Eliminación del gravamen del 10% al dólar


Elías Amor Bravo, economista
Imaginemos un gobierno que lleva 61 años enemistado con otro al que le acusa de hacerle un daño económico. Ello incluye, entre otras cosas, la prohibición de utilizar la moneda del otro país. Incluso condenas de prisión a quienes son sorprendidos en transacciones en la economía informal. Pues bien, acabado dicho plazo, el gobierno no tiene otro remedio que dar la vuelta, y autorizar las transacciones en dicha moneda prohibida para la compra de una serie de productos de alimentación y aseo que son básicos para la población.
Y además, las autoridades de ese gobierno sostienen que la medida de marras es justa y beneficia a todos los cubanos de dentro y fuera del país. Increíble, pero esto es Cuba en los tiempos de Díaz Canel, y así es como los medios de comunicación internacionales han cubierto estas noticias procedentes de la isla.
Fidel Castro lo hizo de otro modo. Cuando en pleno período especial vio que el dólar devoraba al peso cubano, porque esta moneda era despreciada por la población ante el sálvese quién pueda que trajo consigo el derrumbe del muro de Berlín, creó una moneda ficticia el CUC para recaudar divisas de forma directa, y se quedó tan tranquilo. 
La dualidad monetaria en Cuba ha estado ahí un cuarto de siglo y podría continuar de forma indefinida, a pesar de los estragos que causa en el funcionamiento de los agentes e instituciones económicas. Pero Fidel Castro creó el CUC, y nadie hasta ahora, ha tenido valor para suprimirlo. El CUC no sobrevivirá a las medidas actuales. Eso es seguro.
Pero vayamos al núcleo de la cuestión, a lo que ha atraído la atención de los medios internacionales. Resulta que este país que había proscrito el uso de la moneda del enemigo extranjero, había establecido un gravamen del 10% sobre las transacciones, generalmente cobro de remesas, realizadas en dicha moneda. De pronto, han decidido suprimir ese gravamen. Como hay pocos gobiernos que actúen de este modo, conviene preguntarse por qué el régimen cubano ha decidido no cobrar ese 10% a las transacciones en dólares.
La pregunta es fácil de contestar. Básicamente porque ha ideado un sistema de intermediación comercial, que empezó el pasado año con la venta de electrodomésticos, aires acondicionados, equipos informáticos, piezas de autos, refrigeradores, etc, y ahora lo quieren extender a los alimentos básicos y productos de limpieza en 72 tiendas en las que, con seguridad, no faltará de nada, a diferencia de las tiendas estatales en las que después de largas colas y esperas, lo normal es no conseguir el producto que se desea. Digamos que, además, han anunciado para agosto más productos y más tiendas, así que el gobierno cubano ha visto en la intermediación comercial con divisas una vía para superar la actual situación de crisis provocada por la COVID19.
¿Por qué decimos esto? Básicamente porque ahora se podrá importar alimentos y pagarlos con las divisas que se recauden en las tiendas por la venta de los productos. Divisas que no existen en la economía nacional porque ya van cuatro meses que los turistas no llegan a la Isla, como reconoció el ministro de economía. Así que las divisas necesarias para comprar en Estados Unidos maíz o arroz se conseguirán en las tiendas que venden en MLC, que se inauguran el próximo lunes día 20, por el régimen comunista, y todos tan contentos, porque la amenaza de crisis alimentaria se aleja así del lúgubre escenario de la economía cubana.
Pero esta misma medida tiene dos caras, como la moneda. La cara A es positiva porque permite a los cubanos que tienen acceso a los dólares abrir sus cuentas en determinados bancos, obtener tarjetas de débito y lanzarse a comprar lo que deseen en las tiendas. Pero, la pregunta es, ¿y que ocurre con el 80% de los cubanos que no tienen acceso al dólar, ni familia en el exterior que envíe remesas? 
