Producir calzado en Cuba: una empresa ruinosa

Ya no se puede tener la menor duda. El régimen castrista carece de nociones básicas para organizar el funcionamiento de la economía sobre unas bases mínimas de racionalidad y eficiencia. El que quiera saber más, le recomiendo la lectura de un artículo delicioso publicado en Granma, el órgano oficial del Partido único, titulado “Calzado en malos pasos” en el que se realiza un análisis de la fabricación de calzado en la Isla.

El planteamiento fuertemente crítico de Granma, supone tratar de explicar las razones por las que 18 empresas matanceras, entre las que se encuentra la empresa Manuel del Toro y otras entidades, que cierran con pérdidas millonarias su plan de producción y persisten en las pérdidas de los últimos cinco años.

Según Granma, esto obliga “a acelerar el perfeccionamiento del trabajo de dirección de los organismos y el desempeño de las empresas para hacer realidad el contenido de los Lineamientos aprobados por el Sexto Congreso del Partido, en particular en lo referido a elevar el papel de la contabilidad y el control interno como instrumentos insustituibles de la gestión empresarial”, para concluir con una frase lapidaria: “los deterioros en estas empresas prácticamente quebradas, con gastos irracionales, hacen imprescindible acabar con el paternalismo”.

Tremendo error. Si creen que los “Lineamientos” y el “perfeccionamiento empresarial” son la receta para mejorar los resultados de la producción de calzado, andan muy equivocados.

El sector de fabricación del calzado cubano, al igual que la mayor parte de las actividades incluidas en la industria manufacturera, es víctima del modelo económico estatal e intervencionista impuesto desde los tiempos “revolucionarios” del Che Guevara cuando el argentino se creyó en condiciones de industrializar a la Isla con un modelo en el que se anuló la propiedad privada, el ejercicio de la libre empresa y la economía de mercado. Ahora, medio siglo después, las autoridades que se responsabilizaron de aquel desastre sin precedentes en la historia económica internacional, quieren recuperar el tiempo perdido sin realizar las reformas mínimas.

Vamos por partes.

El artículo destaca la enorme rotación de los profesionales del sector del calzado. Lógico. ¿Quién va a producir zapatos en una economía en la que los ciudadanos carecen de capacidad de elección, y en la que, los productos confeccionados en el exterior, por ejemplo, en las empresas de China o Vietnam, entran en la Isla en condiciones de precio y de diseño, que dejan boquiabiertos a los jóvenes cubanos? Ah, y lo más importante, esas empresas chinas y vietnamitas, ni saben lo que es el “perfeccionamiento empresarial” ni les importa, ni han tenido que inspirarse en unos “lineamientos” dominados por la ideología política.

La experiencia y cualificación, destreza y habilidad de los trabajadores es fundamental en la fabricación del calzado. Lo es también contar con profesionales suficientes para el trabajo. Más aún cuando el producto alcanza un cierto nivel de sofisticación, como el calzado ortopédico, por ejemplo. Las pérdidas de estas empresas castristas son la demostración más evidente de la falta de eficiencia productiva y la ausencia de una estrategia industrial adecuada.

Y luego, se conforman con explicaciones como la falta de materia prima o la inestabilidad en la entrada de la misma lo que supone interrupciones productivas por tiempos superiores a los seis meses. Ahí viene la descripción del artículo, “cuando llegan las interrupciones por falta de materia prima, la gente se decepciona y luego no regresa. Ahora tenemos con qué trabajar, pero carecemos de suficientes brazos para remontar los atrasos". Escasez de trabajadores, falta de cualificación y experiencia, abandono y eventual indisciplina laboral. Todo un modelo de economía planificada y organizada por el estado que hace aguas, y que es incapaz de atender las necesidades básicas de la población, en este caso concreto, de calzado.

Pero la guinda, lo realmente asombroso de este modelo comunista, improductivo e ineficiente, viene después. La referencia al “personal improductivo, que el artículo cifra en un 34% del total”. Resulta que “aun cuando la empresa labora hoy con aproximadamente el 50 % de la plantilla aprobada, todavía mantiene intacto su aparato administrativo y estructuras de apoyo que ya no cumplen objetivo alguno y no hacen más que generar gastos innecesarios”. ¿De dónde viene ese personal improductivo? Pues ni más ni menos que de las “organizaciones económicas estatales” ese castillo de naipes que sostiene al régimen, cuyas bases son ciertamente débiles y en cualquier momento se pueden venir abajo.

Además, los “equipamientos de las fábricas son obsoletos”, dice el artículo. En este caso, habrá alguna responsabilidad de los propietarios, que una vez más, nos devuelven a la burocracia estatal, al poder político comunista, directamente relacionado con el régimen.

En suma, “bajos volúmenes productivos, insuficientes rendimientos industriales y agrícolas, y excesos en los costos; elevados gastos, y falta de insumos y de materias primas en otras esferas, sin descontar deficientes factores organizativos, como la falta de sistematicidad, control y exigencia”, y para concluir, “debilidades en el proceso de planificación, y es en primer lugar una responsabilidad administrativa. No son problemas nuevos”, dicho por Lourdes Sarmiento, directora de planificación y economía de la provincia.

¿A quién culpamos de todo este desastre? ¿Al embargo? ¿Al bloqueo internacional? ¿A la competencia de los antiguos amigos y socios chinos y vietnamitas? ¿A los yanquis?

Llevamos meses viendo como en Granma se ha iniciado una campaña de denuncia de las ineficiencias que existen en la economía castrista. Pero no se equivoquen. La solución no está en mejorar la planificación y la organización burocrática. Es justo lo contrario. La solución está en la libertad económica, el mercado, la propiedad privada y el derecho a la libre empresa. Y aquí tropezamos contra los “lineamientos” y el perfeccionamiento empresarial.

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