Relaciones constructivas y respetuosas: ¿de quién y cómo?

Elias Amor Bravo, economista

Para que luego digan que quien no corre, vuela. El pasado domingo, Díaz Canel dijo a través de su tweeter oficial, que está convencido de la posibilidad de una “relación bilateral constructiva y respetuosa de las diferencias con EEUU”. No esperó mucho el dirigente comunista cubano para dirigir un mensaje pre cocinado al presidente electo demócrata, Joe Biden. En La Habana, donde el mismo régimen político lleva desde 1959 despidiendo y recibiendo a más de 16 presidentes de EEUU, esta práctica no suele ser habitual. Cuentan los conocedores de la historia de los años oscuros de Fidel Castro, que ni siquiera hacía llegar algún mensaje a sus vecinos del norte.

Y si bien es cierto que Díaz Canel ha pasado a engrosar la lista de dirigentes que no han felicitado de forma explícita al nuevo presidente electo, una lista interada por personajes tan variopintos como López Obrador, Putin o Xi Jinping, ese mensaje en el que Cuba aboga por una relación constructiva y respetuosa, tiene mucho más contenido de lo que parece.

La cúpula dirigente comunista cubana suele tener información de gran calidad sobre lo que acontece en el vecino del norte, y por ello, este mensaje de Díaz Canel puede significar varias cosas.

Primera, que Biden salvará los procesos judiciales que tiene por delante. Parece que en La Habana lo tienen claro, cuando el comunicado subraya y cito textualmente “reconocemos que, en sus elecciones presidenciales, el pueblo de EEUU ha optado por un nuevo rumbo”.

Segunda, que por ello Biden, un viejo conocido para la cúpula castrista de los tiempos de deshielo de Obama, acabará siendo el nuevo inquilino de la Casa Blanca a partir del 20 de enero.

Y tercera, que el régimen comunista cubano no aguanta más la asfixia del último año y medio. De algún modo, el mensaje de Díaz Canel es más un ruego o una súplica al nuevo mandatario de EEUU para que afloje un poco las cuerdas.

En ese sentido, no deja de ser curioso que otra de las que no han tardado mucho en hacer declaraciones en las redes haya sido la diplomática Josefina Vidal, que es actualmente embajadora en Canadá, pero que tuvo un papel clave en las negociaciones del "deshielo" en las relaciones promovido por Obama, junto a Biden, entonces vicepresidente. Vidal habló en su comunicado de lograr "una relación de coexistencia civilizada entre Cuba y EE.UU., basada en el respeto de las diferencias y en la identificación de áreas de interés y beneficio mutuo, es posible. En lo que se interpreta como la búsqueda de simpatía con Kamala Harris, la vicepresidenta electa, y ya se verá que puede ocurrir después.

No cabe duda que en La Habana hay una expectativa de cambiar las cosas y además, muy grande y en muy poco tiempo. Sin hacer nada. Lo mismo que antes. A pesar de lo pronto que es el momento político, y sobre todo su oportunidad, para lanzar mensajes, las autoridades parecen dispuestas a poner toda la carne en el asador. Y eso que algunos analistas han contrapuesto el sorprendente silencio oficial de las autoridades comunistas cubanas durante 24 horas, con la atención que Granma y otros medios oficiales dedicaban a las informaciones relativas al recuento de los votos y las dudas en los estados clave, como otra novedad a destacar en las elecciones de 2020.

Por eso, la creencia de Díaz Canel sobre la posibilidad de una relación bilateral “constructiva y respetuosa” de las diferencias entre los dos países, no llega en el momento más oportuno, y es tan solo fachada. Me cuesta creer que en La Habana se equivoquen en el marcaje de los tiempos, pero creo que o la situación es realmente crítica (lo que viene avalado por los escasos indicadores económicos disponibles) o el régimen se percibe como débil y quiere atisbar, cuanto antes, posibles ayudas del vecino del norte que le permitan lo mismo de siempre, ganar tiempo.

Este sería el sentido del término “relaciones constructivas”. Se trata de construir algo distinto a lo que se ha edificado desde 2016 que, valga la redundancia, es mucho y muy sólido. Las relaciones constructivas que busca Díaz Canel son bien conocidas: líneas de crédito para financiar importaciones, turistas masivos, más remesas y todos los dólares que puedan llegar, sin hacer ninguna concesión a cambio. Los problemas económicos de La Habana son internos y tienen su origen en el modelo social comunista que rige la economía, pero si el vecino del norte suelta el dinero, qué mas da.

En cuanto al término “relaciones respetuosas”, habrá que recurrir a los archivos de prensa para constatar quién y de qué modo se muestra más irrespetuoso en las relaciones y comunicaciones que se producen entre los dos vecinos. Todavía se espera escuchar algún insulto procedente de EEUU como los que se escuchan a diario desde La Habana.

De lo dicho, sería deseable que el nuevo equipo presidencial no tome decisiones a la ligera en el tema cubano. Que no se deje arrastrar por "cánticos de sirenas". Estoy convencido de que no lo hará. Ha tenido la experiencia de los últimos años, sobre todo, desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, para constatar que el escenario se ha complicado notablemente y que Cuba aprovecha cualquier oportunidad para atacar a EEUU en las instituciones internacionales, recupera episodios trasnochados del pasado para continuar con su discurso rancio de la guerra fría, y su sistema político es actualmente, uno de los obstáculos más importantes que existen en el mundo para el avance de las libertades, la democracia y el respeto a los derechos humanos en Cuba.

Desmantelar todo lo que se ha desarrollado desde 2016 tiene poco sentido. Volver a un “deshielo” sin que en La Habana entiendan que deben asumir su parte de responsabilidad y enderezar el rumbo de la nave, sería un gran error. Los defensores de la democracia y la libertad que se juegan el tipo dentro de la isla, donde la represión feroz contra los disidentes no se ha detenido en los últimos años, no verán con buenos ojos un entreguismo de las nuevas autoridades de EEUU hacia los intereses del régimen, sin nada a cambio.

La experiencia de los últimos años ha servido para que en La Haban asuman que el modelo social comunista, irrespetuoso de las libertades, el estado de derecho, el pluralismo democrático y los derechos humanos, no tiene futuro. Biden cometería un gran error si hace seguidismo de la política de Obama con respecto a Cuba. El reto que tiene por delante, en mi opinión, es aprovechar lo conseguido en los últimos años e implementar una negociación abierta, con luz y taquígrafos, para que se pueda observar, a nivel mundial, quien no quiere cambios y por qué.

Es el momento ideal para desenmascarar al régimen de La Habana ante el mundo y mostrar que las “diferencias” sobre las que pretende establecer una negociación “constructiva y respetuosa”, no son otra cosa que los rasgos esenciales de una dictadura comunista revestida de democracia de “partido único”, como dijo Mogherini en una de sus visitas a La Habana, que no se puede aceptar como opción política en un ejercicio de libertades democráticas.

Biden también tendrá que afrontar la situación de Venezuela. Este es otro asunto muy complicado. Y con ello, volverá Cuba a la palestra, porque cada vez se encuentran más interrelacionados estos dos países. Las prisas no son buenas consejeras. Cierto es que durante la campaña electoral, Biden afirmó que llevaría adelante una reforma de la relación bilateral y las sanciones de los últimos cuatro años, pero de ahí a comprometerse levantar el embargo que EEUU mantiene sobre Cuba, hay un largo trecho, y que solo se puede acometer con el respaldo del Congreso. Díaz Canel tendrá que esperar.

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