En torno a la "funcionalidad" del modelo cubano
Elías Amor Bravo, economista
Se preguntan en Granma para quiénes no es
"funcional" el modelo de Cuba?
La respuesta es más que evidente: para los
cubanos. Ellos, y solo ellos, son las víctimas de un modelo de planificación
central y ausencia de derechos de propiedad privada que está en el
origen de los problemas pasados, presentes y futuros de la economía.
Esta idea, por mucho que sea conocida, es importante destacarla una y
otra vez, porque el régimen quiere mantener el modelo sin cambios,
aun cuando sabe que es inviable. Por mucho que se esfuercen en defender sus
débiles posiciones, la única alternativa es despojarse de este
traje de fuerza de los tiempos de la “guerra fría” y facilitar
la apertura de la economía cubana a la modernización, la
globalización, la competitividad y la productividad.
Esta obstinación y cabezonería de los
gobernantes del régimen es la principal preocupación que existe sobre el modelo
socialista/comunista cubano, a la que alude Granma y pone en boca del
secretario de defensa de Estados Unidos, James Mattis, que dijo al
respecto lo que todo el mundo sabe: “el modelo de Cuba no funciona
ni para Cuba ni para nadie”.
Al parecer estas declaraciones de Mattis han llevado a publicar un airado artículo en Granma al que nos referimos en este post. El régimen que dirige el destino de millones de
cubanos debería reconocer que el modelo es inservible, que está
agotado y no puede dar más de sí. Además, ya no existen países en
el mundo dispuestos a sacrificarse por los ideales de Marx, Lenin,
Stalin o Castro. Lo que no sirve, se tira y se reemplaza por aquello
que, a pesar de sus problemas, acaba siendo mejor. Los vietnamitas,
por ejemplo, con el Doi Moi supieron quitarse de encima el pesado
lastre del comunismo, y por el contrario, Venezuela, que apuesta por este
modelo, se encuentra ante una grave crisis que hará estallar su
aparato productivo y lo que es peor, el conjunto de la sociedad.
Porque no cabe la menor duda: democracia y
libertad económica van juntas de la mano. Y allí donde las
instituciones han sido capaces de dar solidez a este binomio es donde
se han alcanzado las cotas más elevadas de prosperidad y bienestar.
Muchos cubanos que han podido abandonar la isla y viajar por el mundo
han sido testigos de esta realidad, pero otros muchos que permanecen
atrapados dentro de las entrañas del régimen acaban perdiendo toda
esperanza y se desentienden del llamado a participar en el proceso de cambio, al que toda
sociedad tiene derecho. Claro, después alguien en el diario oficial comunista Granma descalifica
esa legítima aspiración de cambio, y la califica de algo así como “diseño
imperial”. Después, como no resulta posible cuestionar esa afirmación en
los medios estatales, pues nada, ahí queda el mensaje de propaganda
y manipulación. Y así van 60 años.
Lo más curioso de todo es que Granma arremete
contra Mattis por sus declaraciones, pero en el fondo sabe que tiene
razón.
Sólo así se puede comprender el significado de
este párrafo que debió escapar del control del censor de turno del
partido comunista. Y cito textualmente, “De este lado sabemos bien que
nuestro modelo es imperfecto, por eso lo estamos repensando, para
perfeccionarlo, para seguir construyéndolo entre todos y en pos del
bienestar de todos, pero eso –y hace ya mucho tiempo lo aprendimos–
corresponde solo a los cubanos decidirlo y ser los protagonistas de
ese proceso, tal como lo estamos haciendo”.
Es curioso este planteamiento. La imperfección del modelo, que arranca de los atropellos confiscatorios de la llamada "revolución" a partir de 1959, es un asunto que nunca
estuvo en las miles de horas de discursos de Fidel Castro, a lo largo
de su existencia. Es un argumento que tal vez puso de moda Raúl Castro a
partir de 2006 cuando se hizo cargo de la pesada herencia de su
hermano, pero que no se sabe bien en qué punto se encuentra, ni qué
soluciones se plantean a los retos, ni mucho menos, reconocer que
hace falta despojarse de lo viejo y apostar por lo que realmente
funciona.
Granma sale al paso y señala que “el nuestro, en
alusión al modelo, tendrá siempre al ser humano y a su dignidad
plena, como centro. ¿Entenderán eso alguna vez los que tanto “se
preocupan” por la funcionalidad de nuestro modelo?” Este es un
enunciado muy sonoro, pero igualmente carente de referencias en la
realidad cubana. Porque, cabe preguntarse en qué medida el modelo "funcional"
que defiende Granma tiene al ser humano como centro cuando le impide
realizar algo tan simple como la libre elección, ser propietario de los medios
de producción, coarta sus decisiones de consumo y ahorro, le impide crear empresas privadas y negocios de manera libre, le obliga
a consumir bienes y servicios de pésima calidad entregados de manera
racionada por un gobierno ineficiente e incapaz de garantizar
seguridad alimentaria, le hace creer las bondades de la educación y
sanidad gratuitas escondiendo que esto existe en numerosos países del
mundo con economía de mercado libre y que tales servicios se pagan a
costa de unos bajos salarios sin apenas capacidad adquisitiva. En
suma, si este es el modelo "funcional" centrado en el ser humano, que venga
alguien y lo justifique.
Hay que dar la razón a Mattis. La "funcionalidad"
del modelo económico cubano simplemente no existe, y de nada vale
atizar el argumento del embargo o del bloqueo, cuando Cuba comercia y
recibe inversiones del resto del mundo y además, se vanagloria de
ello y lo hace saber de forma continua. La "funcionalidad" de un modelo económico y su capacidad para dar respuesta a las necesidades de las personas y lograr que sus sueños y proyectos vitales se puedan alcanzar, va por otro sitio y las autoridades del régimen son conscientes de
ello. Quizás por ello lanzan balones fuera cuando se plantea la cuestión y
acaban hablando de la “retórica imperial”, el bloqueo, o el discurso de la
gratuidad de educación y sanidad. El problema es que a estas
alturas, ya no sirve lo de ganar tiempo a cualquier coste.
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