Algunas pistas de por qué la economía castrista funciona mal
Elías Amor Bravo, economista
La
economía castrista es distinta a la del resto de América Latina, y
del mundo. Una serie de indicadores ofrecen a simple vista las
diferencias, a la vez que explican por qué la economía que fue
creada por el proceso revolucionario de los Castro, funciona de forma
tan deficiente.
En
el Cuadro 1 se ofrecen datos comparativos obtenidos en el Estudio
económico más reciente de CEPAL referidos al año 2015. La primera
columna se refiere a Cuba, la segunda a América Latina y el Caribe,
la tercera mide las diferencias.
Los
indicadores utilizados se presentan en las filas.
Cuadro 1.- Comparación Cuba y América Latina y Caribe
Veamos
el primero.
Los
ingresos totales del gobierno en porcentaje sobre el PIB. En Cuba
alcanzan casi la mitad del PIB, el 41,2%. La detracción de recursos
generados por los factores productivos que realiza el gobierno de la
economía es debida a su propiedad mayoritaria de los medios de
producción, y el escaso margen existente para que la iniciativa
privada pueda generar recursos, empleo y prosperidad.
Desde
1959, los comunistas cubanos decidieron planificar e intervenir las
fuerzas del mercado, sometiéndolas a control absoluto, cerrando
cualquier espacio a los derechos de propiedad privada. Por el
contrario, en América Latina y Caribe apenas alcanza este porcentaje
un 21,3%, casi la mitad de lo que absorbe del PIB el ineficiente
estado comunista en la economía cubana.
El
mero contraste de este indicador pone de manifiesto en qué dirección
y sentido deben ir las reformas liberalizadoras en la economía
cubana y un buen indicador de hasta dónde deben llegar. Un 21,3% de
PIB puede asegurar un sector privado fuerte, eficiente, competitivo,
creador de renta y riqueza. Es fácil conseguir este objetivo, el
estado castrista debe reducir su peso, por ejemplo, en forma de
mayores salarios a los trabajadores, sin merma de reducción de
competitividad de la economía. Al poner más recursos a disposición
de las personas y las familias, el poder adquisitivo libre será
mayor y las empresas, liberalizadas, podrán igualmente producir más.
Con
los ingresos de seguridad social ocurre otro tanto, pero en este
caso, más grave aún. En la economía castrista se detrae en este
concepto el 5,3% del PIB, mientras que en América Latina y Caribe un
porcentaje inferior, 2,3%. ¿Significa ello que las pensiones medias
que se cobran en Cuba son superiores a las del resto de países? En
absoluto. La pensión media en Cuba apenas supera los 15 dólares
mensuales, una de las más bajas del mundo, obligando a muchos
jubilados a buscar empleos con los que compensar la pérdida de
ingresos. La amenaza de un envejecimiento creciente de la población
cubana acaba complicando más aún este indicador. El futuro de las
pensiones en Cuba es ciertamente un problema complejo al que nadie
está prestando la atención debida.
Las
dos siguientes columnas muestran además por qué los cubanos viven
peor que en el resto de países de América Latina y Caribe, y cuál
es uno de los motivos. Resulta que el mayor peso de la fiscalidad
estatal recae sobre los impuestos indirectos, que llegan a
representar el 21,5% del PIB, casi 10 puntos porcentuales más que en
el resto de países, donde este indicador se queda en el 11,9%.
Conocido es que los impuestos indirectos son los más injustos,
porque se pagan por todos con independencia del nivel de renta, y
además, al recaer sobre el precio final, suponen un encarecimiento
adicional de los bienes y servicios por el afán recaudatorio del
estado.
Obsérvese
que el peso de los impuestos directos en Cuba sobre el PIB 11,8% es
igualmente superior al de los países de América Latina y Caribe,
con solo un 6,8%, y 5,1 puntos porcentuales de distancia. Por lo
tanto, la presión fiscal directa en Cuba también es mayor que el
resto de países. Sólo así, con impuestos más elevados, se puede
recaudar más y asfixiar a la economía privada, frenando sus
capacidades y potencialidades. Cualquier reforma de la economía pasa
por rebajar ese peso de la fiscalidad y dejar más recursos en manos
de las familias y las empresas para que puedan elegir con libertad.
Por
último, los conceptos de gasto que se citan vuelven a poner de
manifiesto dónde están otros problemas estructurales de la economía
castrista. El gasto corriente, un 31,7% del PIB supera de forma
aplastante al gasto en inversión o de capital, 4,1%, lo que indica
cuál es la preferencia del gobierno en partidas de consumo
directamente asociadas con servicios que se suministran a la
población. Servicios que, a diferencia de lo que dice el régimen,
no son gratuitos. Se trata de servicios que se pagan y bien pagados
por los cubanos que posteriormente entrega el estado, pero que están sometidos a una presión fiscal muy
superior a la del resto de los países de América Latina y Caribe.
Los cubanos tienen 11 puntos de reducción de gasto público para
poder mejorar sus opciones de elección sin intervención estatal.
Hay camino por delante.
Precisamente,
se destina a inversiones en América Latina y Caribe un 4,5%, un
porcentaje que siendo equivalente al de Cuba en términos absolutos,
4,1%, necesita ser normalizado para tener en cuenta las distintas
estructuras de gasto. Si se realiza esta sencilla transformación, el
gasto de capital en América Latina y Caribe sube al 17,4% del PIB en
tanto que el de Cuba se queda en algo menos del 10%, con una
distancia que explica el atraso, envejecimiento y destrucción de las
infraestructuras de la nación, una tarea en la que el estado
despilfarrador en gasto corriente, no se muestra especialmente
interesado.
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