La pertinaz sequía y el régimen castrista: crónica de un desastre

Elías Amor Bravo economista

Las dictaduras y los regímenes autoritarios suelen culpar de su fracaso económico a las influencias externas, casi siempre ajenas al marco de actuación de esos gobiernos. Ocurrió en la etapa nazi alemana y fascista italiana, en la época soviética, y cómo no, en la Cuba castrista. Aquí el argumento del embargo/bloqueo, olvidado durante más de tres décadas, ha sido una referencia obligada para justificar los desastres actuales. 

Y ahora, junto al embargo/bloqueo, que se mantiene alto en la agenda, ha surgido el mismo argumento que otros regímenes dictatoriales utilizaron para explicar sus problemas: la pertinaz sequía. Y como cabría esperar, en la prensa estatal se han apresurado a dar la visión oficial que les interesa que, una vez más, tiene poco que ver con la realidad. 

Hay sequía porque no llueve lo suficiente. Esto puede ser cierto, pero también, porque las necesidades de agua superan a la oferta. Y cuando se piensa de este modo, se tiene que prestar atención a lo uno y a lo otro. Y dejarse, de manipulaciones, como esa idea de “establecer una acertada estrategia comunicacional, que garantice la información sistemática, oportuna y precisa a la población acerca de los inconvenientes que se presenten con el abasto de agua y las decisiones que se apliquen en cada caso”. 

Porque al final, la falta de agua acaba siendo lo mismo que la falta de electricidad, o de gasolina, o de malanga, o de cualquier otro producto o servicio que no se obtenga de forma suficiente en la economía cubana. La explicación, tal vez, se tiene que situar en las mismas coordenadas, es decir, de responsabilidad de gobierno. El 26 de marzo es un buen día para pensar en estas cosas.

Si, es cierto que la lluvia es un fenómeno meteorológico que tiene poco que ver con la acción política de un régimen. Habría mucho que discutir, pero vamos a aceptar que nunca llueve a gusto de todos.  Entonces, ¿por qué un país del Caribe, en una zona climática favorable a las lluvias, está teniendo problemas de sequía?

Al parecer, según informa la prensa estatal, desde Camagüey hasta el oriente del país, y en otras zonas puntuales, se atraviesa una compleja situación en sus 54 embalses, situados a menos del 25% de capacidad, “que se torna grave a medida que se prolonga la sequía debido a la escasa incidencia de precipitaciones en estos primeros meses del año, muy por debajo de la media histórica”.

O sea, que llueve poco, no lo esperado y por tanto, las autoridades locales se tienen que enfrentar a la solución, y en este caso, lo hacen supervisadas por un dirigente comunista Joel Queipo, al parecer jefe del departamento económico-productivo del partido. Casi nada. Pues bien, habría que decir a Queipo que este problema no se puede afrontar a nivel local, sino que requiere soluciones nacionales y que las acciones a corto y medio plazos, aun siendo urgentes, tampoco van a resolver los problemas. No se lo vamos a decir más claro: contra la falta de agua, que es un problema de infraestructuras de alcance, se lucha con proyección nacional y a medio y largo plazo. Mal encaminados van de la mano de Joel.

Sobre todo, porque algunos informes técnicos del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, en el que se puede confiar más que en el dirigente comunista, afirman que “el panorama más comprometedor se presenta hoy en el sistema de abasto de agua potable a la ciudad cabecera provincial (Camagüey) tercera urbe más poblada de Cuba con una cifra que supera los 300.000 habitantes, pero que puede llegar a 400.000 según estimaciones oficiales”. La situación de cobertura de varias presas está siendo tan complicada que se tiene que recurrir a la instalación de tres motores nuevos en su estación de bombeo, lo que supondrá consumo adicionales de derivados de petróleo y contaminación, desde luego todo muy ecológico y sano. Lo mismo que con la electricidad.

Con este bombeo, que encarecerá el coste del agua, se pretende el envío de 540 litros de agua por segundo desde el reservorio ubicado en el municipio de Minas, como parte de la estrategia para estabilizar, en la Planta Potabilizadora de Camagüey, el tratamiento y distribución del líquido en la capital agramontina. Un parche para resolver de urgencia un problema, para salir del paso hasta que vuelvan las lluvias, pero todo el mundo sabe que la situación no es buena y que acabarán ocurriendo las temidas restricciones en el agua de consumo.

Desde el INRH se informa que se está intentando ejecutar las inversiones previstas en el menor tiempo posible, para lo cual se cuenta, a pie de obra, con los recursos indispensables, como tuberías, equipos de bombeo y otros accesorios. La cuestión es por qué no se han ejecutado ya esas obras e inversiones, medidas y actuaciones, porque todo es presentar y presentar lo que se tiene que hacer, pero luego, cuando toca decidir, se construyen más y más hoteles y las necesarias inversiones en infraestructura pasan a mejor vida en los presupuestos. Ya van varios años seguidos que para evitar que el déficit se dispare el régimen reduce a cero las inversiones en la liquidación de las cuentas, y las pocas inversiones las concentra en sus prioridades: la hostelería.

No se pueden desatender las infraestructuras básicas de la nación, porque luego vienen los apagones. La falta de agua va por el mismo camino. Medidas y medidas que no se ejecutan, porque el régimen otorga prioridad al gasto corriente, no sirven para resolver los problemas y ni crean expectativas en la población, más aún cuando las inversiones hidráulicas que se anuncian no van dirigidas a obras nuevas, sino a la "supresión de salideros en redes y conductoras, la reparación y mantenimiento de válvulas, y el mejoramiento de su manipulación en los acueductos locales". Parches y más parches, igual que en los centrales de energía eléctrica.

La sequía presenta muchas aristas, y tan solo una de ellas es la falta de lluvias. El mal uso del agua, su no sostenibilidad, es otro rasgo de los regímenes autoritarios, donde las inversiones solo se introducen con criterios políticos, al servicio del poder. No deja de ser sorprendente que medidas de ahorro y uso racional del agua, en Cuba, se basen en la inspección estatal contra los violadores del balance de gasto aprobado y de realizar una exigencia mayor sobre los grandes consumidores, en especial los sectores agropecuarios, cañero-azucarero y de la industria alimentaria, un buen ejemplo de cómo las gasta el régimen, actuando con medidas de represión contra aquellos que precisan del agua para producir y generar riqueza.

El dirigente comunista Queipo como suele ocurrir en estos casos, quedó complacido defendiendo la necesidad de establecer una “acertada estrategia comunicacional, que garantice la información sistemática, oportuna y precisa a la población acerca de los inconvenientes que se presenten con el abasto de agua y las decisiones que se apliquen en cada caso”. Es decir, propaganda y manipulación; lo mismo que hacen ahora con la electricidad y los apagones, o con el tipo de cambio. Un goteo informativo que no sirve de nada, porque la solución al problema sigue sin llegar. Al final, si no llueve pronto, la culpa será del embargo/bloqueo, ya verán. El día 26 los cubanos tienen motivos más que suficientes para reflexionar sobre el voto, ¿no creen?

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