Remesas, ¿pa qué?
Elías Amor Bravo, economista
En marzo de 2015, la
firma estadounidense Bendixen &Amandi llevó a cabo el primer
estudio de esta naturaleza en las calles de la isla entera. En tan solo 10 días, consultaron a 1,200 cubanos de 14 provincias.
Reconozco que tengo cierta envidia sana. Como dicen los responsables
del estudio, “para un encuestador es un gran reto hacer una
encuesta en un sistema como el cubano. Es un verdadero reto
intelectual“.
Hasta la fecha, la
opinión pública de los cubanos ha sido escrutada de forma continua y
profesional por los departamentos de propaganda del régimen, pero
sus resultados permanecían en la más absoluta oscuridad. Se hablaba
de la existencia de analistas distribuidos de forma secreta en las
guaguas, mercados agropecuarios, playas, en cualquier espacio en que
los cubanos pudieran orquestar algún tipo de comentario de carácter
político, para escuchar e interpretar tendencias, pero esta cuestión no se ha podido confirmar. La
oscuridad y la falta de transparencia han sido la nota en el manejo
de la opinión pública y la propaganda en el régimen castrista.
Y si el régimen no ha
perdido tiempo en el escrutinio de lo que opinan los cubanos, los
análisis independientes y profesionales por entidades del exterior
han sido escasos, por no decir, limitados. Desde los intentos por
obtener la opinión de los cubanos que llegaban a la Florida en los
estudios de la FIU, a las encuestas telefónicas que tropezaban con
el reducido parque de teléfonos privados, los análisis fueron
intentando aproximarse a una realidad hasta cierto punto,
desconocida.
Por eso, hay que dar la
bienvenida a la encuesta de Bendixen &Amandi, y desear que se
animen y que continúen con esta línea de investigación pata ir
acercándonos a la opinión pública en Cuba. Recuerdo en mi época
de estudiante la importancia que otorgábamos a los estudios
realizados por el sociólogo J.J. Linz en España durante los años
del régimen franquista y su relevancia para las actuaciones
prácticas durante la transición política a la democracia. Por
tanto, es bueno que se haga este tipo de estudios. Tampoco tengo por
qué dudar sobre una eventual manipulación de los datos. La ficha
técnica parece rigurosa, y en líneas generales, cumple con los
estándares que la demoscopia de atribuye para otorgar una cierta
fiabilidad a sus estudios sociales (el margen de error de la encuesta
es del 2.8% en un intervalo de confianza del 95%).
El cuestionario es
extenso, pero ofrece informaciones que, desde la perspectiva del
análisis de la economía castrista, son fundamentales. A ellas vamos
a prestar atención.
En este número, nos
centramos en el análisis de las remesas, al que se dedica un numeroso conjunto de preguntas en el cuestionario.
Ahora sabemos que un
34% de los cubanos recibe dinero del extranjero, en tanto que el 64%
dice lo contrario, y otro 2% no informa sobre esta cuestión. En
cuanto a la distribución por edades, y en contra de lo que se podría
pensar, no se observan diferencias significativas entre los menores
de 50 años y los que tienen esta edad o mayores. En ambos casos, el
34% tiende a mantenerse como referencia. Atención a este dato. Solo la
tercera parte de la población tiene acceso a las remesas a pesar de
que en el extranjero residen casi dos millones de cubanos, el 18% de
la población total. Cabe señalar que el impacto económico de las remesas se
encuentra concentrado y su capacidad para promover el crecimiento de
la economía es limitada.
La aproximación
geográfica a la procedencia de las remesas se investiga preguntando
la residencia de los familiIgualmente, Estados Unidos y España son
los principales países emisores de las remesas que reciben los
cubanos. Casi las tres cuartas partes de las remesas proceden de
estos dos países, con EEUU en el entorno del 60% y España del 12%.
Le siguen Italia y Alemania. En cuarto puesto, con un 3% Venezuela,
es evidente que el impacto de la “venta de servicios médicos” no
se traslada de forma directa sobre las familias, sino que, como
algunos analistas han venido destacando, se queda bajo control del
estado. Por lo que respecta a edades, las personas mayores de 50 años
reciben un porcentaje más elevado de remesas de EEUU, hasta un 66%,
en tanto que la participación de los menores de esta edad es mayor
entre los que envían dinero desde España.
