Las cuentas bancarias fiscales no responden solo a la bancarización

Elías Amor Bravo economista

La cuenta bancaria fiscal dirigida a personas naturales de diferentes sectores que ahora se habilita por medio de la Resolución 245 del Ministerio de Finanzas y Precios, publicada en la Gaceta oficial ordinaria número 106 del 2 de noviembre pasado, nace con el objetivo de “afianzar los mecanismos para ordenar las transferencias entre los distintos actores económicos con las personas naturales que desarrollan actividades en los sectores de producción agropecuaria, de la cultura y de la comunicación social”. Pero es evidente que es otra cosa bien distinta.

En esencia, se trata de un nuevo mecanismo de control económico que nace amparado por la imposición jerárquica de la bancarización de la economía en la que el régimen lleva instalado bastante tiempo. Ni más ni menos que el ministerio de finanzas y precios, la ONAT y el Banco Central unen sus destinos para potenciar y exigir la implantación de las cuentas bancarias fiscales, lo que supone, al menos desde esta perspectiva, que toda la carne está en el asador. ¿Lo lograrán?

Y, como no podría ser de otro modo, cuentan con el apoyo de la prensa estatal dispuesta a decir que “entre los beneficios que trae a los contribuyentes disponer de esta cuenta bancaria fiscal está en que les permite mostrar y transparentar la licitud de sus ingresos y gastos ante cualquier operación que vayan a hacer”, no solo control económico de las actividades, sino también control fiscal y tributario.

El ministro de finanzas y precios, sobre el que recae la competencia de esta cuenta bancaria fiscal,  dijo que la regulación “tiene sus antecedentes en la implementación del régimen de cuentas bancarias fiscales, aprobado mediante la Resolución 247 del propio organismo” pero añadió que, “la nueva norma, que entra en vigor a partir de su publicación, se refiere a una cuenta bancaria corriente que tiene trascendencia fiscal”. La condición es que a través de ella se realicen todas las transferencias de ingresos y de gastos de la actividad económica que está desarrollando ese trabajador por cuenta propia y así, dar un paso más, quizás decisivo, en el control y eliminación de las transacciones en efectivo que el régimen pretende borrar del mapa, aunque le está costando más de lo que pensaban.

Este programa de bancarización de las operaciones y de los flujos financieros lleva dando tumbos y extendiendo sus tentáculos a distintos sectores de la economía, incluso a las obsoletas bodegas en las que el régimen entrega la limitada canasta normada, y aunque desde todos los estamentos se incide que va a tener “un proceso de implementación gradual”, en ocasiones, seis meses, en otras no se precisa plazo, que sigue avanzando y creando no pocos problemas a los cubanos que, en amplia mayoría, desconfían de los bancos y prefieren realizar las operaciones de compra y venta en efectivo. 

El régimen se enfoca en que hace falta capacitación para los destinatarios de la norma y actualización de los procedimientos de las instituciones con las que ellos se relacionan, pero eso no es suficiente, porque el problema de fondo es la desconfianza de los cubanos en los bancos estatales, que son meras correas de trasmisión de información financiera al poder político, y que ofertan unos servicios intrascendentes para atraer y captar el escaso ahorro que existe en la economía.

El ministro defendió la cuenta porque, en su opinión, “dotará de mayor transparencia y facilitará todos los procesos de cumplimiento del pago de los impuestos, de acreditación de los niveles de ingresos que obtiene esa persona, así como de los gastos en los que incurre” y con ello vuelve a mostrar el desconocimiento que le asiste de cómo funciona una economía. 

Para que la gente pueda pagar sus impuestos, la cuestión no está en habilitar cuentas bancarias fiscales, sino que haya algo para declarar, es decir, que las bases imponibles aumenten como consecuencia de la actividad económica y el dinamismo de las operaciones de todos los agentes que intervienen en el proceso. Y ese fenómeno no está presente en la economía cubana que padece actualmente las consecuencias nefastas de una estanflación de la que las autoridades no saben o no pueden salir.

En realidad, parches como este de las cuentas bancarias fiscales que ha lanzado el ministro de finanzas y precios no representan solución alguna, ni para la bancarización que quiere el régimen, ni para facilitar las operaciones de los actores económicos. Un buen ejemplo es el dato que ofreció el ministro, según el cual, a la fecha, más de 480.000 trabajadores por cuenta propia, un 85%, ya han abierto cuentas bancarias fiscales, lo que denota la necesidad de fomentar el uso de esta herramienta. Pero, en realidad, la cuestión es que otro 15% no las ha abierto ni las piensa abrir, y, con tanta presión, llegar a la totalidad de actores no será fácil, menos aun cuando estas cuentas se perciben como un instrumento de recaudación y control de los impuestos.

Cuanto más vincule el ministro de finanzas y precios a las cuentas con la necesidad de la administración tributaria de recaudar más, apoyándose para ello en un sistema bancario del que desconfían los cubanos, más difícil será que los actores económicos se avengan al uso de las cuentas bancarias fiscales y mucho menos que lo hagan de forma tal como prefiere el régimen. Lo peor de todo esto es que los bancos no deberían prestarse a este juego del poder político. Están enterrando la poca utilidad social que les queda. La cuestión es si pueden decir no al régimen y plantar cara.

Por eso, no es extraño que la Oficina Nacional de Administración Tributaria, ONAT, muestre su satisfacción por el paso que ha dado el ministro con la regulación de las cuentas bancarias fiscales, en las que se observan ventajas en la licitud de los ingresos y de cualquier operación que vayan a hacer los actores económicos. La ONAT, preocupada por la reducción en la recaudación de ingresos derivada de una economía estancada, pretende que estas cuentas faciliten la labor de control fiscal, ya que el fisco dispone en tiempo real de todos los movimientos de la cuenta bancaria, ya sea de ingresos como de gasto. La ONAT cree también que las cuentas fiscales “contribuyen a disminuir la subdeclaración de ingresos y enfrentan conductas evasoras”.

A resultas, la agencia tributaria considera positivo para sus objetivos recaudatorios, que se pueda hacer determinaciones en caso de que proceda, lo que acentúa la indefensión de los actores económicos ante el fisco. Más de lo mismo. Además, parece que no habrá vuelta atrás una vez que se adopte la cuenta bancaria fiscal, todos los actores que establezcan con estos contribuyentes relaciones comerciales de venta de bienes o de servicios tienen que hacer sus pagos por estas operaciones a las cuentas bancarias fiscales. Por ello, la ONAT advierte que “es una práctica inadecuada de una entidad estatal el pago en efectivo a un trabajador por cuenta propia, con el que tiene una relación contractual, que tiene abierta su cuenta bancaria fiscal”, con lo que el cobro en sobre, preferido por numerosos cubanos, puede estar viviendo sus últimos momentos.

Y si la medida cuenta con el aplauso de la ONAT, el Banco Central de Cuba considera que este proceso, previsto dentro de la bancarización de las operaciones, tiene un antecedente en relación con otros actores económicos y que supone una cuenta bancaria corriente, que tiene su propósito fiscal desde el punto de vista de la transparencia de las transacciones. 

Por ello, emplazó a los bancos a buscar las vías más factibles para no entorpecer el trabajo que se desarrolla en las sucursales, “y que no sea un proceso engorroso para quienes tengan que abrir las cuentas bancarias, ni para su reconocimiento ante la ONAT”. Por eso, en los próximos días, Transfermóvil y EnZona, fomentarán la apertura de estas cuentas en las propias plataformas, sin la necesidad de acceder a las sucursales bancarias.


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