Carta abierta a don Pau Solanilla y la "verdadera revolución" de Cuba
Elias Amor Bravo, economista
Me refiero en este post al artículo de Pau Solanilla, director general para Cuba en LLORENTE & CUENCA, titulado “Cuba comienza su verdadera revolución”, que ha sido publicado en varios medios de comunicación.
El autor parte de presupuestos que no
son acertados, y que pueden condicionar sus conclusiones. Ni la
victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales americanas,
ni tampoco el fallecimiento de Fidel Castro, y ni mucho menos, el
deterioro de la economía, son aspectos que pueden “hipotecar el
último trimestre del año de la isla en el nuevo rumbo que parecía
haber impulsado el presidente Raúl Castro”, porque la realidad se
empeña en mostrar, una y otra vez, que ese “nuevo rumbo” es
apenas inexistente. Más aún, algunas de las decisiones adoptadas en
ese “nuevo rumbo” del régimen castrista están provocando justo los
efectos contrarios a lo que se esperaba. Ganar tiempo a toda costa
sigue siendo la máxima de la dirigencia comunista de La Habana,
No es cierto, como dice el autor, que
la muerte del dictador “haya impulsado fuera de las fronteras de
Cuba, una avalancha de análisis sobre el futuro político”. Los
estudios, las posiciones y la estrategia existen desde hace muchas
décadas. El deseo de cambio democrático también, y por ello, la
represión totalitaria del régimen no hace otra cosa que aumentar y
evitar una posible apertura o incluso sobre el fin del régimen
actual que es lo que desea la mayoría de los cubanos. Tampoco es
cierto que “la estabilidad política a corto plazo del régimen
parece garantizada”. La realidad confirma que Cuba ha entrado en un
escenario nuevo en el que cualquier cosa puede ocurrir. La
estabilidad impuesta por el uso de la fuerza suele durar poco tiempo y es mala
consejera.
En el plano económico, sin ir más
lejos, lo que los cubanos están experimentando es un nuevo “período
especial” de consecuencias más leves, pero que presenta todos los
rasgos previos a un estallido social, conforme desaparecen las
gratuidades a cargo de un presupuesto estatal cada vez más menguado.
En un entorno como ese, ni habrán nuevas medidas para agilizar la
llegada de inversores extranjeros que dinamicen la economía, ni
tampoco habrá empresarios dispuestos a arriesgar su capital en
operaciones de alto riesgo.
Cierto es, como dice el autor, que el sector turístico “se ha convertido en la locomotora económica del país. Con la llegada de cuatro millones de turistas en 2016” pero concluir a partir de ahí que esto beneficia a la población es cuanto menos arriesgado. La torpe planificación central de la economía castrista es tan deficiente que la llegada masiva de turistas está provocando desabastecimiento de productos agrícolas y lo que es peor, aumento de sus precios. El turismo, lejos de beneficiar, perjudica los estrechos márgenes de vida de los cubanos.
No parece, por otra parte, como señala el autor, que la
estrategia de Trump hacia la dictadura castrista vaya a generar una
incertidumbre. El autor no comprende que el apoyo de la comunidad
cubano-americana de Florida va a suponer la definición de una nueva
política más equilibrada que la ofrecida gratuitamente por Obama, y
el régimen tendrá que ceder en aquello que no le gusta: libertades,
derechos humanos y democracia. En caso contrario, Trump actuará como
debe. Seguro.
Otro grave error es asumir que la
economía de Cuba presenta insuficiencia crónica y baja eficiencia
en la mayoría de sectores económicos, como el agroalimentario o el
industrial, como consecuencia “del bloqueo económico por parte de
los EEUU”. No es muy sensato atribuir responsabilidades a un
embargo o bloqueo que no impiden a Cuba comerciar y recibir
inversiones libremente de todos los países del mundo. La razón de
fondo, y en eso coincido con el autor, hay que buscarla, sobre todo,
en “métodos y formas de gestión que no están alineados con los
tiempos de hoy”, y que debieron desaparecer hace más de cuatro
décadas, pero ahí están y se resisten a desaparecer. El régimen castrista vive soñando con una autarquía imposible en la globalización.
Otro aspecto controvertido es la
posición sobre la captación de inversión extranjera por el régimen comunista. Abrirse al capital y a la experiencia de las
empresas extranjeras del sector, requiere una contraparte que el
régimen es incapaz de ofrecer. Respeto a los derechos de propiedad, acción de oro, capacidad de decisión libre sobre la contratación de trabajadores e insumos. Nada de eso es posible actualmente. Además el autor sabe que la inversión extranjera busca socios
que aporten su contribución económica a los proyectos. En ausencia estructural
de liquidez, el régimen debe conformarse con préstamos blandos o
subvenciones a fondo perdido que no palían la escasez de
financiación.
Finalmente, el 2017 será clave, pero no para el desarrollo futuro de Cuba, como señala el autor. Será un año en que los empresarios extranjeros deben revisar con gran prudencia sus estrategias, a la vista de un escenario de grave recesión como el anunciado por la Asamblea nacional en diciembre. Un año en que el agotamiento de los petrodólares de Venezuela no se podrá compensar con otras fuentes de financiación. Un año perdido, en que pueden aparecer protestas y estallidos sociales, como los “boteros” de La Habana, descontentos con la política de precios tasados. Ni aparecerán oportunidades de negocio, ni las continuas revisiones de la famosa “cartera de proyectos” servirán de nada. La economía del país continuará despeñándose con un abultado déficit público y del comercio de mercancías, que pondrá en graves aprietos la repatriación de beneficios a las casas matrices con mayor control de pagos por el Banco central. Más de lo mismo. Pocas opciones al optimismo.
Comentarios
Publicar un comentario