¿De qué transparencia están hablando?
Elías Amor Bravo, economista
La verdad es que los comunistas que
están al frente de la dirección económica del régimen castrista
ya no saben qué inventar para atraer titulares de prensa. La
expectación internacional con los supuestos cambios en Cuba, que ha
llevado a la isla a un sin número de empresarios, hombres de
negocios, políticos y artistas de toda índole, se encuentra ahora
con los mensajes en favor de una pretendida “transparencia,
entendida como la proa en la actualización del modelo económico
cubano”.
De ese tipo de cosas se ha hablado en
un taller internacional sobre auditoría, control y supervisión que
se ha celebrado en La Habana y del que se ha hecho eco Granma en una
de sus informaciones de hoy. Este taller, en su segunda edición,
contó con la intervención del inefable Marino Murillo máximo
responsable de la economía castrista, como vicepresidente del consejo de ministros y ministro de economia y planificación. Murillo ha vuelto a lanzar uno de esos mensajes que
últimamente recorren la geografía de la isla comunista, en un
intento de atraer el interés internacional. En sus palabras, “la
planificación en nuestro país tiene que cambiar, con el fin de
incrementar las fuerzas productivas”.
En eso estamos completamente de
acuerdo. La planificación comunista y estalinista que ha controlado
el funcionamiento de la economía desde 1959, ha sido un desastre.
Una decisión inteligente sería, ya lo he dicho en otras ocasiones,
cerrar la Juceplan y poner a sus profesionales a realizar cursos de
gestión empresarial privada, dejarles libertad para la creación de iniciativas empresariales. Los tiempos que tenemos por delante
exigen cambios de gran calado. Los titulares sobran, y hay que
ponerse a trabajar.
Y sobre todo, lo que no conviene es
confundir las churras con las merinas. Porque si es verdad que la
transparencia es necesaria por cuanto la misma inspira el
funcionamiento de “gobiernos eficientes y honestos”, lo que ya
parece de risa es creen que “la estrategia de desarrollo a largo
plazo, cuyas normas jurídicas queden bien claras para todos los
actores económicos” deba servir como base a esa mayor
transparencia.
En mi opinión, esta afirmación de
Murillo va justo en la dirección opuesta a la transparencia y la
credibilidad. Y yo le pregunto, ¿de verdad cree que dentro de
30 años las tendencias actuales que el régimen castrista proyecta
al futuro serán las dominantes de la economía de Cuba? Eso es ser
muy optimista. Tanto que se puede pecar de exceso de optimismo.
El llamado proceso de perfeccionamiento
del modelo económico, que tiene su arranque en el anterior
“perfeccionamiento empresarial” que Murillo impulsó desde
finales de los años 80, y de forma especial durante el período
especial, está orientado hacia la construcción del socialismo,
manteniendo un supuesto “carácter humanista de la revolución; así
como también un Partido único e inclusivo, y la propiedad social
sobre los medios fundamentales de producción” es una receta
que cuesta realmente creer que pueda existir en Cuba dentro de 30
años, incluso me atrevo a decir que en 10 años puede haber
desaparecido.
Por supuesto que “la planificación
tiene que cambiar”. Mucho mejor es que desaparezca para siempre,
como he señalado antes. Si se pretende “incrementar las fuerzas
productivas, cuyo desarrollo actual es insuficiente”, hay que
hacerlo como las reglas básicas de la Economía apuntan: libertad de
mercado, extensión de los derechos de propiedad, y dejarse de
utilizar términos absurdos para llamar a las cosas por su nombre:
empresas privadas.
No es posible sacar a la economía
estalinista de los Castro mediante el fomento de las actividades de
baja dotación de capital en pequeñas y medianas empresas, que
tributen a encadenamientos productivos con empresas principales y al
desarrollo local. Las pequeñas empresas crecerán, acumularán
capital, invertirán para mejorar su escala productiva, crearán
empleo y riqueza, y volverán a crecer más. Nadie puede poner
puertas al campo, salvo por medio de la planificación central, la
coerción y la intervención expropiadora, métodos burdos empleados
por el castrismo en los últimos 57 años.
Murillo lo sabe. Si afloja, se le
escapa el control de la economía, por muchos mecanismos de
evaluación y retroalimentación que lleve el programa, y conforme la
empresa privada crezca y ocupe espacios que el sector estatal
ineficiente es incapaz de proporcionar, la consolidación de ese
“estado socialista” que es un fraude y un fracaso, dará paso a
un estado democrático, libre y plural, con un nuevo marco
institucional y de respeto a la propiedad privada y la libre empresa.
No hay alternativa. Se puede teorizar todo lo que se quiera, pero el
camino solo lleva en una dirección de racionalidad y eficiencia,
salvo que vuelvan a las andadas, a las prácticas estalinistas de
siempre. Y eso, en las actuales condiciones, puede ocurrir en
cualquier momento.
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