¿Producir aluminio o perder el tiempo?
Elías Amor Bravo, economista
Siguiendo con el análisis de los distintos
sectores y actividades productivas de la economía castrista, que
hace Granma en sus páginas, hoy toca la producción de aluminio. En
concreto, la carpintería de aluminio de la que se obtienen “paños
fijos, puertas y ventanas, con una gran variedad de estilos y
tamaños”.
¿Cuál es el problema? Básicamente que Cuba no
produce la materia prima. Toda se debe importar. No pasa nada. Los
países no tienen por qué ser capaces de producir de todo y
abastecerse con sus propios recursos. Desde el siglo XVIII, los
economistas neoclásicos mostraron que la especialización
internacional en aquello en lo que se tiene experiencia y capacidades
permite obtener frutos positivos del comercio e intercambio con otros
países. En Cuba, la producción de carpintería de aluminio se
convierte en una “batalla más del régimen”, en esa épica
seudobelicista que tanto gusta describir a los corifeos que se
dedican a narrar este tipo de cosas.
Y para empezar, como casi todo lo que se hace en
la economía castrista, nos encontramos con que una empresa estatal,
claro que si, la empresa de producciones de aluminio (Proalum) es la
que según Granma “desempeña un rol determinante al ser la
principal entidad que se encarga de las actividades de extrusión,
laminación, lacado, procesamiento del vidrio y otras elaboraciones,
de cara especialmente a un mercado nacional, como los programas de la
construcción y dependencias ministeriales”.
Una vez más, el estado castrista fabricando todo
tipo de bienes y servicios, sin dejar espacio a la iniciativa privada
empresarial. La misma que fue expulsada del sistema económico con
las leyes confiscatorias de los primeros años de la revolución y
que nunca ha vuelto a salir del agujero. La misma que antes de 1959
suministraba a Cuba todo tipo de bienes y servicios,
independientemente de que se produjeran en la isla o no.
El castrismo se empeñó, y al parecer sigue en
ello, en construir un relato épico para justificar la ineficiencia
de una economía controlada e intervenida por el estado, que ya no
puede más. Demasiados ejercicios de planificación fallidos, el de
2017 que establece 198.000 metros cuadrados de carpintería de
aluminio para Proalum, también fracasará. Y con ello, los cubanos,
una vez más, se encuentran sometidos a escasez, racionamiento,
imposibilidad de elegir y en definitiva, tener que convivir con un
sector de vivienda y habitacional destruido, que muestra una notable
incapacidad para mejorar sus condiciones. Eso si, la culpa es del
embargo. Seguro.
La fabricación de aluminio castrista, como otras
actividades del estado, es un batiburrillo de indefinición que lo
mismo reexporta chatarra que fabrica ventanas de acero galvanizado,
eso si, de baja calidad, reconocido por los gestores de la empresa
estatal, lo que incide en el producto final que tiene un mercado
limitado. No es extraño que, en estas condiciones, los inversores
hoteleros tengan que llevar a Cuba todo lo que ofrecen a sus clientes
en los hoteles. Así, la política turística del régimen, sirve muy
poco para estimular la economía.
La solución a este problema del aluminio, como en
otros tantos casos, es dejar que sean los empresarios privados
cubanos los que tomen las riendas de este sector. Ya sabemos, por
experiencia que este Grupo Empresarial de la Industria
Sidero-Mecánica, del que depende la empresa estatal, es un fracaso,
y que lo mejor que se puede hacer es avanzar hacia su privatización.
Por ejemplo, incluyéndolo en la cartera de proyectos de la inversión
extranjera, pero mucho me temo que ha quedado fuera también.
El empeño de la dirigencia económica castrista
de sustituir el 100% de las importaciones que se realizan en Cuba,
entre otras, los perfiles de aluminio, es una vía autárquica que
carece de sentido y de rigor económico en nuestro tiempo. La
realidad es que para poder importar más, hay que exportar y colocar
en los mercados mundiales productos y servicios cubanos que tengan
demanda. Recurrir a la autarquía es un suicidio en las condiciones
actuales de la globalización.
Si de verdad se quiere que Proalum entre en un
mercado de altas prestaciones, con mayores exigencias a nivel técnico
y de calidad, pónganla en venta. Privaticen. Trasladen la gestión
de la industria a empresarios privados cubanos. Ellos se encargarán
del resto. Desde satisfacer las necesidades angustiosas de la
población a exportar a los mercados extranjeros, con buenos precios,
los excedentes.
Mientras tanto, el régimen se puede entretener en
los mismo de siempre: “buscar las inversiones futuras, los planes
de financiamiento y capacidades para producir elementos y accesorios
de aluminio”. Pierden el tiempo. Si de verdad quieren producir
aluminio de calidad, la receta es única: empresa privada y
satisfacer las necesidades del mercado. No hay otra. No pierdan más
tiempo.
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