de siempre, ¿por qué se cierra el paso a los productores independientes a esta nueva línea de negocio?

El inconveniente principal es que esta concentración de los productores dependientes del ámbito estatal en un canal rentable, les lleve a olvidar la atención de las necesidades de consumo de la población, desabasteciendo los mercados agropecuarios que, hoy por hoy, garantizan un nivel de alimentos básicos para la sociedad. Si los productores individuales descubren que es ahí donde tienen una opción para mejorar las cosechas y obtener mayores recursos, es previsible que la dirigencia no tarde mucho en frenar cualquier proceso de acumulación, con la vuelta de las tensiones a los consumidores finales para obtener alimentos.

Nada que decir de la complejidad inherente al traslado de los productos a los establecimientos hoteleros. Si hasta la fecha la distribución vía Acopio, dejaba buena parte de las producciones abandonadas en los campos, ahora el problema será encontrar medios de transporte que faciliten la logística. Y no conviene olvidar que en la Isla este tipo de servicios todavía no tiene capacidad suficiente para atender una demanda en aumento. Se puede dar la circunstancia de que la competencia entre productores por medios de transporte haga que los precios de los servicios de éstos se disparen, elevando de forma artificial los costes a la vez que se menguan los beneficios.

Finalmente, el mismo problema inherente a todas estas reformas de “actualización del socialismo real”. Las transacciones entre productores y establecimientos turísticos se deben realizar en pesos cubanos. Un problema que obligará tanto a unos como a otros a un doble cambio de moneda (recaudación del estado) para formalizar las transacciones, y después comprar bienes intermedios o recuperar la moneda que funciona realmente en el canal turístico.

Comentarios

  1. Creo que en general a los turistas nos gusta comer cosas tipicas. Mi ultimo viaje ha comenzado por alojarme en un hotel barato en las vegas y esa ciudad no tenia comidas tipicas, sino tenia juegos y diversion tipicos de esa ciudad

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