En cuanto al parentesco
familiar del remitente, y con datos para la totalidad de la muestra,
el 43% son hermanos. El dato, en principio, confirma la juventud de
la diáspora que llega a alcanzar el 46% entre los menores de 50
años. No obstante, se observan diferencias muy importantes entre los
dos segmentos de edades que establece el estudio.
Así, y en relación al
papel de los hijos/as, mientras que para el conjunto de la muestra
alcanza un 17% del total, entre los menores de 50 años se eleva
hasta un 44% del total. Los padres/madres como emisores de remesas
alcanzan un 13% del total, que llega a situarse en el 17% entre los
menores de 50 años). Este porcentaje es, sin embargo, inferior al de
amigo/a que aumenta hasta un 21%, y no muestra diferencias sensibles
entre los dos segmentos de edades.
Estas relaciones entre
hermanos, uno que marcha al exterior y otro que se queda en la Isla,
posiblemente al cuidado de la familia que no se traslada en su
totalidad, es un fenómeno curioso de la diáspora cubana en el
exterior, y abriga esperanzas de cara al futuro, por cuanto rompe el
esquema intergeneracional existente desde los inicios de la llamada
revolución.
En cuanto a la
frecuencia de recepción de dinero, la mayoría, un 44% declara que
es mensual. Otro 27% se inclina por cada dos o tres meses, y
porcentajes menores cuando los plazos son mayores. No obstante, hasta
un 26 % del total contesta que recibe el dinero por períodos
superiores a cuatro meses.
El 39% declara recibir
dinero del exterior desde hace más de 5 años, mientras que otro 34%
declara entre 3 y 5 años y un 22% entre 1 y 3 años. En cualquier
caso, la recepción de remesas se ha visto activada a raíz de los
cambios introducidos por Raúl Castro hace poco tiempo, y puede estar
actuando como un factor de valoración positiva a esta gestión por
los cubanos.
La distribución del
importe medio de las remesas recibidas durante un año sitúa en un
29% del total los que reciben entre 1.000 y 2.000 dólares. Otro 26%
declara recibir de 500 a 1.000 dólares y hasta un 28% recibe menos
de esa cifra. En todo caso, el 83% de las remesas promedio anual se
sitúan por debajo de los 2.000 dólares y tan solo otro 17% lo hace
por un valor superior a esa cifra. Se trata de envíos
significativos, en términos absolutos, si se tiene en cuenta que la
relación CUC a CUP está en 1:24, aunque no parece que los cubanos
destinen el dinero procedente del exterior a comprar productos y
servicios a precios nacionales.
Hasta el 34% de los
entrevistados declara compartir el dinero que recibe con dos personas
y otro 31% lo hace con tres o más personas. Es decir, el 65% de las
remesas se distribuyen entre un número importante de receptores lo que incrementa su impacto social. Tan
solo un 10% declara no compartir el dinero recibido y el 25% lo
destina solo a sus necesidades personales. Es ciertamente lamentable
que no se haya investigado esta distribución por segmentos de edad.
Tal vez habría arrojado luz sobre el proceso.
El 94% de los
receptores de remesas utiliza el dinero del exterior para pagar
gastos de la vivienda, sin especificar cuáles. Es evidente que el
poder adquisitivo de los salarios cubanos limita considerablemente la
realización de este tipo de gastos, lo que convierte a las remesas
en un “bien necesario”. Otro 44% declara destinar el dinero a
darse unos lujos y curiosamente un 39% lo ahorra. Estos dos
colectivos tendrían, en líneas generales, sus necesidades
inmediatas satisfechas. Las remesas incrementan artificialmente su nivel de vida. Es interesante observar que no existen
diferencias muy significativas entre los dos segmentos de edad en
cuanto al destino de las remesas. Lamentablemente, solo un 11% aspira
a destinar ese dinero a montar un negocio, lo que acredita bajos
niveles de emprendedurismo, poco estimulados por el régimen.
Esto contrasta con el
70% de los entrevistados que declara que le gustaría abrir su propio
negocio, un porcentaje que se eleva de forma significativa hasta el
76% entre los menores de 50 años, en tanto que otro 20% dice lo
contrario, aumentando en este caso hasta el 33% entre los mayores de
50 años.
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