De la “fortaleza de los libros” al desastre de la industria editorial
Elías Amor Bravo, economista
Acaba de cerrar sus puertas la 26 Feria Internacional del Libro de La Habana, un instrumento de propaganda del régimen castrista, que ha servido para divulgar numerosos datos e informaciones en los últimos días, y como suele ocurrir casi siempre, esconder la dura realidad.
El término “fortaleza de los libros” no es mío. Parece ser que allá por 2002, Fidel Castro lo acuñó, durante la inauguración de la XI Feria Internacional del Libro de La Habana de ese año. Lo cierto es que comparar “los vericuetos de la antigua fortificación colonial española, llena de viejos cañones” con el contenido y el valor de los libros, no deja de ser una “majadería” más de quién se ha pasado toda su vida en ello.
Lo cierto es que la Feria de 2017 ha cerrado con un balance destacado: según Granma, más de 1.100 acciones literarias –entre ellas unas 900 presentaciones de títulos, 28 paneles y 106 espacios de lecturas de poesía. Sin embargo, la realidad del sector del libro en Cuba deja mucho que desear. Los datos de la Oficina Nacional de Estadística relativos al número de títulos publicados en la isla desde 2010 son muy negativos. En concreto, en aquel año se publicaron 1.622 títulos de libros, una cifra que pasó a 1.819 un año después.
Pero desde entonces, la producción de libros cayó de forma espectacular hasta las 1.495 unidades de 2015, último dato disponible. Esto significa que en los cinco años transcurridos desde 2011, el número de títulos de libros publicados en Cuba ha descendido un 21,6%. Resultado que pone de manifiesto la debilidad de este sector y la compleja situación en que se encuentra en medio de la grave crisis de la economía castrista. En el mismo período 2011 a 2015, según la Oficina de Estadística, la producción total de libros en Cuba ha pasado de 17.401.000 ejemplares a 15.284.000 después de haber registrado una cifra inferior en 2014, 13.222.900. Tanto en un caso como en otro, estamos hablando de un descenso del 24% en estos últimos años. Los datos son oficiales y se encuentran disponibles para quién los quiera consultar.
¿Quién responde de este balance ciertamente negativo de un sector “prioritario” para la llamada revolución? ¿Tal vez Abel Prieto, ministro de Cultura, o quizás Juan Rodríguez Cabrera, presidente del Instituto Cubano del Libro? Alguno de ellos tiene que ver, ya que el libro en Cuba, por desgracia, sigue siendo una actividad del sector presupuestado, y no se admite la producción privada y libre de títulos, que se tiene que hacer por los cubanos en el exterior. Pero explicaciones, ninguna. Para la Feria, lo importante son los datos de propaganda: la asistencia de 415.599 visitantes, superior en 25.000 a la edición anterior, 536 representantes de 46 países, con 232 expositores, 173 escritores, 48 editores, ocho artistas y 75 funcionarios. Asombroso. Pero la producción de títulos de libros, cayendo en cinco años un 24%. La “fortaleza” de Fidel Castro en papel mojado. De eso, sí que podemos recordarlo, ejemplificando un fracaso más, de los muchos conseguidos durante su larga vida.
Lo cierto es que ante la parálisis burocrática del sector editorial castrista, en el exterior, los cubanos han podido continuar su obra literaria sin cortapisas ideológicas, ni empujones, ni envidias. Los autores cubanos publican y cosechan resultados magníficos en los países europeos y en Estados Unidos. Sus obras se trasladan a las series de televisión y las películas de éxito. Sus libros se reeditan en varias ocasiones. Nos encontramos una vez más ante la dicotomía de una Cuba que se hunde en sus propios fracasos ideológicosa y políticos y otra, universal, que no hace más que crecer y consolidar su atractivo e imagen internacional. La Feria del libro es un buen ejemplo de ello. El sector del libro, también.
En ese empeño por tratar de distorsionar una realidad histórica inexistente, el libro cubano dinámico y próspero antes de 1959, se encontró, de la noche a la mañana, convertido en un arma de propaganda del nuevo régimen, y sus resultados son palmarios. Una feria que resalta como uno de los ejemplares más destacados un llamado «Diccionario…» en el cual se registran ahora más de 920 conceptos y 3020 pensamientos del Comandante en Jefe, o del libro «Un niño llamado Fidel Alejandro», está diciendo muy claramente donde están los límites de la ideología y la racionalidad.
Recuperar el sector no será posible con el escenario de reducción de gastos que tiene que afrontar el régimen por la falta de financiación internacional y la economía en recesión. Menos títulos se publicarán y los que vean la luz no se podrán apartar de esa línea oficial que parece haber descubierto en Fidel Castro una mina por explotar. Ya se verá. El mercado compra cualquier cosa que satisfaga sus necesidades, pero creo que están equivocados y que el tiempo no pasa en balde.
Si en vez de tanto homenaje a Fidel, el sector del libro cubano reencontrase su camino en la economía mundial, nos podríamos encontrar con un escenario bien distinto en el que tal vez con menos homenajes a comandantes en jefe, la demanda de títulos haría crecer al sector de producción editorial de la economía. Ya lo está haciendo a nivel internacional.
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