¿Para qué sirven las tarjetas de débito en Cuba?
Elías Amor Bravo, economista
En el régimen
castrista, un acto tan sencillo y cotidiano para muchas personas,
como sacar dinero del cajero en una entidad bancaria, tiene que ser
autorizada por el gobierno. No lo digo yo. Es una información
publicada en varios medios que se hacen eco de unas declaraciones de
la vicepresidenta del Banco Central de Cuba, Irma Margarita Martínez, durante la primera
Conferencia sobre Transferencias Monetarias Internacionales que se
celebra estos días en La Habana.
En la Conferencia
organizada por la International Money Transfer Compliance (IMTC) y el
BCC reúne en la capital cubana hasta el próximo miércoles a unos
80 participantes, principalmente de EE.UU, y también de México, El
Salvador, Panamá, Uruguay, Argentina, Brasil, Portugal, España,
Inglaterra, Canadá, Polonia, se habló de estas cuestiones: el uso del dinero de plástico en la economía castrista. Algunos nos preguntamos después de
ésto, ¿dónde está realmente el embargo?
Pero volvamos a lo que
nos ocupa. Parece increíble, pero es cierto. En la economía
castrista, el nivel de control que ejerce el estado sobre el
comportamiento de los agentes es tan asfixiante que para que una red
de cajeros automáticos pueda aceptar determinadas tarjetas para
retirar efectivo, en este caso las Master Card, que se aceptan
prácticamente en todo el mundo, el gobierno lo tiene que autorizar.
Ya no es una cuestión que se trate de tarjetas de bancos con origen
en Estados Unidos o Puerto Rico, lo que se trata es el enorme poder
que tiene el gobierno castrista para decidir sobre la vida y obra de
los ciudadanos, que no pueden utilizar libremente los servicios
financieros, en este caso una tarjeta de crédito, si no existe
previa autorización. Así es Cuba. Todo tiene que estar autorizado.
Lo que antes podría ser un delito, como la tenencia personal de
divisas (muchos cubanos conocieron la prisión y represión por ello)
ahora no lo es. Los que gobiernan, sin embargo, siguen siendo los
mismos que desde hace 57 años. Situaciones como ésta rara vez se
observan en el mundo real.
La operatoria bancaria
en el régimen castrista es muy deficiente. Son pocos los cubanos que
registran transacciones de manera habitual en los bancos. Las
prácticas modernas y eficientes que desplegaron en la Isla los
bancos privados cubanos antes de 1959, fueron barridas con las
confiscaciones y medidas “revolucionarias” del gobierno
comunista. Los bancos pasaron a ser oficinas del estado, con escasos
incentivos para ofrecer servicios a sus clientes. Consecuencia, 57
años después, pocos cubanos poseen cuentas en los bancos, operan
con transferencias de sus bajos sueldos monetarios y mucho menos,
pagan facturas con cargo al banco.
Ahora, de manera
excepcional, el régimen declara estar en condiciones de autorizar el
uso de las Master Card, una vez solucionados los aspectos financieros
y legales pendientes y gracias al funcionamiento de las entidades
cubanas encargadas del procesamiento de MasterCard y del proveedor
externo que facilita el trámite de las operaciones. Además, de
momento, la única entidad bancaria cubana que presta el servicio,
solo lo realizará en La Habana, y anuncia su intención de ir
ampliándolo a todo el país en el futuro, a la vez que señaló su
disposición a “continuar ampliando las tarjetas emitidas por
bancos de EE.UU. que así nos lo soliciten”.
Como siempre, la culpa
de todo la tiene el vecino del norte, y cualquier ocasión es buena
para culpar a EEUU de lo que ocurre. Las autoridades comunistas deben
saber que el posible interés de la banca norteamericana, al igual
que la española, francesa o alemana, por operar en Cuba, dependerá
de las condiciones que imperen en la economía nacional y desde
luego, ese intervencionismo patológico en las decisiones económicas,
es un mal compañero para el funcionamiento de la banca. Conviene
tener en cuenta que estudios recientes, como el realizado por The
Havana Consulting Group, han venido a confirmar que las
transferencias de divisas desde el exterior, básicamente de EE.UU. a
Cuba se han disparado, alcanzando más de 3.000 millones de dólares,
lo que guarda poca relación con esas presuntas restricciones
provocadas por el llamado bloqueo económico, financiero y comercial.
De hecho, ya apareció
el primer banco de EE.UU, el Stonegate, que mantiene relaciones
comerciales con un banco estatal de Cuba (el Banco Internacional de
Comercio, desde julio de 2015) que ha empezado a emitir tarjetas de
débito Master Card para ser utilizadas en la isla. La entidad ha
emitido desde comienzos de mes, cuando se anunció la puesta en
marcha de la tarjeta, unas 500, que son utilizadas por cubanos que
van a visitar a su familia a la isla, así como representantes de
compañías que hacen negocios con Cuba.
La cuestión es que los
clientes del Stonegate, acostumbrados a utilizar sus tarjetas con
absoluta libertad y en cualquier lugar que lo deseen, se van a
encontrar en Cuba con el problema de que fuera de La Habana no
tendrán oportunidad de usar la tarjeta, y que en la capital el
número de puntos de atención al cliente, cajeros, es muy limitado,
lo que obligará a muchos a dar más vueltas de las deseadas para
poder obtener el efectivo. Por otra parte, la banca electrónica en
la Isla es prácticamente inexistente y los terminales de punto de
venta para pago se encuentran fundamentalmente en el área del
turismo estatal, dejando fuera a los negocios de los pequeños
emprendedores que podrían beneficiarse de esta mayor flexibilidad en
los pagos por parte de sus clientes. Un paisaje desolador, que no
ofrece motivos para el optimismo, y al que habrá que prestar
atención en los próximos meses.
Comentarios
Publicar un comentario