La situación de la economía cubana en el verano de 2012 (III)
Lineamientos, presupuestos y reformas tributarias[1]
Elías Amor Bravo, Economista
III.
El tercer
acontecimiento de interés económico coincide con la presentación ante la
Asamblea por la ministra de finanzas y precios, Lina Pedraza, del “Proyecto de
Ley del Sistema Tributario Cubano” después de un largo proceso de análisis y
reflexión, como casi todos los “cambios” que se vienen introduciendo
recientemente.
La reforma
tributaria se percibe por las autoridades del régimen “como uno de los instrumentos
básicos para avanzar en la actualización del modelo económico en los términos
planteados por el Sexto Congreso del Partido”. En dicho modelo, cuyos rasgos
generales permiten afirmar que no es ni más ni menos que el mismo sistema
económico fracasado de medio siglo, la política tributaria quiere alcanzar una
“base legal para cumplir su papel regulador y permitir un modo de
funcionamiento de la economía más apoyado en principios generales de derechos y
de regulación económica que en disposiciones administrativas”.
En el clásico “The Power to Tax: Analytical Foundations of
a Fiscal Constitution” de James M. Buchanan y Geoffrey Brennan, la capacidad
fiscal de un gobierno se encuentra directamente relacionada con su base
constitucional y democrática. Precisamente esa Ley fundamental, emanada de un
órgano representativo en el que se plasma el pluralismo social y político, se
convierte en el instrumento que fija los límites para la exacción de rentas que
supone cualquier norma tributaria. Lo contrario es feudalismo económico.
En el
régimen castrista, se deben creer que el precario armazón de ilegalidades con
el que han construido el sistema institucional comunista que rige en la Isla es
suficiente para normar la actividad tributaria. Se equivocan. Porque ese bodrio
de constitución que exhiben al mundo como un ejemplo de falsa
institucionalidad, es antidemocrático, no se ha edificado a partir de un
sistema de consulta electoral basado en la competencia entre partidos de
distintas ideologías que confrontan programas y ofertas. Es un remedo
construido a partir del intento, voluntarista, de transformar una vulgar
dictadura, en un sistema presidencial.
Tal vez por
ello, la falta de legitimidad democrática de esta Ley tributaria, aun cuando
sea aprobada por la Asamblea Nacional, la convierte en papel mojado antes de
nacer, y de seguro, impedirá que el Estado comunista que carece de legitimidad
democrática, pueda contar con un instrumento de política económica, que permita
obtener ingresos en la cuantía suficiente, a la vez que estimular los sectores,
actividades y conductas que contribuyen al desarrollo socio-económico. Sin
democracia y estado constitucional, no es posible, por mucho que se empeñen los
castristas, en construir una cultura tributaria en la sociedad.
El proyecto
de Ley identifica, como no podría ser de otro modo, la redistribución de los
ingresos de los sectores de mayor capacidad económica hacia los de menores
ingresos como un objetivo fundamental. Este enunciado significa que el
castrismo, finalmente, reconoce públicamente la existencia de clases sociales
que afloran, que convierten en fracaso el legado de la llamada “revolución” si
es que alguna vez existió, y que tira por la borda medio siglo de políticas
erráticas para destruir la economía cubana.
La Ley
tributaria quiere sustituir la anterior, 73 "del Sistema Tributario",
de 4 de agosto de 1994, creada a toda prisa durante el llamado “período
especial” con voracidad recaudatoria, en un momento en que la economía
castrista se hundía de forma imparable al perder los apoyos de Europa del Este,
tras la caída del muro de Berlín.
Algunos
aspectos que merecen destacarse de la nueva Ley son, entre otros:
—El
mantenimiento de la exención sobre los salarios en el impuesto a los ingresos
personales mientras se mantengan las actuales condiciones económicas, es decir,
se entiende que un salario medio de 18 dólares, difícilmente puede someterse a
impuesto directo alguno. No hay previsión alguna de cuando se va a dar solución
a esta cuestión, lo que vacía de contenido este impuesto.
—Dicen que
la aplicación de la escala progresiva se dirige a “abrir espacios al trabajo
por cuenta propia”, lo que se plasma en una disminución de la carga tributaria
a los trabajadores por cuenta propia entre un 3% y un 7 %, para mayores y
menores ingresos respectivamente. Es evidente que la actual estructura
tributaria desincentiva el establecimiento por cuenta propia y con ello se
pretende aligerar la presión.
—Reducción
del 50% del tipo impositivo a los beneficios obtenidos por los productores
agropecuarios, con el objetivo de estimular la producción de alimentos y de
diversos productos del sector. En igual sentido actuará el impuesto por la
ociosidad de tierras agrícolas y forestales, así como la exoneración a los
usufructuarios de tierras estatales del pago de los impuestos sobre ingresos
personales, sobre la propiedad o posesión de tierras agrícolas y por la
utilización de la fuerza de trabajo, por un periodo de 2 años a partir de la
entrega de las tierras y por 4 años si fuera necesario emprender trabajos
adicionales por la existencia de plantas leñosas como el marabú. Ya veremos si
este tipo de medidas contribuye a mejorar la producción agrícola. Tenemos dudas
mientras no se altere el marco actual de derechos de propiedad y se consigan
aumentos reales de productividad en el sector.
—El impuesto
de circulación, que es una rémora del pasado, desaparecerá gradualmente para
ser sustituido por los impuestos sobre ventas y especial a productos y
servicios, aún por definir y concretar, pero de claro significado inflacionista
y distorsionador.
