Los nuevos banqueros del régimen castrista
por Elías
Amor
No soy yo
quién lo dice. Son ellos mismos.
En un artículo en Granma hoy, la vicepresidente
del Banco Central de Cuba, ante la inminente entrada en vigor del Decreto-Ley
289, que autoriza la realización de determinadas actividades financieras hasta
ahora prohibidas, ha declarado que
"esto es algo nuevo, no solo para los solicitantes, sino también
para los trabajadores del banco. Habrá prácticas de trabajo que hace muchos
años no se implementan". Tal vez sería conveniente preguntar a Fidel
Castro qué piensa de este paréntesis absurdo en la historia de la banca cubana,
que ahora se pretende corregir. Seguramente, el no estaría de acuerdo con este
tipo de medidas.
Pero eso ya, por suerte, es otra historia.
No me
cabe la menor duda que la reforma anunciada va a suponer retos importantes para
la economía castrista, en la que la profesión de banquero o financiero,
esencial en cualquier país del mundo, se había convertido en una especie de
actividad administrativa de escasa relevancia social. Por ello, esta nueva generación
de banqueros y profesionales del sector financiero cubano que inician un camino
casi desconocido tienen por delante retos de gran importancia, no tanto para impulsar
las nuevas actividades y funciones que tienen que realizar, para hacerlas bien,
sino para alcanzar un papel dentro de la sociedad que merezca su esfuerzo y
dedicación.
No voy a
polemizar sobre la cuestión relativa a la improvisación. Cuando un sector ha estado
adormecido durante más de medio siglo, desde que los “revolucionarios”
decidieron que había que acabar con la banca en Cuba, no es extraño que
aparezcan dificultades para su desarrollo. Tampoco recomiendo tanta
preparación, planificación y estudio “detrás de cada norma, indicación,
instrucción de trabajo”. Como saben los banqueros, la actividad financiera es
una relación casi personal que conduce al éxito o al fracaso, y de éste, se
aprende para no volver a cometer los mismos errores.
Esta
nueva generación de banqueros del régimen castrista debe saber que antes de
1959, Cuba contaba con un sistema financiero modélico, que se había beneficiado
de las prácticas mercantiles del vecino del Norte, y que había girado en torno
a una red de bancos nacionales, con niveles de participación extranjera,
capaces de financiar las actividades productivas y el consumo, en condiciones
de rentabilidad. Las más modernas técnicas que existían en aquella época se
ponían en marcha en el sector bancario cubano, en el que un sinfín de
profesionales de gran valía desempeñaba sus funciones con notable éxito.
Muchos de
ellos, como consecuencia de la rapiña comunista y del exilio posterior,
pudieron aplicar sus conocimientos en otros países, en los que escalaron
rápidamente a posiciones de liderazgo sectorial. Historias de este tipo existen
muchas y muy significativas, que la miopía del régimen comunista ha ocultado y
tratado de borrar de la historia de Cuba, pero que volverán a hacerse realidad
con la recuperación de las instituciones democráticas y de nuestra memoria
colectiva.
Coincido
con la vicepresidente del Banco Central que la aplicación del nuevo Decreto-Ley
puede suponer un impulso financiero al desarrollo de las actividades por cuenta
propia y otras formas de gestión no estatal en el país, a la producción
agropecuaria y a las acciones en la construcción, mediante esfuerzo propio. La
relación que existe entre los mecanismos financieros y la economía real ha sido
bien estudiada por la Economía, y no me cabe la menor duda que este tipo de
estímulos pueden y deben funcionar en la aletargada economía castrista.
La
cuestión es si esta economía se encuentra preparada para recibir este empujón,
cuando los procesos de liberalización sectorial y productiva, absolutamente
necesarios para dinamizar la economía, no se están produciendo, y las
autoridades siguen hablando de una “actualización del socialismo”. No se ha
puesto énfasis en la privatización de la economía, el marco de derechos de
propiedad sigue siendo muy limitado, prácticamente no existe. Y el mercado,
como instrumento de asignación de recursos, sigue estando sometido por las
decisiones, casi siempre erróneas, de la planificación central.
Por ello,
tengo mis dudas sobre la capacidad del estímulo financiero para aumentar la base
de la economía, propiciar su crecimiento y despliegue, así como la necesaria
acumulación y mejora de la rentabilidad, esencial para que aumente la escala de
la producción.
Esta es
una de las reformas más importantes que ha venido introduciendo el régimen
desde hace un año. Tal vez porque va a dar respuesta a los sectores sociales
más dinámicos, aquellos que pueden generar valor añadido, empleo y beneficios.
La confianza en los prestatarios debe servir para mantener relaciones estables
de colaboración entre la banca y las formas de organización productiva no
estatales, sobre todo con los cuenta propistas. Si ello fuera posible, y toda
esta reforma no se dirigiera a fijar nuevos mecanismos de control sobre la
producción y los agentes que empiezan a impulsar actividades al margen de la
esfera estatal, podríamos estar hablando del origen de un proceso de
transformación radical de la economía castrista. Pero tengo mis dudas al
respecto, y por ello, antes de opinar, vamos a observar cómo evolucionan los
acontecimientos.
Comentarios
Publicar un comentario