El ajuste de la rentabilidad de las empresas en Cuba: una nota
Elías Amor Bravo, economista
La reciente publicación por la ONEI de las cuentas nacionales de 2016 va a permitir la elaboración de una serie de posts en los que se comentarán estos datos, en los que se observan notables anomalías de funcionamiento que ayudan a explicar la parálisis general de la economía.
En particular, una
mirada atenta a los datos proporciona nuevas evidencias de los
resultados que está teniendo la política en vigor, denominada
“lineamientos”.
Se
puede prestar atención a tres datos muy importantes que suponen cómo
se distribuya la producción generada en la economía. A saber,
remuneración de trabajadores, impuestos netos sobre la producción y
la importación, y excedente bruto de operación.
Esta distribución tiene para los economistas un significado muy importante, ya que hace referencia a la capacidad que tienen los distintos sectores institucionales de la economía para apropiarse de una parte de la producción generada, y con ello, mejorar sus posiciones (cuando ganan) o empeorar (cuando pierden). Una cuestión fundamental de distribución de la renta que merece nuestra atención.
En particular, la
remuneración de trabajadores se define en las cuentas nacionales
como el importe de los sueldos y salarios devengados por los
trabajadores, las dietas y gastos en viaje de trabajo, y la
contribución a la seguridad social. En suma, se podría interpretar
como la parte de la riqueza nacional que se dirige a los
trabajadores lo que incide en su nivel de vida y capacidad adquisitiva, sobre todo si la inflación no es elevada.
Los
impuestos netos sobre la producción y la importación, son los pagos
obligatorios de las unidades de producción (empresas) al presupuesto estatal
que se reflejan en los costos de adquisición de bienes y servicios
tanto a fines intermedios como finales, deducidos los subsidios
correspondientes a las actividades de producción y comercialización.
Es la parte de la renta nacional que se canaliza hacia la recaudación del estado, que
luego la destina a sus actividades y necesidades.
Por
último, el excedente bruto de operación, que se calcula en las
cuentas nacionales deduciendo del PIB la remuneración de
trabajadores y los impuestos netos sobre la producción y la
importación. Incluye todos los demás ingresos generados por el
proceso de producción, así como el consumo de capital fijo (las necesarias inversiones). En tal
caso, se podría interpretar como la parte de la renta nacional de la
que se apropian las empresas para su fortalecimiento y desarrollo.
Pues
bien, los datos de la economía cubana relativos a 2016, el año en
que Castro y Cabrisas dijeron en varias ocasiones ante la
Asamblea nacional que el PIB había descendido un -0,9%, pero que la
ONEI finalmente estableció en un crecimiento del 0,5%, nos
encontramos que estas tres variables presentan un resultado
sorprendente.
Según
las cuentas nacionales, la remuneración de trabajadores se situó en
el 36% del PIB, 3 puntos porcentuales más que en 2011; los impuestos
netos sobre la producción y la importación alcanzaron el 25,6% del
PIB, 3,1 puntos porcentuales más que en 2011. Finalmente, el
excedente bruto de operación, con un 38,2% del PIB, vio reducirse su
participación en 6 puntos porcentuales con relación al dato de
2011.
Es
decir, las empresas de la economía, fundamentalmente estatales, no
solo se han reducido de número a lo largo de estos años,
pasando de 2.422 a 1.904 unidades, un -21,4%, según la información de la
organización institucional de ONEI, en lo que se puede considerar un intenso
ajuste productivo, no observado en otros países, sino que, además, la participación de la renta
que se dirige a las empresas desciende de forma notable, a costa de
una mayor recaudación tributaria del estado y un aumento de la
remuneración de los trabajadores.
La remuneración de los trabajadores crece su participación en el PIB, es cierto, pero también lo es, por otra parte, que en la economía cubana se sigue ofreciendo unos niveles salariales de los más bajos del mundo, en 2016, 740 CUP de media mensual por trabajador
(30 dólares).
Los
resultados son sorprendentes. Que las empresas, aunque pertenezcan al
estado y sus recursos se dirijan principalmente a objetivos
estatales, vean reducida su participación en la renta generada no
solo es un pésimo indicador de funcionamiento de la economía, sino
que puede retraer alguna decisión de inversión extranjera.
No conviene olvidar que el capital internacional se orienta por los niveles de rentabilidad de la
actividad empresarial que, en Cuba, se están reduciendo de forma
notable desde 2011 como consecuencia de las políticas en vigor, que
priorizan salarios sin mejorar su poder adquisitivo y recaudación
tributaria, para continuar con niveles de déficit públicos muy
elevados, en el entorno del 11% del PIB.
Lo que ponen de manifiesto
estos indicadores es lo que ya nos temíamos. La economía cubana no
solo está mal dirigida, sino que sus desequilibrios han ido en
aumento en los últimos años. Mal presagio. Avisamos que este no es
el único dato que ofrecen las nuevas estadísticas de ONEI, que
se han hecho esperar, pero son muy interesantes.
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