La unificación monetaria, el cuento de nunca acabar
Elías Amor Bravo, economista
Tal vez, posiblemente, junto a los salarios, la vivienda y qué comer a diario, la unificación monetaria se ha convertido en uno de los principales problemas de los cubanos. Hay pruebas de ello. El artículo publicado en Granma con el título “Unificación monetaria en el horizonte de Cuba” en el que varios especialistas del Banco central de Cuba analizaron esta cuestión, ha tenido hasta la fecha “71 comentarios” (un récord en el periódico oficial comunista). Y si se analizan con detalle, se puede comprobar que muchos tienen un perfíl crítico y abrigan no pocas desesperanzas entre los ciudadanos.
No es para menos. El gobierno lleva en este asunto casi diez años, desde que a Raúl Castro, allá por 2011, se le ocurrió que había que unificar las dos monedas que circulaban por la isla, reconociendo que dicha anomalía creaba no pocos problemas para el funcionamiento de la economía. Desde entonces, el asunto ha sido como el río Guadiana español, que aparece y desaparece a lo largo de su recorrido, pero siempre está ahí sin que se sepa muy bien cuál será el resultado y lo que mas teme la gente, las consecuencias que tendrá la unificación sobre la vida de los cubanos.
Conviene empezar situando el problema en perspectiva. Lo cierto es que la unificación monetaria y cambiaria es un asunto que no preocupa al gobierno. Si no fuera así, no habrían estado 9 años dando vueltas a un asunto que, casi siempre, por una u otra razón, se venía postergando. Ahora la justificación parece evidente, si se tiene en cuenta el impacto directo de la COVID19 en la economía cubana.
Y si no preocupa es porque el gobierno se beneficia de la dualidad monetaria. Para empezar, no tiene que someter al peso cubano CUP a la demanda internacional de monedas, de modo que aislado de los mercados financieros globales, su valor, credibilidad y responsabilidad pasan a un segundo plano. De modo que el CUC pasa a ser ese “intermediario” entre las monedas del mundo y la propia de la nación y gracias a ello, el gobierno se queda con una parte de cualquier transacción. Las divisas que se precisan se mantienen en un circuito empresarial y de negocios aislado de la economía, en el que solo los pequeños emprendedores del turismo han empezado a participar, si bien de forma limitada.
El problema es cuando el CUC deja de tener valor como unidad monetaria, porque se ha desajustado la relación entre dinero y producción, y su depreciación es perceptible. El gobierno ha adoptado diversas medidas para propiciar la debilidad del CUC con relación al CUP, y sin embargo, lo que ha conseguido es que las dos monedas se hundan. Mal asunto. La explicación se encuentra en la preferencia de los cubanos por el dólar. No solo porque permite acceder a un mayor número de bienes y servicios, sino porque es garantía de estabilidad a medio y largo plazo. Algunos han querido ver un retorno a los años más difíciles del período especial, con una eventual “dolarización” de la economía. Sin llegar a tanto, la fortaleza del dólar está planteando notables retos al proceso de unificación monetaria.
¿Por qué el CUC y el CUP pierden poder adquisitivo de forma acelerada y el dólar ya se cambia a más de 1,25 y además en poco tiempo? La economía se encarga de dar explicaciòn a ello. Sobran CUC y CUP y hacen falta dólares. Y la gente actúa de acuerdo con ello más aún si es necesario abrir esas cuentas bancarias para obtener la tarjeta de débito que permita las compras de bienes y servicios, con un incremento notable de poder adquisitivo respecto al conjunto de la población. En cierto modo, algunos pensarán que se repite la misma historia de 1993 y 1994, y llevan razón. En aquel momento, se incluyó la despenalización del uso y la tenencia del dólar para los cubanos; las tiendas recaudadoras de divisas, el fomento de las exportaciones de servicios y, en particular, del turismo, la apertura de la inversión extranjera y la autorización de las entradas de remesas desde el exterior. Además, el gobierno permitió que los principales exportadores retuvieran parte de las divisas que ingresaban y que determinadas transacciones entre empresas se realizaran en dólares. Misma letra, música tal vez diferente.
