Lecciones de economía con el ministro Regueiro

Elías Amor Bravo economista

El ministro de Finanzas y Precios del régimen comunista cubano sorprendió a todos en el programa Mesa redonda cuando dijo que “el gran desafío es reducir progresivamente el déficit fiscal”.

Realmente nunca se sabe qué puede haber de verdad en esta frase, cuando quien la menciona, dispone del control absoluto de los activos de una economía, en la que la participación del sector privado es muy reducida, y que aplica una presión fiscal asfixiante sobre todas las bases imponibles. Hablar de reducir el déficit por alguien como Vladimir Regueiro, sucesor de la inefable Meisi Bolaños, es lo mismo que no decir nada.

Y así estamos, porque los comunistas cubanos dicen querer “hacer cada día un mejor uso del presupuesto del estado” como si no fueran ellos los que no controlasen ese presupuesto y lo hiciera algún agente externo al sistema, fuera de control. Para gestionar mejor los presupuestos, hay que eliminar toda esa grasa y las rigideces creadas por seis décadas de marxismo leninismo, y adaptar la estructura presupuestaria a la económica.

Para empezar, si realmente hay voluntad de mejorar la gestión del presupuesto, el ministro debería elaborar desde el principio, unas cuentas en equilibrio, sin déficit inicial. El equilibrio de los ingresos y gastos públicos en Cuba es inexistente desde mucho antes de la pandemia, por lo que culpar a esta del derroche fiscal, no tiene sentido. Aprobar un presupuesto deficitario dice muy poco, o nada, de los gestores, y sobre todo apunta que el estado derrocha, despilfarra gastos que no se pueden atender con una presión fiscal muy superior a la que existe en otros países, porque en Cuba el estado es el dueño de la economía. Resolver este desastre es la primera tarea del ministro.

Y como se arranca de déficit en las cuentas, más del 20% según dijo el ministro, hay que recurrir al endeudamiento mediante la emisión de bonos soberanos de la República de Cuba y captar recursos a través del sistema bancario. Liquidez a medida de las necesidades del gobierno cuando están haciendo lo necesario para bancarizar la economía. El segundo gran error. La financiación del déficit ideada por los comunistas cubanos genera problemas al sistema bancario, a los clientes de los bancos, a la organización misma del sistema económico y la cantidad de dinero en circulación, y a la inflación. Pero claro, sin esos fondos detraídos de los bancos, que no los pueden destinar a otros fines, probablemente más productivos, sería imposible financiar los derroches en los gastos, y aquí es donde surge nuevamente la polémica.

Cuesta entender que después de seis décadas de control absoluto de la economía, los comunistas cubanos sean incapaces de hacer frente a los gastos desproporcionados del presupuesto porque según dicen “van dirigidos al mantenimiento y promoción de programas sociales como la salud, la asistencia médica, los diferentes niveles educativos”. Falso. Hay muchos más gastos que se mantienen e incluso crecen y no son sociales. Los cubanos no son ignorantes, y contemplan como esos programas sociales han experimentado un notable deterioro en sus niveles de prestación, exigiendo en muchos casos, a las familias gastos para compensar las deficiencias.  El régimen no lo reconoce, y se dedica a requerir más ingresos para cubrir los gastos. Nadie se plantea una estrategia de conciliación que permita situar los gastos en una perspectiva sostenible y compatible con la realidad.

De modo que el ministro habló de la planificación del presupuesto, indicando que “debemos determinar dónde asignar esos gastos, sabiendo que las actividades requieren mayores niveles de gasto para su sostenibilidad y crecimiento”. Inquietante. ¿Es que después de 60 años no saben en qué se tiene que gastar? ¿Qué nivel de despilfarro puede existir cuando un ministro señala esta cuestión? El ministro dice, nada más y nada menos, que con la planificación “ha que evitar la improvisación en el uso de esos recursos”.

Después de la planificación, el ministro dijo que hay que fortalecer la contabilidad en los equipos financieros de todo el sistema presupuestario y los mecanismos de rendición de cuentas ante los Consejos de Dirección y los colectivos laborales, pasando por los indicadores de calidad y uso eficiente de esos recursos. Y hay que aclarar al ministro que la situación actual es de tal deterioro que este tipo de prácticas, sobran, y que hay que ponerse las pilas si quiere retornar a un escenario de eficiencia y eficacia de las cuentas públicas. 

Un asunto que a partir de ahora se va a complicar con los presupuestos de las provincias y los municipios, en ese proceso de descentralización en que se han metido. De hecho, dijo como algo positivo que se han asignado más recursos a los presupuestos locales con el objetivo de garantizar la ejecución de servicios básicos, como los consultorios médicos de la familia, los niveles de atención primaria en educación y la asistencia social. Esto va a crear desigualdades en la prestación de los servicios en los distintos municipios, algo que habrá que explicar.

