La reanudación del comercio con Cuba es lenta
Elías Amor Bravo, economista
Nadie dijo que iba a
ser rápido. Esta afirmación viene a cuento de unas declaraciones de
la Secretaria de Comercio de EEUU, Penny Pritzker: “La reanudación
del comercio con Cuba es lenta”, hechas en diferentes medios que
permanecen atentos al clima de las negociaciones entre Estados Unidos
y Cuba desde que el diciembre del año pasado el presidente Obama
diera los primeros pasos en esa dirección.
Para empezar, el avance
de las negociaciones comerciales se ha visto condicionado por el
restablecimiento de las relaciones diplomáticas, un asunto que las
autoridades de la Isla han decidido convertir en una trinchera
inexpugnable, para airear unas pretendidas diferencias con EEUU en
materia de derechos humanos. Para vergüenza internacional, el
régimen castrista intenta reivindicar un modelo propio de derechos humanos para contraponerlo al que plantean las
autoridades estadounidenses en la negociación que se corresponde con la Carta de Naciones Unidas. Mientras tanto, el
tiempo pasa.
Lo que tal vez nadie ha
advertido, hasta la fecha, es que la apertura comercial castrista a
Estados Unidos se pretende producir en un momento especialmente
complicado para el entramado institucional de la economía de la
Isla. Esta misma semana se ha anunciado por Venezuela una reducción a la mitad
del petróleo que entrega a Cuba, lo que significa una
notable reducción en el principal mecanismo que equilibra la balanza
comercial deficitaria del régimen. Menores ingresos, suponen menor
capacidad de compra a nivel internacional, menos solvencia y
credibilidad. En suma, un peligroso acercamiento a un desequilibrio
externo que los cubanos recuerdan con pavor, como el que trajo el
derrumbe de Berlín.
Washington pretende en
este contexto de debilidad estructural de la economía castrista,
aumentar las ventas a Cuba, pensando en el hipotético potencial de
la isla como uno de los principales mercados en la región
latinoamericana. Lo cierto es que, incluso en las difíciles y
complicadas condiciones actuales, EEUU vendió a Cuba por importe de
2.340 millones de dólares en 2014, e incrementar ese nivel de
exportaciones va a exigir mucho más que voluntad política y buenas
relaciones diplomáticas. La contraparte, lo que Cuba puede vender a
EEUU está por determinar.
En ese sentido, la
nueva política hacia Cuba del presidente Barack Obama, puede suponer
un peligroso salto en el vacío para los intereses estadounidenses, si previamente el régimen castrista
no hace los deberes en materia económica, a lo que se niega de forma sistemática. De nada servirá que el
llamado “embargo económico” pueda ser desmantelado, si luego las
ventas a Cuba se estancan o en el peor de los casos, simplemente no
se pueden pagar. Es evidente que hay mucho en juego, realmente mucho
más que la apertura de embajadas o el deshielo de las relaciones
entre los dos países. Unas cuantas botellas de ron, algunos cigarros
habanos y la oferta hotelera son activos insuficientes para compensar
un futuro comercio equilibrado entre los dos países. Ni siquiera el
recurso a las remesas de las familias podría contribuir a que el
potencial de compra de la economía castrista aumente.
Por eso, Pritzker ha
sido sensata al declarar que, a pesar de la buena voluntad de su
departamento, en aras al aumento del comercio bilateral, será un
proceso lento y no inmediato.
El problema,
evidentemente, no está en Estados Unidos. El problema, como viene
siendo habitual, está en el régimen de La Habana.
Algunos de esos
problemas son bien conocidos. Otros menos. Por ejemplo, la obsesión
totalitaria del régimen castrista por el control de la economía. Es
de tal magnitud que lleva al gobierno a controlar todas las
importaciones, y no disponer de mecanismos para facilitar las
exportaciones de la producción de la incipiente iniciativa privada
que existe en la Isla, casi toda localizada en un pujante sector
servicios que está mostrando una extraordinaria vitalidad. Las autoridades de
Estados Unidos reconocen con discreción que mientras la estructura actual de la
economía dependa en exclusiva de entidades del gobierno, poco, muy
poco van a avanzar las relaciones comerciales entre los dos países.
Desde Estados Unidos se
ha planteado en alguna de las negociaciones la posibilidad que las
entidades importadoras del gobierno de la isla, todas de propiedad estatal, se encarguen de facilitar la exportaciones estadounidenses
y al mismo tiempo, dejar que los empresarios estadounidenses
contacten directamente a la iniciativa privada de la Isla y hagan
negocios sin pasar por el circuito gubernamental. Una propuesta a la
que el régimen castrista ha hecho un absoluto rechazo. En tales
condiciones, todo va a ir muy lento. Mucho más de lo que se piensa.
El régimen castrista ha demostrado en más de medio siglo, una
extraordinaria capacidad para controlar los tiempos. No hay razón
alguna para ser diferente, y mucho menos cuando se puede perder todo.
Absolutamente todo.
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