Esta es la cara B. O ahorran, y mucho, lo que parece bastante complicado con los sueldos que se pagan, y afrontan un cambio del peso cubano con el dólar que depreciará al primero notablemente en el mercado informal, o lo más probable, que no puedan comprar nada en estas tiendas. 
La injusticia que esto supone seguro que la arregla la economía informal, con fórmulas que la creatividad de los cubanos enseguida nos mostrará que es un pueblo hábil y con capacidades, mientras que la seguridad del estado se entrena para poner fin a dichas “ilegalidades” que no son otra cosa que un grito de libertad.
De momento, decimos adiós al gravamen del 10% en las operaciones con dólares que Fidel Castro, igualmente, estableció en 2004 para responder a lo que él denominaba “ataques del embargo”. La realidad es que nada ha cambiado desde entonces, incluso la aplicación del Título III de la Ley Helms Burton ha puesto las cosas más complicadas, pero ahora el régimen comunista cubano ha decidido eliminar el gravamen por lo que la gente no perderá ese 10% que tampoco da para grandes alegrías.
Nadie debe esperar que estas medidas revolucionen una economía que, según los últimos datos de CEPAL se hundirá en 2020 hasta un -8% (conviene recordar que en abril habían estimado solo un -3,8% por lo que muy mal están yendo las cosas, y lo que es peor, mucho peor pueden ir a continuación). El gobierno ha reaccionado aplicando, dentro de los márgenes que tiene, una medida que pretende hacerse con todas las divisas que circulan por el país procedentes de las remesas del exterior (es lo único que entra actualmente).
Los más viejos del lugar recuerdan la dialéctica de Fidel Castro contra Estados Unidos y las amenaza al dólar. La despenalización de la moneda llegó en 1993 cuando los cubanos atravesaban el llamado “período especial”, pero antes de esa fecha muchos sufrieron condenas de prisión y elevadas multas por tener dólares. La historia no se puede olvidar fácilmente, y mucho menos se debe caer en dicho olvido, cuando se restituye el pasado.
Nunca antes de 1959, pese a la injerencia de Estados Unidos en la economía cubana tantas veces denostada por el régimen, los precios de los productos se establecieron en dólares en las tiendas. No hay ningún cubano que recuerde algo así de aquellos tiempos en los que el peso se cambiaba a la paridad con el dólar, porque la economía cubana contaba con unos fundamentales más sólidos que la de Estados Unidos.
Tanta demagogia y largas horas de discursos vacíos de contenido para acabar vendiendo carne de cerdo, champú y hamburguesas en dólares a los cubanos en una serie de tiendas selectas. Productos básicos en precios nominados en dólares en un país con otras dos monedas oficiales en circulación, el Peso histórico y el invento de Castro llamado CUC. A veces la historia se encarga de devolver a la cordura a aquellos que la ofenden jugando a la ruleta rusa. Lo que va a ocurrir en Cuba a partir del próximo lunes día 20 de julio tiene mucho que ver con esas batallas perdidas por los gobiernos y regímenes políticos, en las que no existe justificación de ningún tipo para apoyar aquello que se hizo.
Lo malo de todo es querer presentar estas medidas como algo beneficioso para el pueblo cubano, cuando no lo son. Que el 80% de los cubanos no tenga acceso al dólar deja a mucha gente al margen de este sistema comercial orientado a captar divisas. El malestar está servido, porque nadie va a entender esta diferencia. En Cuba, el acceso a la compra de bienes y servicios que no existen en otras tiendas, no va a estar en función de los valores del trabajo, el esfuerzo, la motivación o el desempeño, sino de tener un familiar o un amigo en el extranjero que envíe dólares. ¿Es esta la lección moral que el régimen castrista quiere dejar a los cubanos? Si los que gobiernan el país, no tienen nada mejor que hacer que insultar a los que cuestionamos este tipo de medidas, que se retiren y dejen paso a otros. Están perdiendo un tiempo muy valioso, que no se podrá recuperar. Por suerte, los cubanos lo saben.

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