El engaño de la cuenta bancaria fiscal

Elías Amor Bravo, economista

En Granma publican hoy el primero, se supone, de una serie de artículos destinados a “vender” la llamada cuenta bancaria fiscal, que es una de las novedades más importantes de las medidas aplicadas a los trabajadores por cuenta propia desde comienzos de este mes.

Y lo primero que se tiene que decir es que este instrumento, tal como se ha planteado por las autoridades, ni servirá para cumplir sus fines, ni se establece en el momento más adecuado, y su puesta en marcha se asocia más a una visión comunista y controladora de la actividad económica, que a una disposición destinada, como dicen en Granma, a “mejorar el perfeccionamiento del trabajo por cuenta propia”.

Los comunistas castristas están empeñados, después de la “marcha atrás” que han debido aplicar en algunas de las nuevas medidas económicas que acaban de entrar en vigor (pero que fueron publicadas en julio pasado), en hacer pedagogía, más que otra cosa, propaganda de las mismas, para que “no solo los involucrados directamente, sino la población en general, asuman el estudio y conocimiento de esas disposiciones legales”, todo ello para evitar “equivocaciones, comentarios poco fundamentados y rechazo de plano”, es decir, más de lo mismo. Se equivocan. La actividad privada independiente, por muy sometida a control y represión que esté, tiene su propia dinámica, y es un potro fuerte, difícil de domesticar. Lo veremos.

Las cuentas bancarias fiscales se convierten, desde esta perspectiva, en uno de los instrumentos que el régimen ha dispuesto para domar a los potros. Y como ocurre casi siempre en el castrismo, las medidas no pueden ser más burdas e ineficaces. Básicamente, se trata de imponer la obligatoriedad a las personas que ejercen un trabajo por cuenta propia para aperturar una cuenta, y realizar todas sus operaciones económicas con ella en “las actividades de servicios gastronómicos en restaurantes, en cafeterías, y de bar y recreación, los arrendadores de vivienda, habitaciones y espacios, así como los que ejercen servicios de construcción, reparación y mantenimiento de inmuebles y de transporte de pasajeros en medio automotor con capacidad desde 4 hasta 14 pasajeros en la provincia de La Habana”.

El problema con este tipo de práctica se encuentra en las raíces torcidas del propio régimen. Todavía hay cubanos que se acuerdan de aquellos alegatos del llamado Che Guevara contra los bancos privados, que fueron todos confiscados sin el pago de la expropiación a sus legítimos propietarios. Muchos cubanos recuerdan como sus ahorros fueron confiscados de la noche a la mañana en lo que fue el primer y triste corralito de América Latina, por cierto, responsabilidad del argentino. El temor a los bancos hizo que los cubanos desconfiaran durante varias generaciones en entidades que pasaron a ser brazos armados de la actividad represora y de control estatal, sin aportar evidencias para lograr un sistema bancario y financiero equivalente al de otros países. Los datos son elocuentes. A comienzos de 2010, un estudio confirmaba que el 80% de los trabajadores cubanos cobraban sus honorarios en metálico, y solo un 12% contaban con una cuenta corriente en algún banco. Probablemente, los datos más bajos del mundo.

En pleno apogeo del llamado “período especial” la actividad económica privada encontró amplios espacios para su desarrollo, ante la incapacidad del régimen comunista para afrontar las consecuencias de la pérdida del subsidio soviético, y las transacciones se realizaron al margen de una banca inoperante, poco eficiente y sometida a control por el estado. Los datos de crecimiento de la cantidad de dinero en circulación en la economía cubana en aquellos años superaron en porcentaje anual los dos dígitos. La economía sumergida, al margen de la oficial, funcionaba de forma eficiente permitiendo un notable desarrollo de las actividades privadas, y lo que era más importante, satisfaciendo las necesidades de los cubanos y permitiendo ejercer la libre elección. Y todo ello, sin necesidad de bancos. Luego llegó Chávez con el petróleo y Fidel Castro recentralizó todo aquel proceso de crecimiento, insultando a los emprendedores privados y convirtiéndolos una vez más en sujetos de represión: los llamados de manera despectiva, "macetas" desaparecieron para siempre de la escena económica.

