A vueltas con el incumplimiento de contratos
Uno de los principales problemas de la economía castrista, denunciado en múltiples ocasiones en reuniones del partido único, en el portavoz oficial Granma, y en diversos espacios, es el incumplimiento de los contratos. Pero ese permanente incumplimiento de los contratos es un síntoma de algo mucho más grave, y por tanto, exige precisar con detenimiento por qué en la economía castrista los contratos no se cumplen. Es decir, qué fuerzas económicas, sociales y políticas se encuentran detrás de un comportamiento penalizable, que limita las posibilidades de funcionamiento de la economía.
Y sucede que, como siempre, el diagnóstico oficial de las autoridades del régimen dista mucho de la realidad. En un artículo en Granma se analiza la situación de la Unidad Empresarial de Base Arsenio Escalona, cuya especialidad es la producción de neumáticos en Holguín con referencia al caso concreto de los incumplimientos de contratos.
La conclusión del artículo es muy sencilla, y cito textualmente, “si la situación de la recapadora no se resuelve favorablemente en lo que queda del año y la economía nacional sufre por ello, este será otro alarmante ejemplo para ilustrar que detrás de los contratos hay una larga cadena de procedimientos ultrajados con frecuencia debido a la insensatez, el desconocimiento de las leyes de la economía y la superficialidad de algunos empresarios que jamás asimilan su rol de protectores y creadores de bienes comunes. Pero también hay una responsabilidad colateral por la falta de exigencia de sus instancias superiores”.
Dicho de otro modo, insensatez, desconocimiento de las leyes de la economía, superficialidad de algunos empresarios, responsabilidad colateral de (…) instancias superiores son los argumentos que están detrás del incumplimiento de contratos.
Buena descripción, pero me temo que insuficiente. Es cierto que el desconocimiento de las leyes de funcionamiento de la economía es algo consustancial al régimen castrista, desde los inicios de la revolución hace más de medio siglo, cuando se trastocaron las bases de la economía cubana, eficiente y competitiva como ninguna otra a nivel regional e incluso mundial. Ese desconocimiento de las leyes de la economía, combinado con un exceso de carga ideológica comunista, que antepone la ideología y el respeto al mandato del poder único a cualquier decisión racional y eficiente, tiene mucho que ver con la responsabilidad de las “instancias superiores”.
Pero aunque nos quedáramos solo en esa enumeración de factores explicativos, todavía no habríamos llegado al origen del problema del incumplimiento de contratos.
En mi opinión, este rasgo de la economía castrista tiene mucho que ver con la abolición de los derechos de propiedad y la creación de un estado propietario de todo el capital productivo de la economía, a través de mecanismos de confiscación y expropiación de la riqueza y de los activos a sus legítimos dueños, allá por los comienzos de la peor etapa de la historia reciente de Cuba. Esta actuación, que supone penalizar cualquier iniciativa dirigida a la generación de riqueza, beneficios y rentas diferenciales, ha tenido episodios posteriores, durante las confiscaciones de los años 80, 90 y recientemente, a comienzos de este siglo.
El régimen castrista nunca ha deseado la independencia económica de los cubanos, y en cuanto alguno alcanza una cierta posición de solvencia que puede poner en peligro su vinculación a la ideología dominante, lo fulmina de manera inmediata. Nunca ha existido espacio en el castrismo para el desarrollo de una economía basada en el ejercicio pacífico y ordenado de derechos de propiedad por medio del intercambio. A diferencia del resto del mundo, el emprendedor privado e individual en el castrismo es un paria, un “enemigo de la revolución”, al que se hace preciso marginar y convertir en un apestado. Por mucho que se empeñe Raúl Castro con su manual del buen revolucionario en cambiar este estado de opinión con el proyecto de los “lineamientos”, mucho tienen que cambiar las cosas para que se acepte.
Por ello, que los contratos se incumplan en una economía en la que no existen derechos de propiedad y en la que todo pertenece al estado, organismo encargado de la planificación central de todas las decisiones de consumo e inversión de los agentes económicos, es lo más normal del mundo. Ahí es donde reside el origen del problema. En ausencia de propiedad privada, nadie es dueño de nada, y todos en cierto modo, se sienten dueños de todo. No existen límites para el ejercicio de las decisiones responsables y libres que se adoptan en una economía de mercado, en base a la información transparente de los precios, los gustos y preferencias y la renta disponible, lo que permite equilibrar demandas y ofertas en miles de mercados de forma instantánea.
En la economía estatal de planificación central de corte estalinista, creada por los Castro hace medio siglo, el incumplimiento de contratos es una respuesta estratégica de los agentes económicos a la presión coercitiva de la ideología que no les exige otra cosa que obedecer consignas, cumplir órdenes, asistir a desfiles y concentraciones, mirar para otro lado cuando el partido detrae recursos de las empresas para sus funciones, y ejecutar sus actividades como si de una “economía cuartelera” se tratase. Este es el modelo de perfeccionamiento empresarial del ministro de economía al que Castro ha encargado del cumplimiento de los “lineamientos”. Menudo panorama.
¿Qué más da que se fabriquen neumáticos en Holguín o que se cosechen malangas en Mayabeque? ¿Para qué responsabilizarse del cumplimiento de contratos, si ello no va asociado a recompensas específicas, ni a una mejora de la retribución o de la riqueza? Todos somos iguales, nadie tiene derecho a ser distinto a los demás, la economía debe pagar lo mismo a un ingeniero que a un empleado. Así les va. Ahora se preocupan de que los contratos se cumplan.
