Raúl Castro y las ideas sobre la planificación comunista
Raúl Castro sigue empeñado en destruir lo poco que queda de la economía castrista, y así, en la reunión del Consejo de ministros en la que presentó un informe sobre la evolución de la economía en el primer semestre del año dijo textualmente:"Si planificamos bien, lograremos más ahorro y mayores beneficios".
La planificación como herramienta de trabajo, no hay alternativa. La denominada “actualización del socialismo” es una continuidad de las reglas del juego de medio siglo de ineficacia, descontrol e improductividad.
Es difícil comprender cómo el ser humano se empeña en tropezar dos veces con la misma piedra. En el caso del castrismo, ya no son dos ni tres, ni cuatro. Son tantas veces, y tantas las excusas para justificar el fracaso, que ya no existen argumentos que valgan.
Ahora se descuelgan con afirmaciones parciales, de dudoso contenido empírico, según las cuales la economía castrista creció en el primer semestre de 2011 con respecto a igual fecha del año 2010. Falso.
Tan sólo se trata de apreciaciones de dudosa concreción, cuando hace unos días se acaba de publicar el Estudio Económico de América Latina y el Caribe de CEPAL que apunta en una dirección muy distinta. Incluso, para terminar de cerrar el círculo, las autoridades del régimen piensan que “todavía existen reservas que de aprovecharse mejor, permitirían incrementar los resultados”.
Aquí es donde nos surge precisamente la duda sobre la validez de la planificación. En el sistema comunista de base estalinista, la planificación central de la economía sustituye al mecanismo de formación de precios y el ajuste demanda oferta en los mercados, más propio de las economías mixtas existentes en la mayor parte de países del mundo.
Esa planificación comunista, de base estalinista, ideológica, centralizada, coercitiva, impuesta, no negociada, sin vínculo alguno con la realidad social y económica, es lo que ha conducido a la otrora economía cubana competitiva y productiva, a un callejón sin salida, asfixiado por la deuda acumulada, la incapacidad para obtener financiación en los mercados mundiales, una elevada dependencia de las importaciones y uno de los niveles de productividad de los factores más bajos del mundo. Y Raúl Castro se empeña en continuar planificando.
Lo cierto es que cualquier balance de la economía castrista conduce a un pésimo estado de ineficiencia. Según los propios autores del informe, en la agricultura, “la insuficiencia en las entregas de carne vacuna, leche fresca, frijoles y ajo, provoca la importación de elevadas cifras de alimentos no previstas inicialmente!”.Por lo tanto, la planificación es inservible, a tenor de lo expuesto.
Los planificadores de la economía castrista no son capaces de evitar los “incumplimientos”, sin precisar muy bien su origen, ni tampoco saben cómo conciliar la demanda, aumentar el uso de los contratos, asegurar la realización adecuada de la venta de materiales de construcción, de insumos agrícolas, productos de aseo e higiene personal que siguen siendo un bien muy escaso en la economía.
Por todas partes, surgen denuncias sobre deficiencias por la falta de organización en la mayor parte de actividades, confirmando una vez más la pésima gestión de la planificación, lo que afecta a la calidad de los materiales y al ritmo de construcción de viviendas, uno de los peores records de la economía castrista.
Y qué decir respecto del sistema empresarial. La mayor parte de los gastos que incrementan el déficit público que atenaza a la economía castrista tienen su origen en la necesidad de cubrir las pérdidas cuantiosas de las empresas estatales, nido de ineficiencia y de deficiente planificación burocrática, que se convierte en la principal lacra de medio siglo de economía estatal sin propiedad privada.
No es extraño que Raúl Castro se pregunte en la sesión del consejo de ministros "¿Cómo puede una empresa cumplir en tres meses el Plan del año? ¿Qué planificación es esa?" Nosotros también tenemos dudas al respecto. Las empresas en la economía de mercado no necesitan tanta planificación, ni dirigismo burocrático, pero funcionan, y lo hacen de forma adecuada.
Tal vez por eso, no confiamos de la planificación central del sistema empresarial porque su realización, en general, propende a resultados mucho menos eficientes y competitivos que el mercado, que es el espacio natural en el que las empresas nacen, se desarrollan, crecen, mueren y vuelven a surgir de forma espontánea y natural en respuesta a las necesidades sociales.
Ni siquiera la planificación en la economía castrista sirve para la gestión de los proyectos de inversión pública, a los que se cuestiona la “falta de integralidad en el proceso inversionista; errores de planificación al sobreestimar las posibilidades de ejecución; atrasos en las importaciones de suministros y equipos por deficiencias en las contrataciones; demoras en la presentación de estudios de factibilidad, entre otros factores”, aspectos de naturaleza burocrática y política que deben ser eliminados para introducir alguna dosis de eficacia en la economía castrista. No en vano, en dicha economía, la participación de la formación bruta de capital fijo es la más baja de toda América Latina.