En un momento de su intervención, el ministro reconoció la necesidad de que el presupuesto se ajuste al comportamiento de la economía, y no al revés. Pero ¿es que no habían hecho esto antes? Para eso necesita que su colega Gil acierte con el plan, que ya se sabe que cada año se incumple de forma sistemática, de modo que todo esto no hace más que empeorar, por donde quiera que se mire. Las limitaciones de recursos existentes para llevar a cabo todos los servicios es una cuestión sin resolver, y puede ir empeorando con el tiempo.

Y claro, enseguida llegaron las referencias a las "indisciplinas y problemas en la gestión de los presupuestos, desvíos en pagos indebidos o pagos superfluos, o se realizan pagos en momentos inoportunos". Con todo esto bajo responsabilidad directa del ministro, cuesta entender a qué espera para resolver los problemas.

En este punto, el ministro de finanzas y precios se adentró en tratar de establecer la relación del presupuesto con la inflación, de la que dijo que “es uno de los factores que más limita hoy en día la ejecución del presupuesto”. No conviene olvidar que este ministro lo es de finanzas (presupuesto) y de precios (inflación) de modo que está todo el tiempo realizando una evaluación de su gestión, y desde luego, no sale bien parado.

Y claro, si con el descalabro presupuestario las responsabilidades se eluden, con la inflación ocurre otro tanto, ya que depende de cuestiones como que la economía cubana es abierta (aquí no vale lo del embargo/bloqueo) y, además “desde hace varios años, con la crisis financiera internacional, los precios de los productos importados por nuestro país también se encarecen”.

Por tanto, el ministro dice que “es una inflación que también importamos, por ejemplo, en los precios del arroz; y aunque no se vea reflejado en el precio que el consumidor ve, hay que subsidiarlo desde el presupuesto central”. También dijo que Aunque dijo que “la inflación no es exclusiva del país” y aquí es donde señaló algo que empezó a inquietar a más de uno. El ministro dijo que “se hace necesario buscar nuestra formulación para resolverlo”. 

Cuidado que el ministro comunista cubano anunció que va a desarrollar una nueva teoría para luchar contra la inflación. De premio nobel de economía. En dicho sentido, dijo que “la inflación se expresa sobre todo en los productos alimenticios. Nuestra región de América Latina es una de las más afectadas. En esto han influido los conflictos bélicos en regiones productoras de alimentos y combustibles, lo que encarece los precios”. Pero el ministro lo que no dijo es que con la excepción de Argentina, Cuba presenta la tasa de inflación más elevada de la región, y muestra una notable rigidez a la baja, y ello no coincide con una situación de aumento de demanda y prosperidad, sino todo lo contrario.

De modo, que la inflación en Cuba se debe, según el ministro, a la ausencia “de insumos lo cual limita las producciones nacionales y los mercados que eran abastecidos por la parte estatal están bastante limitados en su oferta y, por tanto, ha habido un cierto desplazamiento para adquirir determinados bienes, tanto por las unidades presupuestadas como por las empresas, a través del sector no estatal”. Y claro, el ministro concluye que “estos actores toman como punto de partida para la formación de precios otras bases y esto también ha encarecido la adquisición de bienes y servicios por la actividad presupuestada”.

Es curioso pero en ningún momento, el ministro establece la relación entre déficit presupuestario e inflación en Cuba, y no quiere reconocer que este gasto desproporcionado del gobierno, para atender sus fines, es lo que provoca una demanda artificial que empuja al alza los precios. El descontrol presupuestario es el origen de la inflación en una economía de planificación central como la cubana. Con un déficit que cada vez absorbe más y más recursos, el ministro reconoce que “el financiamiento del déficit demanda la emisión de dinero hacia la economía y son más recursos que se están poniendo del lado de la demanda ante una oferta deprimida”.

Y concluye, “también hay capacidad de compra en un sector determinado de la población que va generando desigualdades, y esto va presionando sobre el crecimiento de los precios”. Qué hace que no se pone a resolver este tipo de situaciones. El aumento de liquidez que genera esta política de financiación del déficit va creando una mayor presión para el aumento de los precios que luego se tiene que comprar por un sector presupuestado que es extenso.

La solución a este escenario se encuentra, según dijo el ministro, en el Programa de Estabilización Macroeconómica, del que no se dijeron muchas cosas durante el programa.

Tan solo se dijo que a nivel macroeconómico, hay que implementar un conjunto de medidas de manera progresiva y volvió a destacar el papel del municipio en este empeño. Dicho de otro modo, que “lo más importante es que las empresas y esos actores económicos de cada territorio sean capaces de generar más riqueza”. Las desigualdades entre cubanos ya están abiertas, incluso en el uso de la contribución territorial para el desarrollo local.

Conclusión, la economía cubana no va a mejorar ni por asomo con estas medidas. La huida adelante que practican los dirigentes no tiene sentido, y hay que devolver la economía a la racionalidad y la ortodoxia y poner fin a la aventura intervencionista y controladora de 64 años. Ya es hora.

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