El turismo como prioridad para el desarrollo del país

Elías Amor Bravo, economista

Que el turismo debe ser una prioridad para la economía cubana, no cabe la menor duda. Que las autoridades comunistas lo estén haciendo bien, es otra bien distinta. No me extraña que Díaz-Canel fije “la prioridad del turismo para el desarrollo del país, al haberse convertido en una de las actividades que más ingresos genera a la economía de la Isla”, pero la cuestión no es sólo fijar prioridades, sino ejecutar las acciones y lograr los objetivos. Como sabe cualquier guajiro cubano, una cosa es el dicho, y otra bien distinta, el hecho. Entre ambos, el trecho puede ser insufrible.
Veamos por qué.

Para Díaz-Canel el turismo en Cuba se plantea como un éxito en términos del crecimiento absoluto de la oferta. De hecho, como recoge la nota de Granma que reseña la información de la llamada “comisión gubernamental de estímulo y aseguramiento al turismo que, dirigida por el titular del sector, Manuel Marrero Cruz”, calificó de “impresionante” el crecimiento registrado desde la década de los años 90. Entonces, en pleno “período especial”, algún dirigente comunista se acordó de las potencialidades de Cuba como destino turístico y ante la falta de divisas y solvencia exterior, empezaron a aceptar, no sin cierta resignación, la llegada de turistas internacionales al país. Una actividad que, tras el triunfo de la llamada “revolución” en 1959, simplemente había sido proscrita, por considerarla propia de burgueses y ricos, los enemigos del nuevo régimen que se instauraba en Cuba.

Y en efecto, los datos sostienen las declaraciones de Díaz-Canel ya que de las 18.000 habitaciones que existían en la oferta turística de toda Cuba, se ha pasado, según datos de la Oficina Nacional de Estadística de Información, a un total de 67.000 a finales de 2016. Y ello, posiblemente, sin recoger la oferta de los privados que alquilan habitaciones a través de redes sociales y plataformas que se han empezado a abrir camino en la isla.

El análisis de los dirigentes castristas era matemático. Para convertir el turismo en locomotora de la economía cubana, había que construir habitaciones hoteleras. Lo que ocurre es que el determinismo marxista que tanto daño ha hecho a los países que abrazaron ese sistema, entre ellos Cuba, rara vez suele dar los resultados previstos. Y en Cuba, para no ser distinto, el turismo sigue sin ser motor, ni locomotora, ni nada que se le parezca. Y ello, reconocido por el propio Díaz-Canel.
En defensa del producto turístico cubano Díaz Canel habla como puntos fuertes “del confort de sus hoteles, la belleza de sus playas y paisajes, la seguridad ciudadana”, pero al mismo tiempo, detecta como una debilidad “que todavía se importan muchos productos que pudieran producirse en el país, lo cual encarece la actividad”. Y por ello, propone, “desarrollar aún más la agricultura, las fuentes de energía renovable y las nuevas tecnologías”. En definitiva, lo que señaló como la “llamada industria sin chimeneas”.

Y como corolario, Díaz-Canel plantea como retos para el sector “asegurar la atención al creciente arribo de visitantes, elevar la calidad del producto turístico cubano, sustituir importaciones”.
El desarrollo del turismo exige tener en consideración todos esos factores. Pero también muchos más que ni siquiera se mencionan en la agenda comunista de Díaz-Canel. Sin embargo, tan solo tiene que pedir a sus asesores que hagan una somera descripción de las experiencias exitosas en el mundo en relación con el turismo, y no tendrá problema en reconocer que su “dicho, está muy lejos del hecho”. Además, tengo la impresión, ciertamente pesimista, que no quieren recorrer el “trecho” que es necesario para alcanzar el éxito. Vamos por partes.

Primero, el turismo es una actividad privada. En ningún país del mundo el estado es dueño de establecimientos hoteleros, salvo que, por alguna razón concreta (patrimonio, cultura, rehabilitaciones históricas, etc) se justifique. E incluso, en estos casos, no hay duda que resulta más adecuada la explotación y gestión privada de la oferta turística, en su totalidad.

Al ser una actividad privada, la oferta turística tiene que se diseñada y atendida por los particulares. Para ello, se necesita un marco jurídico que respete los derechos de propiedad privada y que no ponga obstáculos, salvo los urbanísticos y legales correspondientes, al desarrollo de la oferta. Los propietarios de la oferta turística reaccionan con más velocidad a los gustos de los consumidores, conocen mucho mejor sus necesidades, tienen más capacidad para adaptar los insumos a las necesidades de sus negocios y, cuando se obtiene rentabilidad, hacerlos crecer de dimensión o incrementar su base operativa. Nada nuevo, cuando se examina lo ocurrido en otros países.

Segundo, el turismo requiere formación y cualificación. ¿Alguien me puede decir, dentro de ese “logro de la revolución” que es la educación en Cuba, dónde, en qué universidad o centro de formación, se puede aprender gastronomía de alta calidad y ser un chef profesional, dónde se puede estudiar para trabajar de camarero o maitre, sumilier, coctelería, recepcionista de hotel, camarera de pisos, en fin, las distintas ocupaciones relacionadas con la hostelería. No sólo deben ser creados estos centros formativos cuanto antes, sino que se tiene que promover la enseñanza de idiomas extranjeros, la dirección y gestión de todo tipo de establecimientos, animadores artísticos. Dado el atraso que existe en el país en estas materias, las empresas deben tener asegurado contar con fondos para la formación de sus empleados.

Tercero, el turismo requiere promoción inteligente. Cuba compite con destinos turísticos solventes y de gran nivel, en una de las zonas del planeta que mayor atractivo tienen para los segmentos de mercado más potentes. La experiencia de sus competidores es superior, e igualmente sus acciones de marketing en los mercados de origen, lo que garantiza una corriente creciente de viajeros, incluso cuando la situación económica se complica, como ocurrió a partir de 2008. La promoción turística de Cuba, controlada, dirigida y realizada por el estado, no acierta en la definición de los públicos objetivos, básicamente porque no se respalda, de forma adecuada, en aquello que tiene Cuba que ofrecer al mundo y que son ventajas competitivas. Toda la demanda exterior se canaliza a través de paquetes de estancias en la isla diseñados por los tour operadores internacionales, y los turistas que pretenden viajar con libertad a la isla se encuentran con una escasez de información que impide realizar su experiencia de acuerdo a un presupuesto inferior.

Cuarto, como consecuencia del olvido secular desde 1959, Cuba ha llegado tarde al turismo mundial. Además, su irrupción ha tenido que ver con enunciados oficiales de sector locomotora del desarrollo del país, que el turista cuando llega a la isla no consigue identificar. Me refiero al estado y abandono de las infraestructuras del país, carreteras, medios de comunicación, servicios en general. El turista que desea experimentar la realidad de Cuba, al llegar a la isla, se encuentra frente a un panorama de devastación social que acaba creando una ansiedad que no se corresponde con lo que una estancia placentera significa. Al año siguiente, no repite. De este tipo de cosas hay que tomar buena nota.

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