La libertad económica como solución a los problemas de la economía

Ahora resulta que las servilletas se acumulan en los almacenes de la empresa que las produce sin que nadie venga a buscarlas y mucho menos a pagarlas. Esta información se difunde hoy en un artículo en Granma, portavoz del régimen castrista que, últimamente, dedica algún espacio a cuestionar abiertamente, siguiendo las directrices del “manual del buen revolucionario” lo que ha sido una constante en cinco décadas de pésimo funcionamiento del modelo estalinista ideado por Fidel Castro para la economía cubana.

Completamente de acuerdo con Granma. No hay motivo alguno para que una fábrica tenga que “detener su producción por los incumplimientos y en general, la desidia de sus compradores”.

Me refiero a la empresa “Gráfica avileña Evelio Rodríguez Curbelo”, que entró en funcionamiento en 2009 para fabricar servilletas y evitar así la importación de ese producto que encarecía las cuentas de la economía.

Un primer problema es que las soluciones autárquicas rara vez salen bien. Los comunistas castristas deberían saber que este tipo de aventuras económicas, más propias del período de entreguerras del siglo pasado, cuando Fidel Castro y Raúl eran unos jovenzuelos que soñaban con cambiar el mundo, son un rotundo fracaso en la actual era de la globalización.

Pero, como sucede siempre que la ideología pasa a decidir las cuestiones económicas, el fracaso parece servido. La fábrica avileña, con una maquinaria moderna que seguro resultó de un coste muy elevado, cuyo valor presente descontado jamás justificaría una inversión de tales características, pero en fin, así son las decisiones burocráticas se encuentra paralizada. Una fábrica capaz de producir 300 millones de unidades al año, en diversas medidas y tamaños de servilletas, se encuentra con que su comprador no viene a recoger los pedidos.

Y, ¿quién es ese malvado “negociante” que incumple sus obligaciones con la fábrica de servilletas? ¿Quién puede ser, en una economía donde lo estatal es absorbente y totalitario? Pues nada más y nada menos que esa entidad cuya transparencia deja mucho que desear, CIMEX, SA, el consorcio importador del régimen, auténtico monopolio legal dominado por un núcleo de poder político, militar y de la seguridad del estado, y, por otra parte, el Ministerio de Turismo, MINTUR. En definitiva, dos organismos estatales, sujetos a la dirección política e ideológica del régimen, posiblemente mucho más próximos a “punto cero” de lo que mucha gente puede pensar. Y estos dos “clientes” dejan de recoger las servilletas y por supuesto, aletargan los pagos “sine die”, paralizando la fábrica más de un trimestre, con lo poco que lleva funcionando.

El artículo de Granma tiene toda la razón del mundo al calificar este comportamiento de “absurdo”, ya que según su capacidad de diseño, la fábrica podría haber producido en dos años 600 millones de unidades “y en ese tiempo ha elaborado solo 69 millones, apenas el ¡11,5%! de su potencial”. Muy bien, ¿y a quién responsabilizamos de este desaguisado?

En una economía libre de mercado, la solución sería muy simple. Pero en la economía castrista, sí, en esa economía en la que los “lineamientos” pretenden “actualizar su naturaleza socialista” ¿cómo se puede enmendar este problema?

Evidentemente, si cada uno cumple lo suyo, lo acordado, lo que le compromete, no existirían problemas. Pero, ¿se puede saber por qué CIMEX o MINTUR han dejado sus pedidos sin atender? El artículo de Granma lo señala con rotunda claridad, “en lo adelante habrá que ponerle zancadillas al inmovilismo y agilizar las acciones involucradas en el "caso servilleta". Y de modo intuitivo propone una solución que, previsiblemente, cuente con el apoyo del régimen. No es muy normal que Granma diga cosas contrarias a la doctrina oficial.

Pues bien, esa solución, y cito textualmente al artículo, es autorizar la libertad de venta de las servilletas producidas. En concreto, se afirma que “no es descabellado aspirar a tener las servilletas en cada uno de los ServiCUPET del país (en casi ninguno existen), y en los restaurantes y cafeterías del sector gastronómico donde, si las hay, permanecen en los almacenes”, para añadir, a modo de conclusión, “el panorama no fuera tan sombrío si se permitiera la compra a otros organismos que las necesitan y hoy no están autorizados a adquirirlas”.

Este es un reclamo de libertad económica al que no puedo menos que adherirme y felicitar, porque está directamente relacionado con el origen de los problemas de la economía castrista y su bloqueo, embargo o círculo vicioso interior, al que he hecho referencia en diversas ocasiones. Libertad económica para que la fábrica avileña pueda vender libremente lo que produce a quién lo necesita, y no verse obligada a las corporaciones estatales que incumplen de forma sistemática sus compromisos.

El futuro de la economía es la libertad, la creación de empresas que funcionen al margen de los dictados políticos del régimen. El futuro no es el socialismo, cuya actualización pongo en duda, porque no es posible en el marco de una pobreza e ineficiencia sin parangón, como la existente en Cuba. Decisiones de libertad económica son las que marcan el futuro. Este es un buen ejemplo. Ojalá que perseveren.

Tomado de: Miscelanea de Cuba

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