Los salarios en Cuba: fuente de injusticias y desigualdades sociales


Elías Amor Bravo, economista
La reciente publicación de la ONEI, "Salario medio en cifras. Cuba 2019" ha venido a confirmar lo que ya era más o menos conocido.
En primer lugar, que los salarios medios nominales en Cuba se encuentran en expansión desde 2015, cuando suponían poco más de 687 pesos hasta los 879 pesos de 2019. Un crecimiento que se ha acelerado precisamente en dicho año, y que en términos absolutos se sitúa en 192 pesos y en relativos, un 28%, que pone de manifiesto una evolución que es necesaria, si se quiere que los salarios sirvan para algo.
En segundo lugar, por lo mismo que antes, ese salario medio en 2019 equivale, según el cambio actual, a poco más de 37 dólares, y teniendo en cuenta los precios de las tiendas en moneda convertible, es evidente que poco se puede hacer. La capacidad adquisitiva de los salarios para la compra diaria de bienes de primera necesidad fuera de los circuitos de la canasta normada y demás subsidios del régimen, pese a haber aumentado, sigue siendo escasa.
La combinación de estas dos tendencias explica por qué los salarios son una de las principales preocupaciones de los cubanos, un resultado que se obtiene en todos los estudios demoscópicos conocidos sobre la realidad social en la isla.
Los salarios aparecen en una economía como un arma de doble filo. 
Por un lado, su crecimiento desmedido provoca efectos negativos sobre la competitividad exterior, al encarecer los costes de producción y con ello limitar los beneficios empresariales, a la vez que generan tensiones inflacionistas. De igual modo, salarios en crecimiento (siempre que la inflación esté bajo control) apuntan a altos niveles de poder adquisitivo de la población, lo que supone un encadenamiento, en términos de Díaz Canel, fundamental para estimular el consumo y la producción. En este caso, igualmente, aparece tensión inflacionista desde la demanda.
Salarios en aumento suponen la principal amenaza para la inflación. Por ello, los economistas insisten en la necesidad de que los salarios guarden relación con la productividad del trabajo. Si las dos variables acompasan su crecimiento, los costes unitarios tienden a mantenerse estables, no se erosiona la competitividad, las empresas producen más para atender una demanda en aumento resultado de un poder de compra más elevado. Lograr ese círculo virtuoso no es fácil y está en función de políticas de crecimiento y bienestar, de I+D y de innovación tecnológica.
¿Cuánto han aumentado los precios en Cuba desde 2015? ¿Y cuánto lo ha hecho la productividad?
La cuestión de los precios es complicada, porque el indice de precios al consumo al referirse solo a mercado nacional no sirve. En tales condiciones, se tiene que recurrir al deflactor del PIB, que ofrece datos oficiales solo hasta 2018. Teniendo en cuenta estas limitaciones, se podría estimar un crecimiento de los precios de un 20% entre 2015 y 2019 (posiblemente algo más) lo que dejaría un aumento salarial real del 8% en estos años, alrededor de un 1,6% anual. Apenas perceptible.
Con la productividad del trabajo, el indicador se obtiene de la división del PIB en precios constantes, por el nivel de ocupación. De acuerdo con nuestras estimaciones, que incluyen hasta el año 2019, la productividad aumentó en el mismo período un 12%, como consecuencia del descenso del nivel de ocupación. Esto indica que el crecimiento de los costes unitarios ha sido de un 16% entre 2015 y 2019, el equivalente a un 3,2% anual. Las tensiones inflacionistas desde el lado de los costes han estado ahí.
En suma, los aumentos salariales desde 2015 han tenido escaso impacto en el poder de compra real y, sin embargo, por el débil crecimiento experimentado por la productividad han generado tensiones inflacionistas de costes, sobre todo en el sector presupuestado. La política de planificación central ha vuelto a tener, en materia de salarios, otro rotundo fracaso.
A lo expuesto anteriormente, se pueden añadir otros resultados que surgen del análisis de los datos oficiales de ONEI.
Por ejemplo, las desigualdades salariales entre los cubanos aumentan.
Por territorios, se observa que la distancia entre el salario más bajo que se cobraba en 2015 en Isla de la Juventud, apenas 617 pesos y el más elevado en Ciego de Ávila con 752 pesos (equivalente a 135 pesos, un 22%) en 2019 no se ha corregido, sino todo lo contrario. Ciego de Ávila pierde la primera posición en detrimento de Artemisa en 2019, con un salario medio de 989 pesos, en tanto que el más bajo corresponde a Santiago de Cuba con 757 pesos, una distancia de 232 pesos (el doble de la que había en 2015) equivalente a un 31% relativo.
Además, en Artemisa el aumento de los salarios en estos años se acerca al 50%, en concreto un 48%, mientras que en Isla de la Juventud, los salarios aumentan solo un 24,3% por debajo de la media. Las provincias que experimentan mayores crecimientos de los salarios son las que tenían niveles más elevados, y en cambio, aquellas en que se pagaban los salarios más bajos han sido las que han registrado menor crecimiento. Santiago de Cuba, por ejemplo, apenas ve crecer un 20% los salarios en este período en el que se queda atrás de forma muy evidente. Pero, ¿qué planificación central es esta?
Se observa fácilmente que las desigualdades salariales en Cuba están en función del lugar en que se reside.Y va Díaz Canel y proclama que el desarrollo en su estrategia se debe lanzar desde los municipios, una clara apuesta por mantener y hacer crecer estas desigualdades injustas. La economía de planificación central, sin derechos de propiedad, ni mercado, no puede asegurar la justicia salarial entre los territorios de la isla, sino todo lo contrario, incrementa las diferencias.

