Las pequeñas empresas cubanas necesitan libertad económica
Elías Amor Bravo, economista
Como parte del interés que despierta
cualquier información procedente de Cuba en estos momentos, los
medios se ha hecho eco de la visita de la directora de la Agencia de
pequeñas empresas de EEUU, María Contreras-Sweet, a La Habana, para reunirse con dirigentes del régimen comunista, como el
ministro de comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo
Malmierca, y altos funcionarios de los ministerios del Comercio Interior y
de Trabajo Seguridad Social.
El objetivo de estos contactos es pasar
revista, junto con las autoridades del régimen, a las reformas
económicas que se están adoptando en la isla, con el objetivo de
“actualizar” el modelo económico socialista de la isla,
comprometido en la apertura, eso dicen, de espacios a la economía
privada así como para la inversión extranjera.
Esta visita, que incluye un recorrido
por la Zona del Mariel, tiene lugar dos meses después que Raúl
Castro anunciara en el cónclave comunista la legalización de las
pequeñas y medianas empresas privadas. Empresas que tendrían su
origen en los pequeños negocios privados, cuenta propistas, que al
parecer, según datos oficiales, ofrecen empleo a medio millón de
personas, y desarrollan sus actividades bajo un rígido control
del régimen que, en ocasiones, raya la represión y la persecución.
Al parecer, la responsable de las pymes
de EEUU trae consigo cuatro enmiendas aprobadas por el Comité de
Asignaciones del Senado de Estados Unidos, encaminadas a liberar el
comercio agrícola entre los dos países y las visitas de
norteamericanos a la isla, poniendo fin de este modo a 12 las
categorías existentes en la actualidad. Hay gran expectación entre la dirigencia comunista porque estas medidas entren en vigor. Pero no parece fácil.
La realidad es bien distinta. Lo que se
va a encontrar la señora Contreras-Sweet en La Habana nada tiene
que ver con el funcionamiento ordenado de una economía de mercado,
sino más bien, con un caos que no gusta a nadie. Porque si bien es
cierto que de momento los cubanos pueden encontrar una cierta
variedad de género donde elegir, a diferencia de la escasez perenne
del racionamiento comunista, el problema está en el poder
adquisitivo de los salarios, uno de los más bajos de occidente, lo
que impide el nacimiento y consolidación de un mercado de
consumidores. No es extraño, por ello, que algunos observadores
hablen que “el camino legal de las reformas "será largo",
y poco probable que el régimen castrista no consiga funcionar con los niveles de
agilidad que exigen los acontecimientos”. Pese a las urgencias del
momento, el petróleo de Venezuela se acaba y no hay dinero para
comprarlo, las autoridades no quieren imprimir más velocidad a la
maquinaria.
Contreras-Sweet se va a reunir con
funcionarios comunistas que ignoran y desprecian los valores de la
libertad económica, la independencia, el esfuerzo y el trabajo
productivo. Personas que han sido educadas en unos principios
“revolucionarios” que han entrado en crisis, y que ahora, 57 años
después, tratan de enderezar sin darse cuenta que lo que realmente
necesita la economía castrista es un giro de 180º y no paños
calientes.
Sería muy positivo, por ejemplo, que
los empresarios cubanos pudieran asociarse libremente con quién les
de la gana, por ejemplo, con franquicias procedentes de Estados
Unidos, y del mismo modo, que pudieran asociarse entre ellos,
integrando cadenas de valor y asociaciones de negocios para aumentar
la escala de prestación de servicios y ofrecer precios más bajos.
También sería positivo que la carga fiscal sobre las nuevas
empresas disminuyera, al menos durante 5 años en los que se necesita
apostar por una política acelerada de reinversiones, y que se les
autorizase operar en todos los sectores productivos, y no en el
conjunto de actividades que existen en la actualidad, en su mayoría
de bajo nivel de productividad y competitividad.
Una conclusión muy importante a tener
en cuenta es que el futuro de estos emprendedores cubanos no está en
las enmiendas que se aprueben en Estados Unidos. Esta obsesión con
el dinero de EEUU que existe en las autoridades de La Habana recuerda
a las escenas de aquel Bienvenido Mr. Marshall de Berlanga, que tanta
risa provoca. Aquellos españoles anticuados de mediados de los años
50 convirtieron a España en una potencia económica mundial porque
se adoptaron las políticas económicas internas adecuadas para ello,
fortaleciendo las estructuras económicas del país y propiciando el
cambio. El automóvil de Mr. Marshall pasó de largo. Por desgracia,
esto mismo podrá ocurrir en Cuba, por mucho que se hayan
restablecido relaciones diplomáticas con EEUU tras medio siglo de
confrontación política agitada desde La Habana. Cierto, todo eso
quedó atrás, pero ahora hay que ponerse a trabajar para que el país
pueda salir adelante.
Y que no se engañe el gobierno cubano.
Solo puede superar el atraso de estos 57 años propiciando una
transformación de la estructura económica en beneficio de la
empresa privada, pequeña, mediana o grande, el tamaño poco importa.
Lo realmente esencial es que se gestione por empresarios que
arriesguen a cambio de beneficio. Esa es la receta y no la aburrida
planificación central.
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