La subida del precio de los alimentos anuncia el mal de la inflación en Cuba

El régimen castrista no para de dar sobresaltos, día sí, día no. Ahora nos llegan las informaciones sobre la decisión de liberalizar la venta de azúcar, lo que ha supuesto el aumento inmediato del precio de este producto, cuya venta a través de la libreta de racionamiento se venía realizando desde 1962.

Ya hemos señalado, en alguna ocasión anterior, que estas decisiones administrativas de liberalizar la venta de productos, sin la existencia de un mercado interno sólido que funcione de acuerdo con las leyes de la oferta y la demanda, no pueden causar más que daños a la situación económica de los cubanos.

Vayamos por parte. Primero hay que preguntarse por qué se liberaliza el precio del azúcar y su venta y ahora mismo. La nota oficial en “Juventud Rebelde” apunta a que el objetivo es beneficiar a los cuentapropistas. Falso. En ninguna de las 178 calificaciones ocupacionales que han regulado las nuevas actividades permitidas dentro de ciertos márgenes de libertad, aparece la producción de azúcar. Entonces, si la producción no es libre, es decir, si la oferta no se puede ajustar de forma automática, ¿qué sentido tiene liberar la demanda? Que alguien lo explique para poder comprender, de una vez, qué se pretende hacer por el régimen en Cuba con estas decisiones alejadas de la realidad.

Si los vendedores por cuenta propia no observan que sus existencias de producto aumentan al mismo tiempo que lo hace la demanda, subirán nuevamente los precios. La amenaza de la inflación es mucho peor que la incompetencia de los responsables de la gestión de la economía cubana. Si se desatase un proceso de elevación generalizada de los precios, las carestías harían aumentar las protestas de la población y, entonces, cabría esperar cualquier tipo de desenlace para el régimen.

Por otra parte, si los nuevos establecimientos de gastronomía se ven obligados a comprar el azúcar más caro, trasladarán este alza de precios a sus productos alimenticios, lo que reducirá su atractivo para la demanda. Muchos turistas pueden descubrir que comer en un paladar cubano puede resultar más caro que hacerlo en otros establecimientos turísticos que pueden diversificar sus suministros.

Por todo ello, las alzas de precios que ha acordado el gobierno, que deben ir ajustando la oferta y la demanda, no se han realizado en el mejor momento, por mucho que se prepare y anuncie una buena cosecha de azúcar. Habría que haber prestado más atención a la oferta y la distribución mayorista, liberalizando plenamente este segmento de la cadena de valor.

Supongamos que la producción aumenta y que efectivamente la oferta de azúcar crece, ¿quién se encargará de trasladarla a los puntos de venta? ¿La ineficiente Acopio? ¿Las cooperativas? Estos desajustes en la distribución y la logística provocados por un régimen que no desea que la actividad de los intermediarios mayoristas se ejerza por la iniciativa privada, y seguir reservándose ese renglón de la economía para el control político estatal de la misma, son una espada de Damocles para el despertar de la actividad económica emprendedora en Cuba, y una amenaza para su viabilidad futura.

Pero es que además, objetivamente, no se pueden aceptar aumentos de precios como los que anuncia “Juventud Rebelde”. En ningún país del mundo, en ninguna economía salvo en períodos concretos durante la dramática República de Waimar en Alemania, un producto puede ver como se incrementa su precio en más de un 3.000%, pasando del actual centavo de dólar la libra por cartlla a los 0,30 que se anuncia.

Alguien tendrá que dar alguna explicación para justificar este despropósito, que lo único que puede conseguir es deteriorar más aun los desequilibrios internos de la economía cubana tras décadas de estalinismo.

La cartilla de racionamiento es un instrumento deplorable, y su eliminación debería ser un síntoma de normalización económica y de libertad en Cuba. Con ella, desaparecerían los sufrimientos cotidianos de muchas familias cubanas, pasando todo tipo de privaciones y miserias durante casi 50 años. Pero no es posible dar el carpetazo a un modelo perverso, como es la cartilla, sin adoptar medidas que favorezcan la adaptación progresiva de la economía al mercado, a las leyes de la oferta y demanda hacia las que se debe orientar cualquier proceso de reforma.

Si esto se hiciera bien, no debería haber motivo alguno para alzas de precios, escaseces o cualquier otro tipo de problemas. Pero el régimen ha empezado la casa por la ventana y con muy limitado conocimiento de cómo funciona la economía: el desastre está anticipado. Ya se anuncia, igualmente, la subida del precio del arroz, que verá como se adapta al mercado internacional también en poco tiempo, con aumentos que no se van a poder soportar por las familias que lo convierten en su dieta básica.

La situación es tan complicada que, además, se anuncia que el pasado 2010 las exportaciones agrícolas de Estados Unidos a Cuba bajaron un 31% hasta los 366 millones de dólares (270 millones de euros), según ha informado el Consejo Económico y Comercial Estados Unidos-Cuba.

Si se tiene en cuenta que la mayor parte de ese comercio se refiere a alimentos que la economía castrista no es capaz de producir con sus propios recursos, como pollo, maíz, soja, trigo y cerdo, mal escenario cabe anticipar para la demanda de consumo en la Isla.

Con menos oferta que llevar a los establecimientos de venta al público, y precios al alza, la crisis está abierta.

Hay quiénes podrían pensar que detrás de esta manipulación no hay más incentivo que volver atrás las medidas liberalizadoras. No las tengo todas conmigo. Si los cambios anunciados se realizaran efectivamente, veo difícil recentralizar la economía como en el pasado. Pero con estos elementos, cualquier cosa es posible. En cualquier caso, mal ambiente se prepara en las calles de Cuba ante el próximo Congreso del partido único. Ya veremos cómo acaba la fiesta.

Tomado de: (www.miscelaneasdecuba.net).-

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