En definitiva, un guión ya conocido durante la presentación de los “Lineamientos” que no arroja mucha luz sobre lo que verdaderamente sucede en la economía. Raúl Castro sigue empeñado en dirigir la economía castrista como si un cuartel militar se tratase: “orden, la disciplina y la exigencia”.
Valores que pueden estar muy bien para dirigir un desfile del 1 de mayo con la tropa, pero no para potenciar las fuerzas productivas que permiten a una economía crecer y consolidar sus posiciones. Hasta los chinos se han olvidado de estas patrañas cuarteleras, en las que solo creen Marino Murillo y Raúl Castro, pero que en Cuba todo el mundo cuestiona.
Un ejemplo de cómo se analizan de mal las cuestiones económicas básicas en el régimen castrista es la valoración ofrecida sobre la nueva política de precios minoristas en moneda nacional para los productos destinados al programa campesino, una decisión que tiene como objetivo incentivar la actividad de aquellos que están luchando contra el marabú en las tierras cedidas en arrendamiento. Hasta ahora, esos productos solo se podían adquirir en moneda fuerte CUC, y la escasez de la misma, limitaba su venta y por tanto la puesta en funcionamiento de más tierras. Las autoridades decidieron aumentar las ventas poniendo los precios en moneda nacional. Sorpresa.
Esos productos hasta la fecha han tenido bajos niveles de venta, y las autoridades del régimen creen que eso indica la necesidad de revisar las cuantías a las que se ofertaban. Entre otras medidas, se decidió rebajar los precios actuales; comercializar a iguales precios productos similares destinados a diferentes programas; y permitir a las cooperativas comprar con cheques en la red de comercio minorista para venderles a sus socios y trabajadores.
Medidas distributivas, que no de precios relativos, que no van a servir para resolver el problema que es la limitación de oferta, la escasez de estos productos en la economía porque no se producen internamente, el bajo grado de interrelación que existe entre las distintas actividades de la economía, la ausencia de libertad de establecimiento en las actividades mayoristas y la persecución de la figura del intermediario como si de un delincuente se tratase. Se me ocurren más razones, pero con esas creo que hay bastante para una reflexión.
Muchas cosas han de cambiar en la economía castrista. Tantas que poco a poco vamos perdiendo alguna esperanza sobre la viabilidad de la denominada “actualización del socialismo”. En la distribución de la miseria y la ausencia de oportunidades a que ha conducido el comunismo a la economía de Cuba, no existe mucho campo de acción.
Tan sólo pedir responsabilidades, volver a sacar a los tribunales, jueces y fiscales contra los que “violenten” las normas creadas por el régimen para su consolidación. Más de lo mismo. Esta historia ya sabemos cómo va a terminar. Mal.
Tomado de:www.miscelaneasdecuba.net
La planificación como herramienta de trabajo, no hay alternativa. La denominada “actualización del socialismo” es una continuidad de las reglas del juego de medio siglo de ineficacia, descontrol e improductividad.
Es difícil comprender cómo el ser humano se empeña en tropezar dos veces con la misma piedra. En el caso del castrismo, ya no son dos ni tres, ni cuatro. Son tantas veces, y tantas las excusas para justificar el fracaso, que ya no existen argumentos que valgan.
Ahora se descuelgan con afirmaciones parciales, de dudoso contenido empírico, según las cuales la economía castrista creció en el primer semestre de 2011 con respecto a igual fecha del año 2010. Falso.
Tan sólo se trata de apreciaciones de dudosa concreción, cuando hace unos días se acaba de publicar el Estudio Económico de América Latina y el Caribe de CEPAL que apunta en una dirección muy distinta. Incluso, para terminar de cerrar el círculo, las autoridades del régimen piensan que “todavía existen reservas que de aprovecharse mejor, permitirían incrementar los resultados”.
Aquí es donde nos surge precisamente la duda sobre la validez de la planificación. En el sistema comunista de base estalinista, la planificación central de la economía sustituye al mecanismo de formación de precios y el ajuste demanda oferta en los mercados, más propio de las economías mixtas existentes en la mayor parte de países del mundo.
Esa planificación comunista, de base estalinista, ideológica, centralizada, coercitiva, impuesta, no negociada, sin vínculo alguno con la realidad social y económica, es lo que ha conducido a la otrora economía cubana competitiva y productiva, a un callejón sin salida, asfixiado por la deuda acumulada, la incapacidad para obtener financiación en los mercados mundiales, una elevada dependencia de las importaciones y uno de los niveles de productividad de los factores más bajos del mundo. Y Raúl Castro se empeña en continuar planificando.
Lo cierto es que cualquier balance de la economía castrista conduce a un pésimo estado de ineficiencia. Según los propios autores del informe, en la agricultura, “la insuficiencia en las entregas de carne vacuna, leche fresca, frijoles y ajo, provoca la importación de elevadas cifras de alimentos no previstas inicialmente!”.Por lo tanto, la planificación es inservible, a tenor de lo expuesto.