El problema entonces, y también ahora, es que el gobierno, en ningún momento, adoptó medidas de disciplina y control económico de salarios, subsidios y demás gastos corrientes del presupuesto para hacer frente a un déficit de dos dígitos en porcentaje sobre el PIB. El descontrol interno estaba servido, y este es tal vez, el principal obstáculo a la unificación monetaria. De hecho, el CUC surgió precisamente para intentar afrontar ese descontrol interno y externo. Y así, con el paso del tiempo, apareció un segmento de “pobreza” en la economía cubana donde los salarios, la seguridad y asistencia social, los servicios, los productos normados y muchas otras actividades se iban realizando en pesos cubanos, en tanto que otro sector de la población disfruta de las ventajas del acceso a la moneda “fuerte” y las divisas.
De modo que, para el gobierno, tiene poco interés, resolver problemas que se van acrecentando como la convivencia de la dualidad monetaria y dualidad cambiaria, que generan distorsiones en la actividad económica con un tipo de cambio en el sector empresarial (de 1 CUP igual a 1 CUC igual a 1 USD), que no refleja la realidad y que supone un obstáculo para la exportación a la vez que estimula las importaciones. Problemas de contabilidad, de definición de precios, de uso de las monedas y los depósitos formales e informales de las mismas. El tsunami cada vez crece más.
La especialista del Banco Central de Cuba, Karina Cruz Simón, ha reflejado de forma explícita el origen del problema, Según su criterio, la “estabilidad» de la moneda nacional se logra garantizando que los procesos de emisión de dinero se correspondan con la evolución de la economía real o productiva”. Una posición acertada, que nos obliga a preguntar cuándo se ha producido en la economía cubana ese equilibrio necesario en la economía.
Tan solo dos datos. Con la economía creciendo a finales del pasado año un 0,5%, la participación del dinero en circulación en el PIB se acercaba al 30%, No es extraño que el mal de la inflación estructural aparezca de vez en cuando, y se mantenga larvado en la economía. Las autoridades lo resuelven desabasteciendo las tiendas. El diferencial de inflación de las “monedas” cubanas comparado con el de las divisas (por ejemplo dólar o euro) ayuda a explicar el creciente deterioro de poder adquisitivo de las monedas y, sobre todo, su credibilidad.
La especialista del Banco señaló que “un escenario favorable para que el peso cubano pueda cumplir con sus funciones y se logren preservar los equilibrios macroeconómicos, implica un tipo de cambio que acerque la oferta y la demanda de divisas; la existencia de reglas claras de emisión monetaria, para que en la economía haya justo la cantidad de dinero necesaria, y la disciplina entre los ingresos y gastos del Gobierno (control del endeudamiento público)”.
Para añadir en su mensaje que “es importante la coordinación entre los organismos encargados de conducir las políticas macroeconómicas, así como transitar de una dirección administrativa al uso de instrumentos financieros, para que los precios puedan ofrecer señales para un mejor desempeño de los consumidores, productores y la planificación general de la economía”.
Insisto. La letra está bien escrita, el problema es la música.
¿Cómo se logra un tipo de cambio que acerque oferta y demanda de divisas, cuando las dos monedas cubanas no están presentes en los mercados internacionales, ni tampoco tienen ese objetivo?
¿Cómo se establecer reglas claras de emisión monetaria si la demanda de dinero de la economía, sobre todo la procedente del estado, no deja de aumentar?
¿Qué hay que hacer para lograr disciplinar al estado en su gestión de ingresos y gastos públicos, más aún, con una grave situación como la planteada por la COVID19?
La guinda del pastel vienen de ese requisito de “coordinación entre los organismos encargados”, de lograr una “oferta estable y de calidad de bienes y servicios que puedan ser adquiridos en la moneda nacional, y “la necesidad de crear condiciones que estimulen que las personas y las empresas ahorren y obtengan créditos en la moneda nacional”. La pregunta es, ¿cómo lo van a lograr, tal vez por medio de las “arengas” de Machado Ventura?
La conclusión es que el Banco Central de Cuba, dominado por el gobierno comunista y sin la autonomía que le exige la política monetaria, no puede lograr la unificación monetaria desde el punto de vista técnico, de modo que este proceso acabará siendo el resultado de una decisión política cualquier día menos pensado. Lo mismo que fue el nacimiento del CUC. Y luego, tendrán que vestir al santo.
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