La situación de la economía cubana en el verano de 2012 (II)
Lineamientos, presupuestos y reformas tributarias[1]
Elías Amor Bravo, Economista
En estos
días del mes de julio de 2012, en los que la atención hacia la Isla ha venido
concentrada por la pérdida irreparable de Oswaldo Payá Sardinas, tres
acontecimientos importantes se han producido en materia económica, durante las
sesiones de la Asamblea Nacional.
II.
El segundo acontecimiento
fue otro Informe, esta vez presentado por el presidente de la Comisión de
Asuntos Económicos, Osvaldo Martínez, sobre la liquidación del presupuesto del
estado castrista en 2011. Una sesión soporífera que, sin embargo, despertó
nuestro interés, al poner encima de la mesa, tal vez sin saberlo, una serie de
informaciones que arrojan luz sobre el estado caótico de la economía castrista
en estos primeros meses de 2012.
Para
empezar, se presenta como “importante reducción del déficit fiscal entre el
estimado presentado en diciembre pasado (3,8% del PIB) y el real de 1,7%”, lo
que a duras penas no es fácil de comprender en una economía en la que todos los
activos están en manos del Estado, sin que esa separación entre las bases de
los ingresos y fuente de generación de los mismos dificulte realizar esta
comparación.
Tal vez convendría
explicar brevemente a los dirigentes del castrismo en qué consiste el déficit
del Estado.
En cualquier
economía mixta, en la que conviven lo privado y lo público, el Estado ejerce
una influencia sobre la actividad económica recaudando impuestos y realizando
gastos para cumplir con una serie de fines. La diferencia entre estas dos
partidas, cuando es negativa, se llama déficit, y su comparación con el valor
del producto interior bruto, PIB, permite realizar las comparaciones habituales
conocidas por todos.
¿Qué ocurre
en la economía castrista que la hace distinta del resto? Muy sencillo. Mientras
que en cualquier economía del mundo, la mayor parte de la actividad económica
tiene un origen privado, o mixto privado y público, de ahí que el Estado fije
impuestos para detraer una parte de los ingresos que se obtienen en esa esfera
de la actividad, en la economía castrista, el 90% de la base productiva
continúa siendo propiedad de quién se encarga de recaudar.
Es decir,
que la producción de la economía podría interpretarse, en sentido estricto,
como ingresos estatales, ya que va íntegramente a la caja del Estado que es el
propietario de las fuentes de producción. Se podría afirmar que lo que crece la
economía castrista es similar a lo que crecen los ingresos estatales. Los gastos,
se corresponden con los distintos programas que realiza el Estado
(subvenciones, sueldos de funcionarios, inversiones).
¿Qué nos
está diciendo Osvaldo Martínez? Muy sencillo. Si con la economía creciendo al
2,1% el déficit era del 3,8% del PIB, y ahora con un crecimiento similar del 2%
se ha reducido el déficit al 1,7%, el ajuste realizado por las autoridades en
los gastos tiene mucho que ver con las políticas
de ajuste duro tipo FMI, o “neoliberales”, que tanto critican los castristas en
otros países. En efecto, si los ingresos crecen más o menos lo mismo que hace
un año, y el déficit se reduce a casi la mitad, el ajuste a la baja se ha
producido en los gastos públicos.
La severidad
del ajuste del gasto que han realizado las autoridades castristas
necesariamente tiene sus efectos sobre la población, y siembra las condiciones
para un creciente nivel de malestar social. Vivir dentro de sus posibilidades,
evitar gastar de forma sistemática más de lo que se ingresa gracias a las
donaciones graciosas o las subvenciones del exterior, es un modelo que, para la
economía castrista toca a su fin. Y ello tiene unas consecuencias en términos
de bienestar social muy notables.
Lo realmente
sorprendente no es el bajo nivel alcanzado por el déficit del presupuesto del
estado castrista, sino que coincida con un crecimiento de la economía del 2%.
Nos encontraríamos ante una situación excepcional de la economía castrista, desconocida
a lo largo de sus cincuenta años de existencia, buscando una enigmática ortodoxia
fiscal alejada de los esquemas convencionales de funcionamiento despilfarrador,
que viene impuesta por las difíciles condiciones del entorno y la previsible
pérdida de apoyos económicos externos (Venezuela y Chávez). Es muy probable que
chinos, rusos y vietnamitas hayan exigido a Raúl Castro que sanee en profundidad
sus cuentas públicas, que se ajuste a lo que realmente tiene, y que se olvide
de donaciones gratuitas, antes de embarcarse en proyectos financieros a medio y
largo plazo que tendrán su correspondiente tipo de interés. En cualquier caso,
el ajuste del gasto público en el régimen castrista se puede calificar de
temerario. Las repercusiones pueden estallar en cualquier momento.
