Inversión extranjera en el comercio: actuar a la desesperada

Elías Amor Bravo economista

Hace más de 60 años la propiedad privada, como motor del crecimiento y actividad económica, desapareció en Cuba. El comercio, mayorista y minorista, construido durante décadas, fue derrumbado por las medidas comunistas y colectivistas. Y ahora, con todo lo que ha llovido, los dirigentes del régimen pretenden devolver la propiedad privada en el comercio, solo a los extranjeros, dejando a los cubanos en la más absoluta miseria. 

Es lo que planean hacer con la distribución comercial. Hace unas semanas la prensa estatal castrista informó sobre la apertura de la inversión extranjera en Cuba a negocios relacionados con el comercio. Y parece que se han superado los innumerables obstáculos para ello y que, en breve (lo que en el régimen cubano puede suponer mucho más tiempo de lo necesario) se autorizará el funcionamiento de estos nuevos negocios que suponen una absoluta incógnita. Y, sobre todo, una actuación desesperada.

La prensa estatal insiste que los primeros proyectos de inversión extranjera con empresas internacionales en el comercio mayorista y minorista empezarán a operar en los meses de abril y mayo, de modo que ya se están atendiendo los últimos flecos y detalles en un ámbito de actividad inexplorado hasta la fecha, pero de gran necesidad en la situación actual de la economía.

El giro de 180º del régimen en la política de inversiones extranjeras ha sorprendido a todo el mundo. Básicamente, porque hasta la fecha, el comercio en sentido amplio no parecía entrar en las preferencias del capital foráneo a la hora de apostar por negocios en la Isla, ni tampoco se ofrecía por el régimen en la llamada “cartera de oportunidades” que fija aquellas actividades autorizadas, como los hoteles o la minería. 

Al parecer, Malmierca se salió con la suya (frente a Gil y a Betsy Díaz, la ministra de comercio) y ha logrado que el partido único le autorice a permitir esta actividad comercial con capital internacional, en un intento de ver si se mejora en algo la grave situación actual.

De momento, las primeras empresas que van a operar son, entre otras, la empresa mixta Granferretero, el grupo Farmavenda Ibérica S. L. y Camacho International S.L. (ambos de España), Emifoods L.L. C y el Grupo Sur (de Argentina), y se anuncia que están actualmente en la fase de cierre de documentación legal, flujo operacional y almacenes y tiendas donde ofertarán alimentos, ropa, artículos del hogar, de aseo e higiene y otros muy demandados.

A diferencia de Malmierca, que tiene otros objetivos, el ministro Gil quiere que estos primeros proyectos se limiten solo al mercado mayorista, de modo que atiendan el déficit de ofertas y contribuyan a reducir la inflación. Igualmente, el ministro destacó el impacto que deben tener esos proyectos, en tanto se sumarán más antes que finalice el 2023.

La apertura de la inversión extranjera a la distribución comercial entraña riesgos y complejidades para el régimen comunista y, sobre todo, para las empresas que se dediquen a esta labor. Hay muchas razones para pensar que ello puede ser así.

El mercado cubano es débil, carece de poder adquisitivo y tiene dificultades de todo tipo, incluso financieras, para poder operar de forma eficiente en la distribución comercial mayorista o minorista, en condiciones similares a otros países. 

El comercio minorista, por ejemplo, es uno de los sectores más atrasados de la economía y con abundante empleo, presenta bajos niveles de productividad. 

El comercio mayorista es ineficiente y no logra atender ni las necesidades de los productores, ni tampoco de los vendedores minoristas y sus clientes. Los precios no funcionan en condiciones de oferta y demanda en los mercados y el tipo de cambio para las operaciones comerciales será toda una incógnita, tanto para fijar los precios nacionales como para retornar beneficios a las casas matrices, y lo que es más importante, para reponer el género vendido internamente en pesos. Si se aplica el cambio oficial de la tarea ordenamiento 1x24 el negocio exterior perderá interés.

Un interés, valga la redundancia, que para Malmierca es el “del país”, pero que tiene que tener en cuenta que nadie da nada gratis, y que esos ferreteros españoles o mayoristas argentinos suelen estar acostumbrados a operar con márgenes muy altos, de modo que, o las cuentas se ajustan bien, o va a ser muy difícil no sólo consolidar los negocios que ahora se autoricen, sino aquellos que puedan acercarse más tarde a la Isla para su aprobación. 

En realidad, nadie quiere perder dinero, y el régimen persigue recursos y divisas porque está necesitado de ellas, de modo que si no se actúa de forma correcta en este sector, el resultado puede acabar siendo muy negativo. La principal duda es si estas divisas se obtendrán tan fácil como en el turismo.

Entonces, ¿Qué habría que hacer? La respuesta en este blog es muy clara y siempre ha sido la misma. Una vez más conviene mirar atrás en el tiempo. Antes de 1959 Cuba contaba con un potente sector comercial mayorista y minorista, que había iniciado el camino de la expansión global después de ofrecer a los cubanos, unos servicios de alto nivel de calidad. El bodeguero cubano era una pieza fundamental de la sociedad, porque administraba la propiedad privada de su negocio y obtenía beneficios con ello. Aquel bodeguero fue perseguido, reprimido y encarcelado por el régimen comunista que hizo desaparecer al comercio privado de la Isla. Un sector que había nacido, crecido y consolidado por los propios cubanos, destruido por las medidas comunistas.

Es por ello, que pensamos que no tiene sentido alguna explorar vías de atracción del capital extranjero, si previamente no se potencia la actividad económica nacional y lo que los economistas denominan motores internos. No tiene sentido atraer inversión extranjera para desempeñar funciones en sustitución de los factores de producción internos. ¿Por qué el comercio mayorista o minorista de la nación se tiene que “regalar” al capital extranjero antes de que los cubanos obtengan el máximo valor del mismo? ¿Por qué Cuba no puede tener un comercio propio, de propiedad y dirección privada de cubanos, y tiene que recurrir a españoles o argentinos para ello?

Esta política de atraer capital extranjero a sectores productivos, antes de estimular y hacer crecer la economía nacional, es un error estratégico de diseño y una majadería comunista más. El capital extranjero no está para hacer funcionar una economía desde cero, sino para apoyarla y estimularla cuando ésta ya ha sentado las bases de su desarrollo. Y en Cuba hay mucho que hacer, sin duda, para que la economía y sus principales sectores sean atractivos para el capital extranjero. Este es el tipo de negocios en el que se acaba perdiendo todo, y luego, al final, las cosas acaban siendo mucho peores.

Una confianza excesiva en el capital extranjero para resolver los problemas económicos internos puede conducir a posiciones de pérdida de control a medio y largo plazo, que acaben convirtiendo a la economía cubana en una maquila en el Caribe de intereses extranjeros. No se puede estar en contra de la plena inserción de la economía cubana en la economía mundial, pero se tienen que sentar las bases para que tenga lugar en un proceso de igualdad y no con las actuales diferencias ofensivas. 

El capital extranjero es necesario y merece la máxima atención, pero no en estas condiciones. Los dirigentes comunistas contemplan la inversión internacional en Cuba como un negocio de estado, un proceso resultante de decisiones ministeriales y burocráticas, tras las giras políticas de los mandatarios por otros países, pero eso es justo lo contrario de lo que representa realmente el capital extranjero, cuyas bases en la economía cubana se tienen que revisar en profundidad.

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