El discurso de Machado Ventura en el 26 de julio
Machado Ventura ha asumido el papel de liderazgo en la celebración en Ciego de Ávila de los actos del 26 de Julio que la imaginería castrista ha convertido en una referencia histórica que, cada vez, tiene menos interés para la amplia mayoría de cubanos nacidos después del triunfo de la llamada “revolución”.
El paso inexorable del tiempo tiene estas cosas. Acontecimientos sobrevenidos hace más de medio siglo pudieron tener, en su momento, un impacto notable sobre determinados sectores que apuntalaron un proceso de cambios revolucionarios. Pero tres generaciones de cubanos desde entonces, sienten este tipo de sucesos como algo distante, incluso ajeno, y por mucho que los comunistas castristas quieran mantener una cierta tensión en torno a este tipo de eventos, los años se encargan de enterrarlo todo. Pacíficamente. De modo natural. Hasta las revoluciones pasan con el tiempo. No tardaremos mucho en ver este espectáculo en la Isla.
Así ha sido el discurso de Machado Ventura. Son tiempos difíciles para estas cosas. El silencio de Raúl Castro no ha pasado desapercibido a los analistas y observadores del régimen castrista. Tampoco ha sido fácil construir un discurso en el que todo, absolutamente todo, se somete a crítica.
Dos consideraciones con respecto a la intervención de Machado Ventura.
En lo económico, más o menos lo mismo que dijo antes Tapia, el máximo dirigente comunista en Ciego de Ávila, lo que no deja de ser sorprendente. Tal vez porque los recursos y el conocimiento sobre temas económicos, se ha agotado, y ya no hay más.
En lo político, las continuas y múltiples alusiones a la “unidad” dejan entrever lo que muchos anticipan, la aparición de grietas en la pétrea estructura del castrismo que el alejamiento del máximo líder de la primera línea, ha ido abriendo cada vez más, en tanto que Raúl parece ausente y ajeno a este tipo de mensajes.
Vayamos con cada uno de estos dos ejes del discurso comunista.
Para resolver los graves problemas de la economía, el mensaje de Machado es muy claro, “orden, disciplina y exigencia”, en línea con lo contenido en los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido único.
Orden “para sumar a cada trabajador y dirigente administrativo al combate por la eficiencia económica; la organización y exigencia sistemáticos; contra la indisciplina social y laboral, la deficiente contabilidad, el mal aprovechamiento de los recursos, las actitudes burocráticas generadoras de rutina, indolencia o esquematismo y contra procedimientos absurdos que nada tienen que ver con el socialismo”.
Disciplina para afrontar “la falta de determinados recursos o la existencia de problemas organizativos ajenos al centro laboral, que afectan directa o indirectamente el esfuerzo de sus trabajadores y cuadros administrativos, pero el hecho de que algunos colectivos laborales obtengan resultados muy superiores a otros, a pesar de actuar en escenarios similares, demuestran de manera palpable cuantas reservas aún no se explotan convenientemente”.
Exigencia para “la eliminación del derroche y los gastos superfluos, para ahorrar, trabajar con la máxima racionalidad posible de fuerzas y recursos es una necesidad imperiosa en todos los sectores”.
No puede haber mejor enunciado de los problemas reales de la economía castrista que ésta. Reconocer que este es el análisis de la situación actual de la economía equivale a responsabilizar a sus máximos dirigentes del diagnóstico, más aun, en ausencia de propiedad privada y economía de mercado. Palabras como éstas de Machado Ventura deberían haber supuesto el cese inmediato de todos los responsables de planificación económica del régimen, empezando por el propio Raúl Castro, y el desmantelamiento de la estructura de poder que ha llevado a la otrora competitiva economía de Cuba a la situación que describe el dirigente comunista.
Y si podemos estar de acuerdo en torno al diagnóstico, que fue mucho más contundente y que por motivos de espacio voy a prescindir para no aburrir al lector, no podemos estar de acuerdo con esa apuesta por el “orden, disciplina y exigencia”.
¿Es que acaso no han estado presentes en la dirección de la economía planificada e intervenida por el estado desde la institucionalización comunista orden, disciplina y exigencia? ¿De dónde se contempla que la superación de los problemas generados por el modelo vaya a producirse con un refuerzo de los ejes que han llevado al desastre?
Chinos o vietnamitas, y antiguos países del telón de acero de Europa del Este ya optaron por cambiar los parámetros de la dirección comunista hacia la libertad de empresa, la propiedad privada y la economía de mercado, y ahí están los resultados. Avanzan hacia sociedades eficientes, productivas y con un razonable estado de bienestar que permite apuntalar los sistemas de justicia social.
Pero, Cuba, por la ceguera intelectual de los comunistas se empeña en seguir tropezando con la misma piedra obsesiva del “orden, disciplina y exigencia”. Los cubanos deben estar hartos de tanta consigna ideológica para alcanzar a un “hombre nuevo” que ya tarda tanto en llegar que nadie sabe realmente si existe. El futuro está tan lejos como en 1959, y desde hace décadas se ha perdido el rumbo en base a unos diseños cimentados en la propaganda y la desinformación, como el eje del “embargo” que sigue siendo utilizado en los momentos críticos, a pesar de que las tiendas castristas con pago en moneda fuerte están llenas de todo tipo de productos internacionales.
