El problema del agua en la economía castrista

Elías Amor Bravo, economista

En la Cuba castrista, los apagones formaron parte de la realidad diaria para muchas familias que tuvieron que resignarse a un pésimo servicio interrumpido sin explicaciones, racionado y limitado. Pero, al igual que la energía eléctrica, son muchos los cubanos que han tenido que sobrevivir a la falta de agua. Increíble, pero cierto. No se recuerda en épocas anteriores a 1959 denuncias en la población por la escasez de agua o de electricidad. Habrá que concluir que éstos, como otros muchos problemas, son consecuencia de la llamada “revolución”.

Lo curioso es cómo la oficialidad castrista, a través de su diario Granma, aborda estas cuestiones que, sin lugar a duda, crean un lógico malestar en amplias capas de la población, harta de padecer cortes de luz y cada vez en mayor medida, de agua.

Un artículo reciente en Granma culpa principalmente a “la sequía prolongada durante los últimos dos años y medio” de la falta de agua que padecen, de forma directa, “más de 783.000 habitantes de manera parcial y por encima de 54.000 de forma total”. Sin duda, alarmante.

Esta situación ha llevado a que oficios como el de “aguatero”, una modalidad de carretillero, se hayan vuelto a recuperar en la hastiada realidad castrista. Un ejemplo de cómo la iniciativa privada sabe atender las necesidades que en todo momento surgen en la sociedad, y de la extraordinaria ventaja que representa con relación a una economía estatal e intervenida, como la castrista.

El problema de la falta de agua no es solo consecuencia de la sequía. El artículo de Granma lo dice de forma explícita, “no resta mucho tiempo para abundar en las causas, ni en la complejidad de una situación de escasez, que se va dilatando en el tiempo y no solo dificulta la vida de las personas, sino el desarrollo económico del país”.

Una causa parece estar en el carácter insular y las limitaciones de agua dulce. No parece que sea un problema. Otras islas de la misma zona geográfica no padecen esta situación, tal vez porque hayan hecho otras cosas para evitarlo.

En la Cuba castrista, donde los planes estatales forman parte de la vida cotidiana, resulta extraño y sorprendente que no sea hasta finales del 2012 que se aprobó una política nacional del agua, para realizar un uso eficiente del recurso. Este Plan, inexistente en los 53 años anteriores del régimen castrista (parece que no tuvieron tiempo para elaborarlo) fijaba como prioridades “el cuidado de la infraestructura hidráulica, la eliminación de vertimientos residuales que ponen en riesgo la sanidad de fuentes de abasto y la calidad de las aguas, así como el enfrentamiento a eventos extremos de clima asociados a inundaciones y sequía severa”. Bueno, ahí están los resultados 4 años después. Los cubanos haciendo cola ante los aguateros para llenar cubos.

Pensar que el cambio climático está detrás de esta situación, no deja de causar una sonrisa. Cambio climático, embargo y bloqueo sirven para culpar a otros de los errores y la inacción de quién es responsable de dirigir una sociedad en beneficio de sus habitantes. Perder el tiempo en este tipo de discusiones, llega a aburrir. La realidad es que si todos los centros de meteorología dicen que cada vez va a llover menos, lo que se tiene que hacer es ponerse a trabajar para dar soluciones al problema.

Recrearse con el análisis de los datos, es poco gratificante, dada la gravedad del problema. Decrecen las reservas por debajo del 50% de la capacidad de embalse. Algo habrá que hacer, y cuanto antes.
Cierto que el artículo de Granma pone el dedo en la llaga. El deterioro de la infraestructura hidráulica por la falta de inversiones en infraestructura. De ese modo, el volumen anual de pérdidas por este concepto está calculado en los 784 millones de metros cúbicos, lo que representa el 45% del total bombeado. Como se indica en Granma “en torno a esta cuestión, en la actualidad en Cuba se brinda el servicio de abasto a la población a través de un sistema de conductoras y redes que data de más de 50 años de explotación, sin un adecuado mantenimiento; una infraestructura insuficiente ya, no solo desde el punto de vista del estado técnico, sino de su capacidad para cubrir una población cuatro veces mayor”. Falta de reparaciones, mantenimiento, ausencia de controles, tarifas diferenciadas configuran un escenario poco gratificante para que el consumo de agua se racionalice.

No creo que el sobreconsumo sea culpable de nada, sino más bien el “derroche de agua”, en las conductoras, redes de acueducto y redes intradomiciliarias. Lo dicen de forma explícita en Granma “es difícil ahorrar porque aunque lo hagas en tu casa, cuando sales a la calle te encuentras el salidero en la esquina, en el baño del hospital o en la escuela, y también en las empresas estatales”.

En suma, el problema según Granma está en que “se desperdicia mucha agua, hay mucha dejadez y falta de voluntad para realizar reparaciones pequeñas que no llevan demasiados recursos. Eso sucede también porque no se regula el consumo ni en el sector particular, ni el estatal".

Y entonces, alguien se da cuenta de que el agua tiene que tener un precio por llevarla a los hogares, y que la gratuidad o sus tarifas muy bajas de décadas puede que estén en el origen de todos los problemas. Granma dice que “la empresa de Acueducto de La Habana, hace varios años, están imbuidas en un amplio plan de metraje para medir el consumo de agua, con el cual se transitará de la facturación estimada que se hace hoy, al pago por consumo real”. La pregunta es, ¿nadie se había percatado de la importancia que tiene esta cuestión? Regalar el agua puede dar lugar a una demanda que termine siendo muy superior a la oferta. Si a ello se añade que la población actual supera ampliamente a la que existía hace 50 años cuando se crearon las infraestructuras, el desajuste no puede ser mayor.

Otros, por el contrario, piensan que la solución pueden ser las plantas desalinizadoras, con sus notables costes económicos e impactos medioambientales conocidos.

Incluso, algunos creen que se tiene que intentar reducir los contaminantes, eliminando vertidos residuales que afectan a las fuentes de suministro, al tiempo que se reducen las pérdidas derivadas de la rehabilitación.
La cuestión que se tiene que plantear es cómo, un país en el que no se escatiman recursos para una represión política abierta contra los disidentes y nada escapa al control del gobierno, puede haber llegado a una situación como ésta. Emprender en los últimos años la rehabilitación de redes y conductoras, es una tarea que sirve para ejemplificar esa desatención del régimen castrista hacia las infraestructuras que se visualiza a través del estado de destrucción que presenta el patrimonio nacional. No parece que el problema del agua se vaya a resolver por esta vía. Sin agua, la población tendrá que acudir a los aguateros con las molestias que ello supone, algunas cosechas agrícolas se pueden perder y lo que es peor, el turismo no disfrutar de sus vacaciones. Hay que ponerse a trabajar cuanto antes. Volveremos sobre ello.




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