Ni jornada de reflexión y mensajes electorales en los colegios

 Elías Amor Bravo economista

A la espera de los resultados de las elecciones del domingo 26 en Cuba, vale la pena reflexionar sobre algunos aspectos del proceso seguido. En concreto, la práctica de pedir el voto hasta el mismo momento de acudir a las urnas es un aspecto controvertido del sistema electoral comunista de Cuba donde no existe la pluralidad. Es más, por no haber, ni siquiera existe un día para el cese de la campaña a modo de jornada de reflexión.

El tropel electoral diseñado por los comunistas para salirse con la suya tiene poco que ver con las prácticas democráticas habituales. Incluso, Díaz Canel que aspira a la posterior reelección lanzó tremendo discurso electorero ante las cámaras de la prensa estatal en un intento de influir en la participación hasta el último momento. Todo ello poco democrático, desde luego.

¿Y de qué habló el dirigente comunista ante las cámaras? Pues más o menos, de lo mismo que siempre. En la circunscripción número 44 de Santa Clara, donde depositó su voto bien temprano en una urna, para lo que justificó el regreso atropellado el día antes de la cumbre iberoamericana de Santo Domingo y antes de entrar al colegio electoral, Díaz Canel lanzó un discurso cuyo contenido tiene poco que ver con lo que los demócratas suelen hacer en los colegios electorales durante las votaciones.

En efecto, dijo estar convencido de “que los candidatos han tenido la oportunidad de dialogar con el pueblo sobre los desafíos que enfrenta Cuba ante el bloqueo económico y la injusta inclusión en la lista de países patrocinadores del terrorismo”. Un alegato que vuelve a trasladar la responsabilidad de la grave situación económica del país al vecino del norte, pese a que las decisiones de su gobierno explican en gran medida el desastre ocurrido. Además, el diálogo con el pueblo ha sido inexistente.

Después anunció que la Asamblea Nacional “debe cambiar su sistema de trabajo para facilitar el intercambio con las personas y avanzar en la agenda legislativa” en un anuncio de acción de gobierno que traslada el convencimiento absoluto del dirigente comunista en que volverá a salir elegido para continuar hasta 2028 por los diputados que salgan de estas elecciones. Después, expresó su confianza en que “el pueblo cubano defienda el futuro, la patria y la unidad de la revolución con su voto consciente y optimista”. Más claro, blanco y en botella.

Y no satisfecho con estas mimbres del discurso, Díaz Canel se dedicó a pontificar sobre el fenómeno de la migración en el contexto actual de crisis global. Asombrosamente, dijo que “Cuba no es ajena a los problemas que enfrentan los migrantes en el mundo, pero que también tiene confianza en el regreso de muchos de sus jóvenes que han salido del país”. Un mensaje en clave de consumo interno dirigido a todas las familias desgarradas por la ruptura, que ha supuesto en un solo año, la huida del país de más de 200.000 cubanos.

Después siguió en clave interna, reivindicando “el papel los jóvenes en el desarrollo de Cuba y la importancia de brindarles espacios para su formación académica y profesional, así como para su participación en los procesos de innovación y transformación social”. Mucho papel y protagonismo, pero los jóvenes cubanos se van del país. No quieren aceptar la miseria en que han vivido sus padres y abuelos, y buscan una vida mejor, lejos de mensajes ideológicos vacíos. De ahí que el mensaje siguiente de Díaz Canel fuese llamar a la “unidad y al diálogo entre todos los sectores de la sociedad cubana, y reiterar su compromiso con la defensa de la revolución y la soberanía nacional”.

Después reivindicó “la diversidad y la representatividad de la candidatura única que se presentó al Parlamento” lo que no deja de ser una contradicción en sí misma. Lo justificó diciendo que "en esta candidatura también están muy representados todos los sectores y la mayoría son mujeres, eso es importante porque nos permite tener una mejor representación del tejido social del país”. Pero eso ya ocurre en todos los países del mundo, y Cuba no tiene por qué ser una excepción.

Y acabó haciendo referencia a los desafíos que enfrenta el país en el ámbito económico y social, y “reiteró su rechazo a cualquier injerencia externa que pretenda socavar la soberanía y la independencia de Cuba”. Díaz Canel rechazó que “algunos puedan poner por delante la situación económica”, lo que nos lleva a preguntar de qué debe depender el voto. Después dijo que, en su opinión, “la mayoría de la gente sabe que a pesar de la situación económica difícil si fuéramos nuevamente una colonia de los Estados Unidos los problemas solo se van a acrecentar, si todo estuviera privatizado, ¿Cuál fuera el futuro de los jóvenes?" La eterna obsesión desde tiempos de Fidel Castro. Desde luego un batiburrillo de majaderías que posiblemente, no fuera recogido correctamente por los medios, ya que todo lo expuesto parece un absoluto sinsentido.

Los dirigentes de los países democráticos rara vez hacen este tipo de alegatos en los colegios electorales cuando acuden a votar. Lo máximo es felicitarse por ese día, alegrarse de que todo funcione correctamente y confiar en que el día acabe de la mejor forma posible. No hay espacio para los discursos barriobajeros y demagógicos. En Cuba sí. En la democracia de partido único, como la definió la Mogherini, el máximo dirigente dice lo que le da la gana en el colegio electoral cuando va a votar, y no tiene límites. El patio de corral es suyo y de nadie más. Incluso se permite anunciar las prioridades de su gobierno, antes de resultar elegido por aquellos cuya misión es precisamente, elegirlo o no. En una vergüenza internacional como quiera que se mire. La democracia socialista está a años luz en Cuba de las prácticas internacionales. El poder se encuentra secuestrado por una farsa, que se resiste a avanzar.

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