Algunos
datos expuestos por Martínez nos descubren la grave situación de quiebra
estructural de las cuentas del estado castrista en sus principales partidas
sociales. Por ejemplo, según Martínez, la seguridad social del régimen solo cubre
con sus ingresos el 59% de los gastos, que ascendieron a 2.078,3 MMP,
necesitando apoyo del resto de los ingresos estatales para cuadrar sus cuentas.
Si a ello se añade el bajo nivel de las pensiones y el rápido envejecimiento de
la población de la Isla, no cabe duda que este es un aspecto al que habrá que
prestar mucha más atención, y dejarse de demagogias.
Otro dato
que merece atención es la cifra, ciertamente elevada, de 4.148,1 MMP que el
Presupuesto dedicó a subsidios “por la diferencia entre los precios minoristas
y los del mercado internacional para promover exportaciones y sustituir
importaciones”. Una economía que apenas tiene recursos para atender las
necesidades de su población, situada en niveles mínimos de subsistencia,
fomentando con subvenciones, vía precios, las exportaciones. ¿Alguien puede
comprender qué sentido tiene esta política económica? Más aun, cuando Martínez
confía que ese nivel de gasto, una de las partidas más relevantes, “puede y
debe reducirse mediante una disminución de los costos nacionales”. Pero, ¿cómo
pretende Martínez rebajar los costes nacionales sin una mejora de la
competitividad, de la productividad y una mayor libertad económica?
Por si todo esto
no fuera suficiente, Martínez entró en el guión de las “culpas y
responsabilidades”, ese argumentario que se ha puesto de moda en la “corte
raulista” en los últimos tiempos. Por ejemplo, anunció que “se dejaron de ingresar 2.739 MMP
por concepto del impuesto sobre circulación y ventas (uno de los más relevantes
de la economía) debido a la falta de materiales de construcción para la venta
por 1.232,3 MMP o la débil gestión de cobro de los efectos electrodomésticos
por 570 MMP. Además, debido a incumplimientos en la producción se dejaron de
recaudar 366 MMP en panaderías, 115,5 MMP en venta de fósforos y 108 MMP por
déficit en la producción de cigarros”. Todo ello indicadores de una gestión
deficiente.
Martínez
continuó entonando su mea culpa al señalar que la cifra de 2.141,2 MMP dedicada
al subsidio a los precios minoristas a la población “es claramente insostenible”,
y para no salir del guión culpó al “sostenido crecimiento de los precios
internacionales de los alimentos en medio de la crisis económica global y la
especulación que empuja al alza dichos precios”, de ser los responsables de ese
descontrol del gasto que parece que cuenta con la firme voluntad del Gobierno
“para proteger al máximo posible a la población”. Lo cierto es que los cubanos
cada vez compran menos productos subsidiados, no tanto porque escasean, sino
porque se han ido eliminando progresivamente. Otro problema que tiene fácil
solución: producir más, liberalizar el mercado y dejar que las fuerzas privadas
se encarguen de lo que es suyo.
Otra fuente
de quebranto para el presupuesto viene del eterno subsidio por pérdidas a las
ineficientes empresas estatales agrícolas, MINAGRI, AZCUBA, MINBAS, MINIL y los
OLPP, y se concentra en un 77,3% de sus presupuestos. A la vista de estos
resultados, casi es mejor cerrarlas todas y comprar los alimentos en el
exterior, con lo que además podrían ahorrarse las subvenciones a los precios
minoristas para promover las exportaciones.
Después de
todo esto, no debe extrañar que las autoridades se embarquen en reformas de las
leyes tributarias. Mientras que no se produzca la necesaria separación de bases
imponibles privadas y públicas, y se permita el sólido desarrollo y
consolidación de las primeras, la economía socialista de planificación central,
actualizada o no, que se fija en los “Lineamientos” v seguirá siendo un caos,
un ejemplo de ineficiencia y de pésima gestión.
La
transformación de la economía privada cubana en el estado socialista caótico,
ineficiente y subvencionado del exterior se consagró en poco tiempo a costa de
la violencia, de los robos y confiscaciones y la pérdida injusta de vidas
humanas. El retorno a la economía competitiva, dinámica y eficiente que
caracterizó a la República en su medio siglo de existencia antes de 1959 va a
resultar cuando menos problemática, pero debe hacerse y debe hacerse bien.
[1]
Informe elaborado a partir de las intervenciones en la Asamblea Nacional de
Marino Murillo, Osvaldo Martínez y Lina Pedraza, con informaciones procedentes
de Granma Internacional.
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