¿De qué transparencia están hablando?

Elías Amor Bravo, economista

La verdad es que los comunistas que están al frente de la dirección económica del régimen castrista ya no saben qué inventar para atraer titulares de prensa. La expectación internacional con los supuestos cambios en Cuba, que ha llevado a la isla a un sin número de empresarios, hombres de negocios, políticos y artistas de toda índole, se encuentra ahora con los mensajes en favor de una pretendida “transparencia, entendida como la proa en la actualización del modelo económico cubano”.

De ese tipo de cosas se ha hablado en un taller internacional sobre auditoría, control y supervisión que se ha celebrado en La Habana y del que se ha hecho eco Granma en una de sus informaciones de hoy. Este taller, en su segunda edición, contó con la intervención del inefable Marino Murillo máximo responsable de la economía castrista, como vicepresidente del consejo de ministros y ministro de economia y planificación. Murillo ha vuelto a lanzar uno de esos mensajes que últimamente recorren la geografía de la isla comunista, en un intento de atraer el interés internacional. En sus palabras, “la planificación en nuestro país tiene que cambiar, con el fin de incrementar las fuerzas productivas”.

En eso estamos completamente de acuerdo. La planificación comunista y estalinista que ha controlado el funcionamiento de la economía desde 1959, ha sido un desastre. Una decisión inteligente sería, ya lo he dicho en otras ocasiones, cerrar la Juceplan y poner a sus profesionales a realizar cursos de gestión empresarial privada, dejarles libertad para la creación de iniciativas empresariales. Los tiempos que tenemos por delante exigen cambios de gran calado. Los titulares sobran, y hay que ponerse a trabajar.

Murillo dijo también algo que es cierto: “no es posible hoy dirigir un país sin transparencia”. En esto podemos ponernos a trabajar. En numerosas ocasiones, he tratado la falta de transparencia de la estadística castrista, como allá por 2007 cuando se enfrentó a los organismos internacionales especializados para hacer valer e imponer sus criterios de medición estadística de los servicios en un intento baldío de incrementar el valor del PIB. De poco sirvió, la realidad es contundente y año tras año, el crecimiento del PIB de la economía no dió motivos de alegrías. Por supuesto que hay que ser transparentes en las cuentas de los dineros recibidos procedentes del exterior, de las deudas condonadas (por supuesto, de todas), en el coste de las subvenciones que se destinan a mantener la actividad de empresas estatales insolventes, a sufragar el coste de alimentos importados que se podrían producir en la agricultura cubana, y así, de tantas y tantas cosas que permanecen en una nebulosa de oscuridad, muy propia de aquellos regímenes políticos que, al no ser electos democráticamente, se ven libres de la rendición real de cuentas, la transparencia y la credibilidad. En ese sentido, cualquier avance que el comunismo castrista haga en esta dirección, debe ser bienvenido.

Y sobre todo, lo que no conviene es confundir las churras con las merinas. Porque si es verdad que la transparencia es necesaria por cuanto la misma inspira el funcionamiento de “gobiernos eficientes y honestos”, lo que ya parece de risa es creen que “la estrategia de desarrollo a largo plazo, cuyas normas jurídicas queden bien claras para todos los actores económicos” deba servir como base a esa mayor transparencia.

En mi opinión, esta afirmación de Murillo va justo en la dirección opuesta a la transparencia y la credibilidad. Y yo le pregunto, ¿de verdad cree que dentro de 30 años las tendencias actuales que el régimen castrista proyecta al futuro serán las dominantes de la economía de Cuba? Eso es ser muy optimista. Tanto que se puede pecar de exceso de optimismo.

El llamado proceso de perfeccionamiento del modelo económico, que tiene su arranque en el anterior “perfeccionamiento empresarial” que Murillo impulsó desde finales de los años 80, y de forma especial durante el período especial, está orientado hacia la construcción del socialismo, manteniendo un supuesto “carácter humanista de la revolución; así como también un Partido único e inclusivo, y la propiedad social sobre los me­dios fundamentales de producción” es una receta que cuesta realmente creer que pueda existir en Cuba dentro de 30 años, incluso me atrevo a decir que en 10 años puede haber desaparecido.

Por supuesto que “la planificación tiene que cambiar”. Mucho mejor es que desaparezca para siempre, como he señalado antes. Si se pretende “incrementar las fuerzas productivas, cuyo desa­rrollo actual es insuficiente”, hay que hacerlo como las reglas básicas de la Economía apuntan: libertad de mercado, extensión de los derechos de propiedad, y dejarse de utilizar términos absurdos para llamar a las cosas por su nombre: empresas privadas.

No es posible sacar a la economía estalinista de los Castro mediante el fomento de las actividades de baja dotación de capital en pequeñas y medianas empresas, que tributen a encadenamientos productivos con empresas principales y al desarrollo local. Las pequeñas empresas crecerán, acumularán capital, invertirán para mejorar su escala productiva, crearán empleo y riqueza, y volverán a crecer más. Nadie puede poner puertas al campo, salvo por medio de la planificación central, la coerción y la intervención expropiadora, métodos burdos empleados por el castrismo en los últimos 57 años.

Murillo lo sabe. Si afloja, se le escapa el control de la economía, por muchos mecanismos de evaluación y retroalimentación que lleve el programa, y conforme la empresa privada crezca y ocupe espacios que el sector estatal ineficiente es incapaz de proporcionar, la consolidación de ese “estado socialista” que es un fraude y un fracaso, dará paso a un estado democrático, libre y plural, con un nuevo marco institucional y de respeto a la propiedad privada y la libre empresa. No hay alternativa. Se puede teorizar todo lo que se quiera, pero el camino solo lleva en una dirección de racionalidad y eficiencia, salvo que vuelvan a las andadas, a las prácticas estalinistas de siempre. Y eso, en las actuales condiciones, puede ocurrir en cualquier momento.

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