Los planificadores de la economía castrista no son capaces de evitar los “incumplimientos”, sin precisar muy bien su origen, ni tampoco saben cómo conciliar la demanda, aumentar el uso de los contratos, asegurar la realización adecuada de la venta de materiales de construcción, de insumos agrícolas, productos de aseo e higiene personal que siguen siendo un bien muy escaso en la economía.
Por todas partes, surgen denuncias sobre deficiencias por la falta de organización en la mayor parte de actividades, confirmando una vez más la pésima gestión de la planificación, lo que afecta a la calidad de los materiales y al ritmo de construcción de viviendas, uno de los peores records de la economía castrista.
Y qué decir respecto del sistema empresarial. La mayor parte de los gastos que incrementan el déficit público que atenaza a la economía castrista tienen su origen en la necesidad de cubrir las pérdidas cuantiosas de las empresas estatales, nido de ineficiencia y de deficiente planificación burocrática, que se convierte en la principal lacra de medio siglo de economía estatal sin propiedad privada.
No es extraño que Raúl Castro se pregunte en la sesión del consejo de ministros "¿Cómo puede una empresa cumplir en tres meses el Plan del año? ¿Qué planificación es esa?" Nosotros también tenemos dudas al respecto. Las empresas en la economía de mercado no necesitan tanta planificación, ni dirigismo burocrático, pero funcionan, y lo hacen de forma adecuada.
Tal vez por eso, no confiamos de la planificación central del sistema empresarial porque su realización, en general, propende a resultados mucho menos eficientes y competitivos que el mercado, que es el espacio natural en el que las empresas nacen, se desarrollan, crecen, mueren y vuelven a surgir de forma espontánea y natural en respuesta a las necesidades sociales.
Ni siquiera la planificación en la economía castrista sirve para la gestión de los proyectos de inversión pública, a los que se cuestiona la “falta de integralidad en el proceso inversionista; errores de planificación al sobreestimar las posibilidades de ejecución; atrasos en las importaciones de suministros y equipos por deficiencias en las contrataciones; demoras en la presentación de estudios de factibilidad, entre otros factores”, aspectos de naturaleza burocrática y política que deben ser eliminados para introducir alguna dosis de eficacia en la economía castrista. No en vano, en dicha economía, la participación de la formación bruta de capital fijo es la más baja de toda América Latina.
En definitiva, un guión ya conocido durante la presentación de los “Lineamientos” que no arroja mucha luz sobre lo que verdaderamente sucede en la economía. Raúl Castro sigue empeñado en dirigir la economía castrista como si un cuartel militar se tratase: “orden, la disciplina y la exigencia”.
Valores que pueden estar muy bien para dirigir un desfile del 1 de mayo con la tropa, pero no para potenciar las fuerzas productivas que permiten a una economía crecer y consolidar sus posiciones. Hasta los chinos se han olvidado de estas patrañas cuarteleras, en las que solo creen Marino Murillo y Raúl Castro, pero que en Cuba todo el mundo cuestiona.
Un ejemplo de cómo se analizan de mal las cuestiones económicas básicas en el régimen castrista es la valoración ofrecida sobre la nueva política de precios minoristas en moneda nacional para los productos destinados al programa campesino, una decisión que tiene como objetivo incentivar la actividad de aquellos que están luchando contra el marabú en las tierras cedidas en arrendamiento. Hasta ahora, esos productos solo se podían adquirir en moneda fuerte CUC, y la escasez de la misma, limitaba su venta y por tanto la puesta en funcionamiento de más tierras. Las autoridades decidieron aumentar las ventas poniendo los precios en moneda nacional. Sorpresa.
Esos productos hasta la fecha han tenido bajos niveles de venta, y las autoridades del régimen creen que eso indica la necesidad de revisar las cuantías a las que se ofertaban. Entre otras medidas, se decidió rebajar los precios actuales; comercializar a iguales precios productos similares destinados a diferentes programas; y permitir a las cooperativas comprar con cheques en la red de comercio minorista para venderles a sus socios y trabajadores.
Medidas distributivas, que no de precios relativos, que no van a servir para resolver el problema que es la limitación de oferta, la escasez de estos productos en la economía porque no se producen internamente, el bajo grado de interrelación que existe entre las distintas actividades de la economía, la ausencia de libertad de establecimiento en las actividades mayoristas y la persecución de la figura del intermediario como si de un delincuente se tratase. Se me ocurren más razones, pero con esas creo que hay bastante para una reflexión.
Muchas cosas han de cambiar en la economía castrista. Tantas que poco a poco vamos perdiendo alguna esperanza sobre la viabilidad de la denominada “actualización del socialismo”. En la distribución de la miseria y la ausencia de oportunidades a que ha conducido el comunismo a la economía de Cuba, no existe mucho campo de acción.
Tan sólo pedir responsabilidades, volver a sacar a los tribunales, jueces y fiscales contra los que “violenten” las normas creadas por el régimen para su consolidación. Más de lo mismo. Esta historia ya sabemos cómo va a terminar. Mal.
Tomado de:www.miscelaneasdecuba.net
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