¿Incentivos fiscales a la contratación? No, gracias
Elías Amor Bravo, economista
¿De verdad es tan importante y trascendental eliminar la exención del pago del impuesto por la utilización de fuerza de trabajo a los emprendedores cubanos que se establecen como trabajadores por cuenta propia?
El director general de política fiscal del ministerio de finanzas y precios del régimen castrista ha salido en Granma para declarar que “la exención del pago del impuesto por la utilización de fuerza de trabajo fue una bonificación aprobada que en cualquier economía tiene carácter temporal”, al tiempo que señaló la intención de las autoridades de proceder a su supresión tan pronto como resulte posible.
En su momento, ya dijimos en este blog que los estímulos fiscales para promover la contratación de trabajadores no suelen dar los resultados previstos. Existe abundante literatura a nivel teórico que insiste en esta cuestión. Cuando una economía funciona bien, crece y es productiva y genera renta y riqueza el mercado de trabajo genera empleos sin necesidad de ayudas o estímulos. Sin embargo, en la realidad muchos gobiernos apuestan por los incentivos y estímulos fiscales a las empresas, canalizando importantes recursos que podrían destinarse a otras actividades, como por ejemplo, la formación y cualificación de los trabajadores, a la movilidad geográfica o a la inserción laboral de los colectivos en riesgo, entre otras. La experiencia es que estas políticas acaban generando sectores dependientes de las ayudas, empresas subsidiadas poco productivas y creativas, que acaban desapareciendo después de consumir un gran volumen de recursos públicos. Nada bueno.
Por eso, ni en 2010, cuando la cifra de trabajadores contratados por los emprendedores cubanos era de 147.000 personas, ni ahora tampoco, que no son muchos más, existe justificación alguna para canalizar recursos de un presupuesto menguante y limitado, como es el del estado castrista, para estimular la contratación de trabajadores. Básicamente, porque no hace falta, no es necesario y en su caso, existen otras muchas cosas que se pueden hacer para conseguir los mismos e incluso mejores resultados.
De hecho, no son incentivos fiscales lo que piden los emprendedores cubanos que apuestan por la vía privada, independiente y libre para desarrollar sus proyectos de negocio. Por el contrario, y eso lo debe saber el director general, en vez del regalo del ahorro del pago de impuestos de los cinco primeros trabajadores contratados, los emprendedores cubanos quieren menos intervencionismo y control, menos represión, un marco jurídico estable y predecible, con normas administrativas que se mantengan en el tiempo y no cambien de forma discrecional, la posibilidad de incrementar la riqueza de sus negocios para hacerlos crecer, acceder a los mercados de aprovisionamiento mayorista sin pagar precios desorbitados, poder hacer negocios con los inversores extranjeros…. En suma, que les dejen en paz.
Y no parece que vayan por ahí los planteamientos del ministerio castrista encargado de controlar a los trabajadores por cuenta propia, a los que ni siquiera se les reconoce el rango y la naturaleza de emprendedores o empresarios.
Por eso, que tenga carácter transitorio el estímulo fiscal y que se le ponga fin, es una cuestión de tipo administrativo, que no va a tener más consecuencias. Además, no se tiene que argumentar ese punto y final a estas pequeñas ayudas, acusando con falsedad a los emprendedores de falsedades, como las “sistemáticas violaciones en el reconocimiento de toda la fuerza laboral contratada”, o más aún, “la limitación de las garantías legales de esos empleados, contenidas en el código de trabajo”. Este tipo de declaraciones dice muy poco en favor de las convicciones del régimen comunista con relación al desarrollo de las actividades privadas. Aunque son necesarias, es evidente que no se les considera aliados ni mucho menos alguien a quien atender debidamente en sus necesidades. Un mal menor, del que se puede prescindir cuando las cosas mejoren. Si es que lo hacen.
Disquisiciones trasnochadas sobre si las personas sin contrato no están protegidas por los beneficios de una mediocre y deficiente seguridad social, o que no se pueden beneficiar de las disposiciones relativas “al régimen de trabajo y descanso que son garantías de todos los trabajadores cubanos” según el director general, tienen poco interés desde la perspectiva de los trabajadores que necesitan obtener salarios más elevados para poder mejorar sus condiciones de vida y superar las míseras retribuciones que se pagan en el sector presupuestado.
Dudo mucho, y así se lo traslado al director general castrista, que los 136.000 contratados en las actividades de servicios gastronómicos en restaurantes, cafeterías, y de bar y recreación, arrendadores de vivienda, habitaciones y espacios, así como los que ejercen servicios de construcción, reparación y mantenimiento de inmuebles y de transporte de pasajeros en La Habana, estén algo o mínimamente interesados en la seguridad social o las condiciones de trabajo. Por el contrario, lo que parece interesarles es poder salir de la miseria estructural en la que ven abocada sus vidas, evitar así abandonar el país rumbo al extranjero, prosperar personal y familiarmente, y hacerlo en su entorno más inmediato.
En definitiva, salir del círculo vicioso impuesto por el régimen castrista a varias generaciones de cubanos, ese bloqueo interno reaccionario que no acaba de abrir puertas a la libertad económica.. Los emprendedores cubanos y los trabajadores contratados por ellos son la fuente más importante de productividad de la economía, son los que están moviendo los recursos hacia la prosperidad y el bienestar. Además, son el futuro. Muchos de esos contratados podrían, en su momento, convertirse en nuevos emprendedores. Esa es la clave de la movilidad social ascendente en la sociedad donde la economía de mercado y los derechos de propiedad se sitúan como ejes del sistema económico. Eso ua ocurrió en Cuba antes de 1959, cuando miles de inmigrantes pobres sin futuro procedentes de Europa conseguían el sueño de construir un patrimonio y sacar adelante sus familias con el trabajo y el esfuerzo. El régimen lo sabe, y por ello, muy torpe sería su actuación si limita y condiciona esos procesos. Los incentivos fiscales a la contratación son en lenguaje cubano, “chico pleito”, hay cosas mucho más importantes que resolver, y aquí he dejado mis aportaciones.
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