Se terminó el tiempo de la demagogia y de la pérdida de tiempo, y se exige un giro de 180º que no vemos en los discursos de Machado Ventura o de Tapia, y que nos tememos que no están en la agenda política de los comunistas cubanos.
El paso inexorable del tiempo tiene estas cosas. Acontecimientos sobrevenidos hace más de medio siglo pudieron tener, en su momento, un impacto notable sobre determinados sectores que apuntalaron un proceso de cambios revolucionarios. Pero tres generaciones de cubanos desde entonces, sienten este tipo de sucesos como algo distante, incluso ajeno, y por mucho que los comunistas castristas quieran mantener una cierta tensión en torno a este tipo de eventos, los años se encargan de enterrarlo todo. Pacíficamente. De modo natural. Hasta las revoluciones pasan con el tiempo. No tardaremos mucho en ver este espectáculo en la Isla.
Así ha sido el discurso de Machado Ventura. Son tiempos difíciles para estas cosas. El silencio de Raúl Castro no ha pasado desapercibido a los analistas y observadores del régimen castrista. Tampoco ha sido fácil construir un discurso en el que todo, absolutamente todo, se somete a crítica.
Dos consideraciones con respecto a la intervención de Machado Ventura.
En lo económico, más o menos lo mismo que dijo antes Tapia, el máximo dirigente comunista en Ciego de Ávila, lo que no deja de ser sorprendente. Tal vez porque los recursos y el conocimiento sobre temas económicos, se ha agotado, y ya no hay más.
En lo político, las continuas y múltiples alusiones a la “unidad” dejan entrever lo que muchos anticipan, la aparición de grietas en la pétrea estructura del castrismo que el alejamiento del máximo líder de la primera línea, ha ido abriendo cada vez más, en tanto que Raúl parece ausente y ajeno a este tipo de mensajes.
Vayamos con cada uno de estos dos ejes del discurso comunista.
Para resolver los graves problemas de la economía, el mensaje de Machado es muy claro, “orden, disciplina y exigencia”, en línea con lo contenido en los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido único.
Orden “para sumar a cada trabajador y dirigente administrativo al combate por la eficiencia económica; la organización y exigencia sistemáticos; contra la indisciplina social y laboral, la deficiente contabilidad, el mal aprovechamiento de los recursos, las actitudes burocráticas generadoras de rutina, indolencia o esquematismo y contra procedimientos absurdos que nada tienen que ver con el socialismo”.
Disciplina para afrontar “la falta de determinados recursos o la existencia de problemas organizativos ajenos al centro laboral, que afectan directa o indirectamente el esfuerzo de sus trabajadores y cuadros administrativos, pero el hecho de que algunos colectivos laborales obtengan resultados muy superiores a otros, a pesar de actuar en escenarios similares, demuestran de manera palpable cuantas reservas aún no se explotan convenientemente”.
Exigencia para “la eliminación del derroche y los gastos superfluos, para ahorrar, trabajar con la máxima racionalidad posible de fuerzas y recursos es una necesidad imperiosa en todos los sectores”.
No puede haber mejor enunciado de los problemas reales de la economía castrista que ésta. Reconocer que este es el análisis de la situación actual de la economía equivale a responsabilizar a sus máximos dirigentes del diagnóstico, más aun, en ausencia de propiedad privada y economía de mercado. Palabras como éstas de Machado Ventura deberían haber supuesto el cese inmediato de todos los responsables de planificación económica del régimen, empezando por el propio Raúl Castro, y el desmantelamiento de la estructura de poder que ha llevado a la otrora competitiva economía de Cuba a la situación que describe el dirigente comunista.
Y si podemos estar de acuerdo en torno al diagnóstico, que fue mucho más contundente y que por motivos de espacio voy a prescindir para no aburrir al lector, no podemos estar de acuerdo con esa apuesta por el “orden, disciplina y exigencia”.
¿Es que acaso no han estado presentes en la dirección de la economía planificada e intervenida por el estado desde la institucionalización comunista orden, disciplina y exigencia? ¿De dónde se contempla que la superación de los problemas generados por el modelo vaya a producirse con un refuerzo de los ejes que han llevado al desastre?
Chinos o vietnamitas, y antiguos países del telón de acero de Europa del Este ya optaron por cambiar los parámetros de la dirección comunista hacia la libertad de empresa, la propiedad privada y la economía de mercado, y ahí están los resultados. Avanzan hacia sociedades eficientes, productivas y con un razonable estado de bienestar que permite apuntalar los sistemas de justicia social.
Pero, Cuba, por la ceguera intelectual de los comunistas se empeña en seguir tropezando con la misma piedra obsesiva del “orden, disciplina y exigencia”. Los cubanos deben estar hartos de tanta consigna ideológica para alcanzar a un “hombre nuevo” que ya tarda tanto en llegar que nadie sabe realmente si existe. El futuro está tan lejos como en 1959, y desde hace décadas se ha perdido el rumbo en base a unos diseños cimentados en la propaganda y la desinformación, como el eje del “embargo” que sigue siendo utilizado en los momentos críticos, a pesar de que las tiendas castristas con pago en moneda fuerte están llenas de todo tipo de productos internacionales.
Se terminó el tiempo de la demagogia y de la pérdida de tiempo, y se exige un giro de 180º que no vemos en los discursos de Machado Ventura o de Tapia, y que nos tememos que no están en la agenda política de los comunistas cubanos.
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