Para aportar algo más de información, las provincias cubanas han sido clasificadas en tres grandes zonas: occidente, centro y oriente, dejando Isla de la Juventud aparte. Los datos de los salarios medios en cada zona se comparan con el total nacional se presentan en el Cuadro siguiente y se obtienen los índices.

Si algo informa el Cuadro es que vivir en el oriente de Cuba supone mayor desigualdad social en términos salariales que en el occidente o centro, donde se supera la media o se alcanza ligeramente. La Isla de la Juventud se queda claramente atrás. Pero interesa destacar la fuerte concentración de la población en las provincias orientales de la nación, donde los salarios están en promedio en 2019 un 10% por debajo de la retribución de todo el país. En cambio, los cubanos que viven en el occidente ganan alrededor de un 3% más que la media.

Con la misma distribución territorial en grandes zonas, se observa en la última columna del Cuadro, que es en el occidente donde los salarios aumentan más en el período 2015 a 2019, un 31,5%, claramente por encima de la media, que fue un 28% como se indicó más arriba. Pero a ello se añade que el crecimiento salarial de los que viven en la zona oriental, solamente un 24,7% se queda 7 puntos porcentuales por debajo. Vivir en el oriente de la isla no solo significa salarios medios más bajos sino que además, su crecimiento es igualmente inferior.

Unas desigualdades frente a las que la planificación central de la economía no tiene solución y que pueden estar en el origen del creciente malestar social que se viene produciendo en las provincias orientales, y que en términos de salarios, se encuentra plenamente justificado, como se observa en el Cuadro.


2015 2016 2017 2018 2019 %
Occidente 100 105 103 105 103 31,5
Centro 102 104 99 103 101 26,7
Oriente 93 91 88 88 90 24,7
Isla Juventud 90 89 89 89 87 24,3
Cuba total 100 100 100 100 100 27,9

Pero es que las desigualdades salariales de los cubanos son, si cabe, mayores aún cuando se analiza la distribución por actividades económicas. En este caso, la distancia en 2019 entre la construcción, que pagó el salario más elevado, 1.597 pesos y los hoteles y restaurantes, con 529 pesos, el más bajo, alcanzó 1.068 pesos. Un cubano que trabaje en la construcción recibe un sueldo tres veces superior al que lo hace en el turismo.
En cuanto a tendencias, hay actividades que ganan y otras que pierden en referencia a los salarios. Por ejemplo, la industria del azúcar que pagaba 1.238 pesos en 2017 apenas retribuye en 2019 con 1.062 pesos, un descenso del 14% en este período. Incluso, hoteles y restaurantes, donde se percibe el salario medio más bajo en 2019, se observa una tendencia a la baja en las retribuciones desde 2017, al pasar las retribuciones de 546 pesos a los 529 antes citados, un 3,1% menos. En cuanto a los profesionales de la educación y la sanidad, los resultados son contradictorios. Mientras los primeros reciben salarios inferiores a la media 783 pesos, los segundos por encima, con 965 pesos. El aumento del salario de los educadores desde 2017 ha sido de un 47% y el de los sanitarios ha sido inferior, un 16%.
Una última maldad. La estadística de salarios permite observar, por actividades económicas, que en aquellas donde ha penetrado con mayor intensidad la actividad no estatal, privada o por cuenta propia, como hoteles y restaurantes, transportes, comercio registran niveles salariales inferiores (y los salarios aumentan menos) que los que se obtienen en el sector presupuestado que depende del gobierno.¿Alguien lo puede creer?


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