El empeño del régimen en fracasar con las inversiones extranjeras

 Elias Amor Bravo economista

Uno de los principales fracasos de las reformas raulistas de la economía cubana ha sido la inversión extranjera. Sin paliativos. Aquellos planes que llegaron con la tristemente célebre Ley 118 que supuso una apertura controlada de la economía cubana al capital internacional, han quedado muy lejos de los objetivos fijados inicialmente. De los 3.000 millones de dólares anuales que pretendía lograr el régimen del capital internacional para equilibrar las cuentas comerciales con el exterior, lo que realmente ha ocurrido es que en casi una década (que se cumplirá el año próximo) se han conseguido menos de esos 3.000 millones en términos acumulados. El paisaje de la internacionalización de la economía cubana sigue siendo el mismo que había antes de la Ley 118 en 2014.

Con todo, el régimen sigue intentando captar inversiones extranjeras, y a tal fin, organiza esas ferias internacionales, como la XXXIX Feria Internacional de La Habana que se inaugura en estos días, para ver si cae algún proyecto empresarial, como si se tratase de una tómbola o una lotería en la que, ni siquiera, compran el número.

Además de la fanfarria y los juegos florales, cuyos fondos deben ser difíciles de movilizar dadas las estrecheces presupuestarias del régimen, los máximos dirigentes del régimen no escatiman gastos para los aniversarios, ciertamente comprometidos.

¿Qué decir, si no, del acto al que asistieron Raúl Castro y Díaz Canel para celebrar el décimo aniversario de la Zona Especial de Desarrollo Mariel? ¿Qué hay que celebrar de este proyecto originalmente de los brasileros, y aparentemente, abandonado a su suerte?

La presencia del “retirado” Raúl Castro en el acto traslada un mensaje político de primer nivel, y a presencia de Díaz Canel, junto a una pléyade de dirigentes del partido y del gobierno  vienen a confirmar lo que ya se sabe. El juguete roto que nadie quiere, del que se esperaban grandes negocios y oportunidades, pero que sigue ahí sin saber por qué.  

De modo que, para conmemorar los diez años de vigencia del Mariel, los dirigentes organizaron un “acto político-cultural”, que alguien debería explicar qué relación tiene con una actividad como la inversión extranjera que, en general, no suele prestar atención a este tipo de cosas, y si no, que le pregunten a los rusos que siguen presionando al régimen para que de un empujón a ese marco institucional de la economía que impide la viabilidad de los negocios en la Isla.

De modo que el acto del Mariel acabó siendo un producto de consumo interno del régimen, con un “un reconocimiento por el trabajo desplegado por todo el colectivo de trabajadores del Mariel” en total 13 colectivos y a 15 trabajadores, en representación de los 1.161 fundadores que hasta hoy continúan trabajando en la Zona. Hasta Ulises Guilarte tuvo su protagonismo en el acto, con la entrega a la Oficina de la Zona Especial el Sello Conmemorativo 80 Aniversario de la CTC.

Y luego algunos datos económicos, como si no vinieran a cuento. Desde la inauguración de la terminal de contenedores, que sigue siendo la actividad principal del Mariel, se informó de que se han logrado 64 negocios en la actualidad, algo así como seis por año. No está mal, si se piensa en la maquinaria ineficiente que se encarga de la viabilidad de esos proyectos y las complejas condiciones para pasar las innumerables pruebas que el régimen establece. 

Se quiere señalar que son solo 64 proyectos en una década con un impacto muy limitado, prácticamente nulo, sobre los sectores estratégicos de la economía nacional y el desarrollo de la misma. O dicho de otro modo, un análisis contrafactural del Mariel permitiría concluir que en ausencia de este proyecto faraónico en la zona, el número de proyectos de inversión extranjera que llegarían a Cuba sería más o menos el mismo, e incluso más. La eficiencia del gasto deja mucho que desear confirmando ese fracaso absoluto de la política de inversión extranjera en el sistema comunista cubano.

Destacar aquí, por ejemplo, que otros países comunistas, como Vietnam entendieron perfectamente lo que se tenía que hacer para atraer capital extranjero al país, que ha sido uno de los factores de modernización tras las reformas del Doi Moi. Y Vietnam, lejos de meterse en líos con "marieles" y otras majaderías comunistas, lo que hizo fue aceptar las normas de la Organización Mundial del Comercio y entrar a formar parte del concierto de naciones de la globalización. El régimen comunista cubano es incapaz de este tipo de decisiones estratégicas y sigue jugando al ratón y el gato con los empresarios extranjeros.

Por eso, la semana que viene cuando se inaugure la Feria Internacional y con ella el VI Foro de Inversión extranjera, volverá a ocurrir lo mismo que en ediciones anteriores, que no es otra cosa que los interesados en invertir en Cuba se volverán a sus países viendo que la empresa es inviable o tiene unos costes inasumibles. Y alguien se  preguntará, por qué ese rechazo directo a la burocracia comunista por el inversor extranjero. Los rusos ya lo han dicho en varias ocasiones, pero viene bien recordar el por qué. 

A ningún empresario, dueño de su dinero y que responde a un consejo de administración, le agrada que su proyecto en Cuba se tenga que alinear o someter o adaptarse a dos instrumentos que no se entienden, pero que obligan y condicionan su actividad, que se llaman “plan nacional de desarrollo económico y social hasta 2030”, “cartera de oportunidades de inversión extranjera”. Con esos dos instrumentos, la economía comunista cubana extiende sus tentáculos hacia el inversor internacional. Cierto que algunos lo aceptan, y así les va; por suerte la mayoría  hace caso a los consejos de las consultorías internacionales que advierten del riesgo que supone someterse al sistema comunista.

En la feria dicen que van a realizar actividades teóricas, de escaso calado práctico, como ese “panel sobre las exportaciones cubanas a potenciar con y desde la inversión extranjera” en el que “tratarán de las acciones de prospección realizadas en la búsqueda de potenciales inversionistas; así como asesoría y talleres para el acceso al mercado japonés, y apoyo al polo productivo de Guantánamo”. Ya se verá cuantos inversores japoneses se quedan en Cuba y sobre todo, cuantos actores privados pueden participar de este tipo de acuerdos. De momento, el espacio de la inversión extranjera en Cuba solo está abierto para el sector estatal.

Otro panel se referirá “a las capacidades industriales con potencialidades de desarrollo con participación extranjera” para promover oportunidades de negocios con capital extranjero en función de las capacidades industriales instaladas, con referencia a la cartera de oportunidades de los sectores de la industria, la alimentaria y el comercio Interior.

¿Qué creen ustedes que va a salir de todo este conchabeo político empresarial? La respuesta es nada. Bueno, sí. Lo único que va a quedar es un agujero en las cuentas públicas del régimen porque este tipo de fastos lo tiene que acabar pagando alguien. Y lo malo es que la situación no está para este tipo de cosas. Cuba seguirá padeciendo para recibir ese necesario capital extranjero que podría ayudar a modernizar el país y asistir las necesidades de la población, pero la estrategia del régimen y su política de fiestas y celebraciones no ha dado resultado, ni lo dará. Una media de 6 proyectos al año en el Mariel no justifican nada de esto. Hay espacio para cambiar y dar un giro de 180º.

Comentarios

  1. El tan cacareado state of the art muelle flotante que le compraron a China para usarlo en la bahía del Mariel hace unos años, cuando hicieron las labores de drenajes para los super buques de carga, terminó sin ser estrenado y fue a parar a la bahía de La Habana, ya oxidado.

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