Mi consejo: restauren un sistema de derechos de propiedad en el que los cubanos sean los dueños de los activos y la riqueza que se genere en la economía, no por el estado. Dejen que los mercados asignen de forma eficiente los recursos y supriman a los responsables de la planificación económica. Mándelos a casa a aprender las leyes de funcionamiento de la economía. ¿Qué Cuba nunca dejará de ser comunista? Ya veremos.
Y sucede que, como siempre, el diagnóstico oficial de las autoridades del régimen dista mucho de la realidad. En un artículo en Granma se analiza la situación de la Unidad Empresarial de Base Arsenio Escalona, cuya especialidad es la producción de neumáticos en Holguín con referencia al caso concreto de los incumplimientos de contratos.
La conclusión del artículo es muy sencilla, y cito textualmente, “si la situación de la recapadora no se resuelve favorablemente en lo que queda del año y la economía nacional sufre por ello, este será otro alarmante ejemplo para ilustrar que detrás de los contratos hay una larga cadena de procedimientos ultrajados con frecuencia debido a la insensatez, el desconocimiento de las leyes de la economía y la superficialidad de algunos empresarios que jamás asimilan su rol de protectores y creadores de bienes comunes. Pero también hay una responsabilidad colateral por la falta de exigencia de sus instancias superiores”.
Dicho de otro modo, insensatez, desconocimiento de las leyes de la economía, superficialidad de algunos empresarios, responsabilidad colateral de (…) instancias superiores son los argumentos que están detrás del incumplimiento de contratos.
Buena descripción, pero me temo que insuficiente. Es cierto que el desconocimiento de las leyes de funcionamiento de la economía es algo consustancial al régimen castrista, desde los inicios de la revolución hace más de medio siglo, cuando se trastocaron las bases de la economía cubana, eficiente y competitiva como ninguna otra a nivel regional e incluso mundial. Ese desconocimiento de las leyes de la economía, combinado con un exceso de carga ideológica comunista, que antepone la ideología y el respeto al mandato del poder único a cualquier decisión racional y eficiente, tiene mucho que ver con la responsabilidad de las “instancias superiores”.
Pero aunque nos quedáramos solo en esa enumeración de factores explicativos, todavía no habríamos llegado al origen del problema del incumplimiento de contratos.
En mi opinión, este rasgo de la economía castrista tiene mucho que ver con la abolición de los derechos de propiedad y la creación de un estado propietario de todo el capital productivo de la economía, a través de mecanismos de confiscación y expropiación de la riqueza y de los activos a sus legítimos dueños, allá por los comienzos de la peor etapa de la historia reciente de Cuba. Esta actuación, que supone penalizar cualquier iniciativa dirigida a la generación de riqueza, beneficios y rentas diferenciales, ha tenido episodios posteriores, durante las confiscaciones de los años 80, 90 y recientemente, a comienzos de este siglo.
El régimen castrista nunca ha deseado la independencia económica de los cubanos, y en cuanto alguno alcanza una cierta posición de solvencia que puede poner en peligro su vinculación a la ideología dominante, lo fulmina de manera inmediata. Nunca ha existido espacio en el castrismo para el desarrollo de una economía basada en el ejercicio pacífico y ordenado de derechos de propiedad por medio del intercambio. A diferencia del resto del mundo, el emprendedor privado e individual en el castrismo es un paria, un “enemigo de la revolución”, al que se hace preciso marginar y convertir en un apestado. Por mucho que se empeñe Raúl Castro con su manual del buen revolucionario en cambiar este estado de opinión con el proyecto de los “lineamientos”, mucho tienen que cambiar las cosas para que se acepte.
Por ello, que los contratos se incumplan en una economía en la que no existen derechos de propiedad y en la que todo pertenece al estado, organismo encargado de la planificación central de todas las decisiones de consumo e inversión de los agentes económicos, es lo más normal del mundo. Ahí es donde reside el origen del problema. En ausencia de propiedad privada, nadie es dueño de nada, y todos en cierto modo, se sienten dueños de todo. No existen límites para el ejercicio de las decisiones responsables y libres que se adoptan en una economía de mercado, en base a la información transparente de los precios, los gustos y preferencias y la renta disponible, lo que permite equilibrar demandas y ofertas en miles de mercados de forma instantánea.
En la economía estatal de planificación central de corte estalinista, creada por los Castro hace medio siglo, el incumplimiento de contratos es una respuesta estratégica de los agentes económicos a la presión coercitiva de la ideología que no les exige otra cosa que obedecer consignas, cumplir órdenes, asistir a desfiles y concentraciones, mirar para otro lado cuando el partido detrae recursos de las empresas para sus funciones, y ejecutar sus actividades como si de una “economía cuartelera” se tratase. Este es el modelo de perfeccionamiento empresarial del ministro de economía al que Castro ha encargado del cumplimiento de los “lineamientos”. Menudo panorama.
¿Qué más da que se fabriquen neumáticos en Holguín o que se cosechen malangas en Mayabeque? ¿Para qué responsabilizarse del cumplimiento de contratos, si ello no va asociado a recompensas específicas, ni a una mejora de la retribución o de la riqueza? Todos somos iguales, nadie tiene derecho a ser distinto a los demás, la economía debe pagar lo mismo a un ingeniero que a un empleado. Así les va. Ahora se preocupan de que los contratos se cumplan.
Mi consejo: restauren un sistema de derechos de propiedad en el que los cubanos sean los dueños de los activos y la riqueza que se genere en la economía, no por el estado. Dejen que los mercados asignen de forma eficiente los recursos y supriman a los responsables de la planificación económica. Mándelos a casa a aprender las leyes de funcionamiento de la economía. ¿Qué Cuba nunca dejará de ser comunista? Ya veremos.
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