Más de 20 años después, y tras la apertura económica iniciada de forma tímida por Raúl Castro, el régimen vuelve a las andadas para controlar la actividad privada, pero esta vez se cuida muy mucho de eliminar a los trabajadores por cuenta propia. Los necesita. Para que la economía no entre en recesión, para que se cree empleo, para obtener ingresos tributarios, y sobre todo, para que los cubanos tengan algo que llevarse a la mesa todos los días y no se produzca un estallido social. Y así se lanzan a implementar una serie de medidas para controlar y limitar el crecimiento de la actividad privada, entre ellas, la cuenta bancaria fiscal.

El régimen reconoce que esta disposición administrativa está creando “dudas y hasta rechazos entre los contribuyentes”, y se ha lanzado desde los medios comunistas y con la participación de funcionarios y altos cargos, a disponer una propaganda que trate de contrarrestar esa pésima opinión que existe entre los emprendedores cubanos.

Muchos se hacen la pregunta para la que nadie tiene la respuesta, ¿por qué los trabajadores por cuenta propia tienen que abrir una cuenta bancaria fiscal?¿por qué no se puede abrir una cuenta normal en una institución crediticia, o dos, e incluso tres, si las cosas van bien, y en cambio tiene obligatoriamente que abrirse esta cuenta corriente bancaria que funciona solamente a los efectos del control de las operaciones tributarias, con los términos, límites, alcance y condiciones dispuestos de manera específica.

¿Por qué no tienen que abrir una cuenta similar los trabajadores, en general, y así se dan pasos decisivos hacia la modernización bancaria con el uso de tarjetas ? ¿Por qué no se establece que las cooperativas lo hagan y se aplica solamente a los trabajadores por cuenta propia? ¿A qué es debida esta asimetría?

El régimen insiste que se trata de un mecanismo de ordenamiento y facilitación de operaciones en el trabajo por cuenta propia, pero los emprendedores cubanos no lo creen así, e interpretan la cuenta bancaria fiscal como una excepcionalidad. Somos muchos los que pensamos que en un estado democrático y de derecho, tribunales de justicia independientes resolverían favorablemente cualquier recurso presentado por un particular contra una medida tan discriminante. En Cuba, esta actuación de los tribunales populares sería impensable, así que la posición de cautela, temor y desconfianza se mantiene, e incluso acrecienta.

Lo cierto es que desde el año 2011, el régimen comunista había dispuesto varias normas para que los trabajadores por cuenta propia tuvieran una cuenta corriente bancaria para sus operaciones, pero el límite de ingresos brutos anuales iguales o superiores a 50.000 pesos cubanos, dejaba a la mayoría fuera del alcance de la norma.

Siete años después, y asumiendo que la actividad de los trabajadores por cuenta propia se encuentra consolidada, se extiende el uso de la cuenta bancaria fiscal a todos. Detrás de este postulado hay algo tan erróneo como creer en esa eventual “consolidación” de la actividad privada. Lejos de la realidad, como ocurre en la economía castrista, nadie se ha detenido a pensar que el emprendedor privado no va a estar siempre ahí, dispuesto a operar sin obtener las ganancias que compensen su esfuerzo. Este tipo de motivaciones no se entienden en el marco de la planificación central comunista.

El segundo argumento es que por medio de las cuentas bancarias fiscales se “facilitan las operaciones y relaciones financieras entre los distintos agentes económicos, como ocurre en cualquier parte del mundo”, otro postulado que parte de un error que es creer que en Cuba todos los agentes económicos operan en el sistema bancario, lo que tampoco es cierto.

Tiempo habrá de comprobar cómo los emprendedores se adaptan a estas normas. E incluso qué experiencias cabe obtener para el resto de actividades aprobadas para ejercer el trabajo por cuenta, a las que se irá exigiendo la cuenta bancaria fiscal progresivamente hasta que todos la tengan, incluso los paseadores de perros o los peladores de fruta.

Nadie cuestiona la necesidad de una ordenación de las relaciones económicas, ni la exigencia de contabilidad general e interna para los nuevos emprendedores. Ellos mejor que nadie saben de la importancia de estar al tanto de sus cuentas, para no quebrar y sortear las dificultades que existen en una economía donde no se favorece su desarrollo, sino todo lo contrario. Ni siquiera para dar una mayor seguridad a las operaciones económicas y ayudar a que el sector se consolide. No es por medio de este tipo de imposiciones bancarias y fiscales como crece la economía privada de un país, sino todo lo contrario. Lo que se cuestiona es la imposición de una determinada cuenta y sobre todo, el régimen de depósito previo de cantidades, que va a suponer un gran esfuerzo para muchos de los trabajadores por cuenta propia que viven al día.

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