—Los
impuestos que se anuncian sobre la propiedad de viviendas y solares yermos no
se aplicarán hasta que no se den las condiciones económicas y de gestión
(mencionan expresamente la actualización del Registro de la Propiedad) que los
hagan posible. ¿El regreso de la propiedad privada? No lo creo. Además, de
manera sorprendente, se exonera del pago de este impuesto a los propietarios de
viviendas declaradas inhabitables. La pregunta es, ¿no existe en la Isla el
derecho a una vivienda digna? ¿Dónde ha quedado toda esa propaganda?
—Se pretende
igualmente fomentar la contratación de trabajadores por los cuenta propistas, y
para ello se fija la disminución del tipo impositivo del impuesto por la
utilización de la fuerza de trabajo, de un 25 % a un 5 % en un plazo de 5 años.
Se ratifica la exoneración del pago de este impuesto a los trabajadores por
cuenta propia, los agricultores individuales y otras personas naturales que
sean autorizadas a contratar fuerza de trabajo, por la contratación de hasta 5
trabajadores, y por encima de esa cantidad se establece una escala progresiva
en proporción al salario medio de la provincia de que se trate. ¿Qué quieren,
que la dimensión media se quede en cinco trabajadores? Un modelo de
minifundismo fácil de controlar y dominar. Menos mal que la influencia del
sistema impositivo sobre el empleo es una cuestión sobre la que los autores no
se ponen de acuerdo. Tal vez sería mejor que se revisaran los niveles de
productividad del trabajo, pero esa cuestión no está sobre la mesa de las
autoridades del régimen.
— Y así, por
esa voracidad recaudatoria con la que nace la Ley, aparece un conjunto de
nuevos impuestos que recaen sobre bases imponibles relativamente novedosas,
como la protección del medio ambiente y los recursos naturales, por medio de
impuestos por el uso y explotación de las playas, el uso y explotación de
bahías, el derecho de uso de las aguas terrestres, la utilización y explotación
de los recursos forestales y la fauna silvestre, así como por el vertimiento
aprobado de residuales en cuencas hidrográficas. La cuestión es, ¿Quién pagará
estos impuestos? ¿Los turistas? Ya veremos qué incidencia tienen sobre el coste
de los paquetes de turismo y como la demanda reacciona a un cambio en los
precios relativos de los resorts del Caribe.
— De igual
modo, promueven una idea de estímulo al desarrollo local, con la aplicación de
un tributo territorial definido centralmente que pagarán las empresas, las
sociedades mercantiles y las cooperativas a los Consejos de la Administración
Municipales donde operen sus establecimientos. Una especie de tasa que va a
generar no pocas distorsiones en la distribución de la actividad económica en
todo el territorio, empobreciendo unas zonas en detrimento del rápido
enriquecimiento de otras.
Toda esa
letanía de nuevos impuestos y tasas se
acompaña de exhortaciones a una “disciplina tributaria y el fomento de una
cultura en el pago de impuestos”, mediante la implantación de bonificaciones a
los contribuyentes que efectúen sus pagos en plazos tempranos a la vez que se
penaliza a los morosos e incumplidores. Un sistema parecido al de las multas de
tráfico, que tienen una reducción si se pagan en el instante. Créanme que este
tipo de prácticas tienen poco que ver
con el objetivo de construir una cultura tributaria, que se debe abordar desde
las primeras etapas de la educación.
A ello se
añaden cuestiones controvertidas como el arancel de aduanas, que será
presentado a la aprobación del Consejo de Ministros, que decidirá sobre su
eventualidad cuando sea necesario, o los regímenes especiales de tributación en
las zonas especiales de desarrollo, así como otros regímenes tributarios para
determinados sectores de la economía, dando cuenta de ello a la Asamblea Nacional
del Poder Popular, y poco más.
La imagen
que se obtiene de todo esto es justo la contraria que se debe alcanzar. Un
sistema complejo, de difícil encuadre con la actividad económica que sigue
siendo mayoritariamente estatal, y de dudoso impacto sobre la economía. Además,
el consejo de ministros se reserva competencias muy relevantes para
modificación de tipos, exenciones y todo tipo de arbitrariedades que suponen un
marco jurídico especialmente agresivo sobre las decisiones de los agentes
económicos. Cosa que, por otra parte, es muy habitual en la economía castrista.
¿Qué
conclusiones podemos extraer de esta iniciativa? Una ley tributaria que se
somete a aprobación de una Asamblea Nacional, que asiste como mero espectador a
los designios que desde el ejecutivo se le obliga a aceptar (destacan las 54
modificaciones, sin más), tiene escaso recorrido en términos de aceptación
social. Me parece tiempo perdido, esfuerzos baladíes que no van a tener los
objetivos que se persiguen.
La
actualización del modelo económico cubano necesita mucho más que una ley
tributaria para tener éxito. Su futuro es bastante incierto. A tenor de las
disposiciones contenidas en esta norma, todas las reformas del raulismo están
cuestionadas y se incorporan incentivos, estímulos y medidas para activarlas.
Creo que ni así lo conseguirán. La economía necesita derechos de propiedad y
economía de mercado libre. Un paradigma que está en las antípodas de la
economía castrista.
[1]
Informe elaborado a partir de las intervenciones en la Asamblea Nacional de
Marino Murillo, Osvaldo Martínez y Lina Pedraza, con informaciones procedentes
de Granma Internacional.
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