¿Y qué hacemos con los cubanos que no les gusta el pollo?
Elías Amor Bravo, economista
Un artículo en Granma
hace referencia a lo que denominan adopción por el Ministerio del Comercio
Interior Mincin, de “una serie de medidas de regulación comercial, a implementar
paulatinamente durante el mes de mayo, con el objetivo de lograr una equidad en
la distribución de algunos productos”.
Bien. Yo no sé si
estos artículos los escriben personas que carecen de los más elementales
conocimientos de cómo funciona una economía, o lo que puede ser incluso peor,
que ese desconocimiento se localice en las autoridades de este importante
ministerio. Cualquiera que sea el punto en cuestión, me parece un despropósito
lo que quieren hacer y ya les aviso, con este tipo de medidas “justas” lo que
van a conseguir es lo mismo que siempre, que las cosas empeoren.
Vamos a explicar por
qué. No existe peor instrumento para la distribución comercial que el control,
el racionamiento y las medidas de equidad de los planificadores de la economía. El control es el racionamiento, y
esta situación es lo que impide a los consumidores elegir libremente lo que
quieren para satisfacer sus necesidades. En la medida que el estado interfiere
en ese proceso natural, las cosas empeoran. Por ejemplo, si de verdad el Mincin
quiere acabar con “el acaparamiento de ciertos productos en establecimientos
del comercio”, como dice la ministra, Betsy Díaz, precisamente hay que evitar
el control y el racionamiento, porque dichas prácticas son las que obligan a
acaparar. La gente teme quedarse sin nada, por culpa del control del gobierno,
y procede a acumular para evitar carestías. Lo que hay que hacer es liberalizar
y permitir que demanda y oferta jueguen libremente en los mercados. Las cosas
irán mucho mejor.
Los comunistas creen
que se puede “lograr una distribución justa y social”, por medio de la
intervención estatal en la economía, pero esto es falso, y me remito a las pruebas de 60 años
de fracasos en la gestión de la economía. Cuando se frena la oferta, cuando se
controlan los productos, cuando se impide a los productores minimizar sus
costes o aprovisionarse normalmente de los insumos que necesitan para producir,
se están introduciendo desajustes en el funcionamiento de la economía, que
impiden alcanzar la asignación eficiente de recursos. El régimen
comunista de Cuba nunca ha querido, a lo largo de su historia, favorecer este
proceso natural para tener sometida a la población por medio del pertinaz
instrumento conocido como la libreta de abastecimiento, cuya composición es
insatisfactoria e impide a los cubanos satisfacer plenamente sus necesidades.
Y en vez de liberar
más y más productos, y flexibilizar las condiciones de la oferta para que se puedan intercambiar libremente en los mercados la oferta y demanda, el Mincin va justo en la dirección contraria incorporando más
y más productos a la fracasada canasta normada, como la salchicha, el chícharo,
el arroz, los frijoles y el huevo. Más penurias para los cubanos.
Lo que tienen que
conseguir las autoridades comunistas es que exista una estabilidad en la oferta de los productos,
que las empresas no tengan las dificultades creadas por el régimen para producir
de forma continuada y competitiva. En definitiva, eliminar la compleja red de
subsidios y ayudas que reciben las precarias empresas estatales deficitarias
para mantener sus capacidades de producción, para que tengan que esforzarse en
ser competitivas y mejorar su productividad.
Ni es justo que los
cubanos vean cada vez más limitadas sus posibilidades de consumo por el
gobierno, ni que se adopten medidas que lejos de mejorar la situación lo que
van a hacer es empeorar. Ha llegado el momento de la libertad económica, pero
el castrismo lo niega. Los cubanos deben saber que no existe motivo alguno para
que se reduzcan las importaciones de carne de pollo, lo que significa que se
venderá menos en los mercados internos, y ya no será por caja sino que se
limita a cinco kilogramos máximo por personas. Que si se cumpliera a rajatabla,
el beneficio para la población sería grande.
También hay que recordar que en
esa manía obsesiva por controlarlo todo, los que no compran pollo porque no les
gusta, les importa un bledo poder tener una caja, medio kilo o nada. El régimen
comunista con su absurda uniformidad, no puede entender ni poner en valor el
hecho de que hay gente que no le gusta el pollo. Por eso, dejan de importar el
producto, porque no lo pueden pagar todo, bajo este supuesto absurdo que todo
cubano tiene que recibir una cantidad de pollo. En el mercado libre, donde
prima la libertad de elección, cada uno come lo que le gusta, y no hay ningún
Mincin que diga lo contrario. A ver cuando entienden esta cuestión.
Aunque repleto de buenas intenciones, este artículo de Elias Amor parece que fue escrito por un marciano:
ResponderEliminar"en vez de liberar más y más productos [...] el Mincin va justo en la dirección contraria", "Lo que tienen que conseguir las autoridades comunistas es que exista una estabilidad en la oferta de los productos", etc, etc.
Si algo está más que demostrado en estos últimos 60 años, es que "el Mincin y las autoridades", no tienen la menor posibilidad de "liberar más produtos", ni de "estabilizar la oferta". La única solución es suicidarse: volar por los aires al "Mincin y a las autoridades".
Me imagino a Elías Amor diciéndoles a las personas en el sitio de Leningrado o en un campo de concentración nazi que, como consumidores, la solución es elegir libremente lo que quieren para satisfacer sus necessidades... y que pueden no comer pollo. O a los puercos de un chiqueiro, que deben escoger los ingredientes del sancocho. Porque Cuba es eso, un chiqueiro, y el "Mincin y las autoridades" tratan a los cubanos como puercos.